Por Andrea Carrión / WUF Entre el jueves y el viernes de esta semana, a través de las redes sociales de WUF y El Comercio, realizamos una convocatoria previa al Día de las Madres en busca de la mejor historia de madres y mascotas. Luego de revisar cada uno de los 270 correos electrónicos recibidos y más de 130 publicaciones en Facebook que respondieron a nuestro concurso “¿Te consideras madre de tu mascota?”, finalmente decidimos destacar la historia y fotografía presentadas por Erika Schaeffer Dextre, pues reflejan el amor y dedicación que todo dueño debe de tener con sus mascotas. No ha sido fácil, varias historias nos pusieron los pelos de punta por la inmensa carga de amor que transmiten. Por eso decidimos compartir algunas en la galería fotográfica que acompaña esta nota. Gracias a todos los que participaron. En WUF, además de promover la adopción, también incentivamos la tenencia responsable de mascotas. Estas historias son una inmensa luz entre algunos casos de abuso y nos dan señal que en nuestra sociedad hay mucho amor y sensibilidad para nuestros animales. A continuación, la historia ganadora. Espero no aburrirlos con mi historia de amor. Con mi esposo Luis no hemos podido tener hijos después de 7 años de casados. En un viaje a México en el 2014 fui a rezarle, a implorarle, a la Virgencita de Guadalupe que me de la bendición de ser madre y como soy ambiciosa, le pedí ser madre de 2 bebitos. Y la Virgencita me escuchó. Tuco y Negro vivían en las instalaciones de la empresa de mi suegro. Los llevaron de cachorros como perros guardianes pensando que Tuco sería gritón y Negro como perro grande e imponente. Yo los conocí en octubre de 2014. Nunca había tenido una mascota, no quería tenerla pues era mucha responsabilidad y sabía que implicaría sacrificios. Estábamos estrenando depa, todo era nuevo y no quería arriesgar ni un poco la integridad de mis activos.
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Pero llegó la Navidad de ese año. El último día laborable, al prepararnos para retirarnos de la oficina, sentí esos 4 ojos mirándome, sentados en la puerta. Esas miradas traspasaron mi alma, no podía dejarlos solos y decidí llevármelos ese fin de semana a casa para pasar Navidad con ellos. Pero la visita de fin de semana se convirtió en visita recurrente. Empezaron a quedarse una semana en casa, una semana en la oficina, y sin darnos cuenta notamos que tenían cama, juguetes ropa y comida en nuestra casa. Fue difícil para todos. Negro había tenido malas experiencias antes de llegar con mis suegros. Él es demasiado activo y juguetón, de cachorro todo rompía y no todos le tenían paciencia. Además vivía con miedo, el veterinario nos explicó que por sus actitudes el perrito había sido agredido de cachorro. Como consecuencia, todo le asustaba; si algo golpeaba con su cola, si pisaba un papel, si veía una cortina moviéndose por el aire... y en ocasiones hasta se orinaba. Encima es alérgico a todo, es súper delicado con su alimentación. El tiempo transcurrió y el Negro fue tomando confianza, me destrozó todo y tuve que contratar a un adiestrador. Lo ayudó mucho, le dio confianza, vi como fue desarrollando su potencial, felizmente aprende rápido y es súper cariñoso. Tuco, por su lado, es muy independiente y desconfiado. El día que llegó a la oficina de mis suegros se escapó y tuvieron que salir a buscarlo incluso con la movilidad de la empresa. Afortunadamente, lo encontraron, pero por las vías del tren. Tratar con Tuco fue difícil, su desconfianza hacía que nos gruñera de un momento a otro si algo no le gustaba. A él también le ayudó el entrenador. Tuco es súper inteligente, mira, analiza y ejecuta, es el cerebro de la organización. Lamentablemente se manifestó una enfermedad, epilepsia. El primer ataque fue espantoso, pero después de casi 1 año de su primer ataque ya todo está controlado. En año nuevo de 2017 Tuco sufrió el ataque de unos perros en una playa del norte, (viajamos con ellos a todos lados). Casi lo matan. Entendí eso de que “por tus hijos matas”. No nos importó arriesgarnos nosotros con tal de salvarlo, nunca habíamos corrido tan rápido y en arena. Aún tengo en mi mente los gritos de dolor de mi Tuco, pero logramos espantar a esos perros malcriados, y digo mal criados porque el animal es resultado de la crianza del dueño. Entendí también que para los perros nosotros somos su manada. Tuco, literalmente, se quería dejar morir, las heridas no eran muy profundas afortunadamente, pero si estaba muy golpeado, y anímicamente el ataque lo destruyó. Pero nosotros no lo dejamos. Lo llevábamos cargado a todos lados, le dábamos la comida en la boca, lo curábamos todas las noches mientras lo alentábamos para que aguantará el dolor que se veía en sus ojos, a pesar de estar medicado. Su manada NO LO IBA A ABANDONAR. Y se recuperó, y desde esa fecha Tuco dejó de ser el perrito desconfiado con nosotros. Han pasado 2 años y medio de vivir juntos y ellos no solo se han adueñado de nuestros activos, lo más importante, se han adueñado de nuestros corazones. No puedo creer la manera que pueden tener de entender mis sentimientos. En mi momento de mayor tristeza ellos estuvieron a mi lado, Negro lamiéndome la cara, levantando mi quijada con su hocico y esos ojazos negros que me hacían sentir que todo estaría bien, y Tuco echado en mi regazo tomando con su pata mi mano. No sé que nos tendrá Dios preparado para nosotros, pero con los Tucos ya nos sentimos bendecidos. Ellos nos cambiaron la vida y nosotros también se las cambiamos. No me imagino verlos en la calle, solos o sin los cuidados que deben tener. De aquellos perritos que llegaron para ser guardianes, ahora tenemos a dos perritos amorosos, juguetones, pequeños en tamaño pero gigantes en amor. Que tengan un buen fin de semana y Feliz día de las mamis.
Erika Schaeffer Dextre