En su biblioteca, Cueto (Lima, 1954) habla sobre su novela publicada en el 2007 y que ahora reedita Penguin Random House. (Foto: Richard Hirano)
En su biblioteca, Cueto (Lima, 1954) habla sobre su novela publicada en el 2007 y que ahora reedita Penguin Random House. (Foto: Richard Hirano)
Czar Gutiérrez

Era 1984, había terminado su doctorado en la Universidad de Texas y tenía todo para quedarse a vivir allá, lejos de un Perú que se desangraba por los años del terrorismo. Pero, contra todo pronóstico, decidió volver. Lo que encontró fue el caldo de cultivo para un bloque novelado en el que destaca “La hora azul”, que ganó el Premio Herralde en el 2005 y se publicó en Anagrama. Luego Peisa la coeditó, después apareció en Planeta y últimamente en Random House Mondadori. “Cuando la escribí, mi vida era especialmente difícil. Había renunciado a un trabajo muy acomodado para dedicarme a contar esta historia con todas las fuerzas. No podía pensar en nada que no fuera escribir, porque no había nada más”, dice.

—Dedicas el libro a Quinta Chipana, ¿quién es?
Es un amigo que me contó la historia del señor Zárate, a quien los senderistas asesinaron por darle de comer a unos soldados y colgaron su cadáver en la plaza principal. Una madrugada Chipana lo descolgó y lo enterró para que descansara en paz. Luego fue a esconderse en unas cavernas. Arriesgó su vida por darle dignidad a la muerte de un amigo. Es uno de los héroes anónimos que me interesaba rescatar.

—Espesor psicológico, trama romántica, el pasado como una sombra. Personajes de clase alta galvanizados por el vacío existencial. ¿Esa es la “línea año cero” de Alonso Cueto, el más allá de donde salen sus historias?
Es verdad que el tema del pasado siempre me ha obsesionado, como dices. En realidad, el protagonista de la novela descubre que su padre tuvo a una mujer como prisionera y empieza a buscarla, porque en esa búsqueda va a averiguar quién es su padre, cuál es su país y quién es él. Esta ignorancia del país en el que viven me parece que es muy frecuente en los miembros de la clase alta, a la que pertenece este personaje. Y me interesa una sociedad tan llena de brechas y de fisuras como el Perú. Es una realidad hecha a la imperfección y no hay un género mejor que la novela para representarla. La novela es el género imperfecto por excelencia.

—¿La ficción como reflejo de la realidad es una ecuación perfecta? ¿Cómo se fisuran en “La hora azul”?
La ficción es un modo de llegar a la realidad, quizá la única. En cierto modo, la realidad es inasible salvo cuando tratamos de ordenarla y de hurgar en ella, como hacemos en un relato. La ficción escarba, profundiza, ordena la realidad y crea una nueva. La realidad no existe salvo en la ficción.

—Tan fértil para la intriga.
Mi interés era hacer la historia de una gran búsqueda, un proceso con el que todos nos identificamos. En ese sentido, siempre me ha interesado el esquema de la novela policial, donde el policía es un buscador de la verdad. Pero no se trata solamente de descubrir al autor de un crimen, sino de llegar a descubrir la verdad de las sociedades donde viven los protagonistas y la verdad sobre ellos mismos. El detective y el escritor se parecen, pero el criminal y el escritor también se parecen.

—Búsqueda también expresionista, esa especie de mímesis del habla peruana que desnuda sus tics más nerviosos.
Esa es otra de las ventajas de vivir aquí. Puedo escuchar hablar todos los días a la gente en ‘peruano’. Me siento fascinado por algunos modos de hablar como “buenazo”, “valga la redundancia” y “no se pasen”. La expresión “ya, pues” me parece una clave existencial para los peruanos. Los taxistas con los que hablo siempre interpretan el mundo con frases hechas. Una de las que más he escuchado, a propósito de las acusaciones a Keiko Fujimori, es que “nadie debe escapar a la ley”. Tienen razón.

—¿Por qué en tu literatura Lima no es ni tan gris ni tan horrible, sino incombustible?
Tienes razón. No sé si amo Lima, pero no podría vivir mucho tiempo lejos de aquí. Me siento adaptado a sus tonos grises, a su laconismo, a su humedad, a sus conversaciones, a su modestia, incluso a sus ruidos. Por otro lado, es una ciudad de contrastes, donde viven personas de todas las etnias. Es verdaderamente la capital del Perú.

—¿Y qué te parecieron tus historias reconvertidas al cine, como “Mariposa negra”, “Magallanes” y “La hora azul”?
Tengo mucho cariño y respeto por todos los que han trabajado en esas adaptaciones. Pero las películas son otra creación.

—¿Te reconoces en inglés?
Frank Wynne hizo una gran traducción. Ganó el premio Valle Inclán a la mejor traducción, que otorgó la Sociedad de Traductores de Gran Bretaña.

—¿“La hora azul” es tu mejor equilibrio entre el thriller y la novela política?
Me interesan mucho los dos géneros que mencionas. En cierto modo, la política también es un thriller en la vida real porque nunca sabemos lo que va a pasar. Basta ver los acontecimientos de los últimos días. La política se ha convertido en un asunto policial. Fugados, perseguidos, jueces, policías. Esos son nuestros personajes.

—¿Y te reconoces como personaje?
Más de lo que yo pensaba. Por ejemplo, ahora se van a cumplir 50 años de la muerte de mi padre. Yo pensaba que había superado su pérdida, pero veo que mis personajes siguen buscando a sus padres, a veces desesperadamente como en el caso de “La hora azul”. Un escritor habla de todos y de todo, pero desde uno mismo. Escribir es una negociación con el inconsciente. Es por eso que un escritor escribe de lo que no sabía que lo obsesionaba.

—Sé que ahora estás dedicado a la Perricholi.
Sí, siempre me fascinó porque es una mujer que se sobrepone a su tiempo. Es una buscadora de la luz, de la dignidad y del reconocimiento. Se enfrenta a los aristócratas de Lima. Cree en el teatro como una forma de religión. Es además una empresaria exitosa. Una noche, cuando estaba durmiendo con el virrey en palacio, pensó que las mulas estarían muy cansadas después de un viaje y mandó a Amat a averiguar si estaban bien. Otra noche sintió sed y el virrey tuvo que salir en camisón a la plaza principal a llevarle agua de la fuente. En el Virreinato mandaba el virrey, pero en el virrey mandaba la Perricholi. Su historia, como la de cualquiera, es una mezcla de tragedia y de humor. Vivió muchas vidas. Ella muere en 1819 y pronto Merimée escribe una obra sobre ella. Fuera de las santas, es la mujer de las colonias americanas más reconocida en Europa. Hay varias óperas y novelas en Europa y Estados Unidos con ella como personaje. A veces me la imagino caminando.

—¿Qué más viene?
Estoy viajando a París por la promoción de mi novela “La viajera del viento” en Gallimard. Pero lo más importante será que me encontraré allí con mi hijo Daniel, mi nuera Gloria y mi nieta Chaska de 10 meses. Luego estaré en el Hay Festival de Arequipa en una conversación con una escritora joven española muy interesante, Aroa Moreno Durán. No puedo estar mucho tiempo en Lima sin salir de Lima. Es el mejor modo de seguir aquí.
czar gutiérrez

MÁS INFORMACIÓN:
Título: “La hora azul”
Autor: Alonso Cueto
Editorial: Random House
Páginas: 280

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