Según Paola, lo que suma tener un perro "vale la caca, la pila, el paseador... lo vale todo". Eso lo aprendió con Simón, su perro de 3 años y medio de edad.
Según Paola, lo que suma tener un perro "vale la caca, la pila, el paseador... lo vale todo". Eso lo aprendió con Simón, su perro de 3 años y medio de edad.
Andrea Carrión

Muchos rescatistas de animales, cuando finalmente consiguen una persona, familia, albergue u organización que los adopte o los reciba, ruegan para que cubran las expectativas y hagan caso al “pórtate bien y hazte querer” cuando los entregan.

Al principio, Simón no entendió bien ese mensaje.

La historia de Simón y Paola García empieza hace 3 años y medio cuando, un día, ella iba caminando por una calle del Cono Norte, cerca a Lima. De pronto escuchó varios gemidos que salían de un terreno abandonado.

Al acercarse, encontró a una perrita junto a sus dos crías. Los tres estaban en pésimas condiciones, pero como Paola estaba trabajando, no se pudo encargar de rescatarlos en ese momento, así que le pidió ayuda a una rescatista, Milena Sanguinetti. Ella terminó recogiéndolos y llevándolos a una veterinaria donde la médico Gabriella Levy los atendió. Otros ayudaron dando hogares temporales.

Según la gente de la zona, los tres perros eran alimentados y maltratados por unos pasteleros. Cuando fueron encontrados, los cachorros de apenas 2 meses de edad ya tenían en el lomo marcas de cigarro apagado. Además estaban llenos de sarna, de legañas en los ojos, pulgas y garrapatas. La madre, por su parte, daba de lactar lo que no tenía y estaba raquítica.

Simón cuando apenas tenía 4 meses de edad.
Simón cuando apenas tenía 4 meses de edad.

A los cuatro meses, Milena publicó las fotos de los tres perros en Facebook. Estaban tan bien que Paola se animó a adoptar una cría. Lo llamó Simón y ahí empezó su verdadera aventura.

“Los primeros dos días temblaba aterrado del miedo y yo dormía con él en la cocina. Resultó tener ansiedad de separación. Esto lo ha llevado a comerse paredes, puertas, billetes... Un día llegué y mi libreta de chamba estaba partida en mil pedazos por toda mi casa. Esa vez me encerré en el baño a llorar para no matarlo”, recuerda.

Paola es diseñadora de ropa, es propietaria de la marca Prisma y se especializa en vestidos de noche. Cuenta que la peor travesura de Simón fue cuando se metió a su atelier y le destruyó una tela carísima que ni siquiera la había comprado ella sino que era de una clienta.

“Ese día, en mi minuto de neurosis, llamé a Milena y le dije ‘hay que buscarle casa a este perro porque me va a tirar al piso mi negocio’. Claro que el ataque me duró 5 minutos, no hay forma que lo deje”, comenta entre risas.

Encima, como se comía cosas, Simón vivía enfermo. Lo que no gastaba en ella, Paola lo gastaba en curarlo. A eso tuvo que sumarle entrenador, psicólogo de perros, reiki...

“No se calmaba, era demasiado ansioso. Incluso Vicky, que viene trabajando conmigo desde hace 6 años y que es casi mi hermana, me dijo que ya no aguantaba más, que estaba a punto de renunciar”, agrega Paola.

Cada vez que puede, Paola lleva a Simòn a donde vaya.
Cada vez que puede, Paola lleva a Simòn a donde vaya.

Toda esa etapa duró poco menos de un año y cambió el día en que un instructor canino llamado Gregorio Salazar se lo levó 10 días a su casa.

“Simón regresó siendo perro. Dejó de morder cosas y de hacerse la pila en las esquinas. Algo que ayudó mucho fue comprarle un canil. Gregorio me dijo que Simón necesitaba un espacio que sintiera suyo. Hoy ama su canil, ahí se refugia cuando hay mucha bulla”, comenta.

Paola sigue trabajando con Simón para que no salte cuando ciertas personas llegan a su casa, pero hoy no es ni la sombra de lo que era antes.

Hoy Simón sí es bienvenido al atelier de Paola, aunque siempre con algo de supervisión... por si acaso.
Hoy Simón sí es bienvenido al atelier de Paola, aunque siempre con algo de supervisión... por si acaso.


Antes de adoptar a Simón, Paola dudó mucho tener una mascota; por flojera, por la responsabilidad que implica tener un perro y por temor a que le tocara uno loco que le destruyera la casa. Casi todos sus temores se hicieron realidad, pero hoy ella no cambiaría a su perro por nada.

“Llegar a donde estamos ahora requiere de mucha adaptación y mucho amor, y es de ida y vuelta. Yo siento que lo que me ha dado Simón es mucho más de lo que yo le he dado a él. Es increíble cómo le ha sumado a mi vida. Cuando me separé de mi ex esposo fue una etapa muy triste y enfoqué mi vida en Simón, eso me ayudó mucho. Yo tenía que estar bien porque si no me encargaba de él, nadie lo hacía”, comenta.

Se nota el vínculo que se ha creado entre. Simón se ha encargado de borrar ese prejuicio que, inicialmente, tenía Paola respecto a perros de la calle versus perros de raza.

“Al final al perro lo haces tú. Y recomiendo adoptar ¿por qué comprar? Primero estarías contribuyendo con un mercado espantoso y, segundo, hay tantos animalitos esperando un hogar que vale la pena darles una oportunidad”, concluye.

Simón junto a Paola y su enamorado, Mariano Agramunt, quien trata a este perro como si fuera su hijo.
Simón junto a Paola y su enamorado, Mariano Agramunt, quien trata a este perro como si fuera su hijo.

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