(Foto: Twitter Andina)
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Virginia Baffigo

El dantesco incendio que se ha producido en un antiguo y tugurizado edificio en Las Malvinas muestra por qué es tan importante que los hospitales se mantengan a salvo de circunstancias ajenas como esta.

El hospital Ramón Castilla del seguro social se encuentra a pocos metros del incendio, en el corazón de la Lima obrera, rodeado de antiguas fábricas que, luego del colapso de la economía, durante la década de 1990, abrieron paso a galerías comerciales, carentes de toda formalidad. Así, transitamos de una economía formal –en la que los propietarios de las fábricas se preocupaban por la seguridad de sus instalaciones– a múltiples conglomerados de comerciantes, cuyo respeto por la vida y la seguridad está totalmente subordinado a intereses económicos individuales.

Es en medio de esta jungla de micronegocios que el actual hospital Ramón Castilla ha evolucionado para adecuarse a las crecientes necesidades de la población asegurada.

Como muchos hospitales de Essalud, el Castilla fue creado hace 35 años como un policlínico, para atender una pequeña población que entonces trabajaba en la zona industrial de Lima. Como tal, solo requería tener consultorios externos y un servicio de urgencias. Sin embargo, la presión de la demanda de población asegurada obligó a expandir sus servicios médicos en el mismo terreno.

Hace cinco años, fue categorizado como hospital II, lo cual le ha permitido crecer en especialidades médicas y quirúrgicas, y avanzar en prestaciones de salud. A la fecha, el hospital Castilla es responsable de atender a 203.605 asegurados, con gran predominancia de adultos mayores, muchos de los cuales fueron trabajadores fabriles, hoy jubilados.

Sin embargo, lo que antes fue una ubicación estratégica para atender a su población adscrita se ha convertido en un enclave de altísimo riesgo físico y social. Según la Norma Técnica de Salud para Infraestructura y Equipamiento de Establecimientos de Salud II-1 y II-E, los hospitales deben contar con adecuada accesibilidad peatonal y vehicular. También está prohibida su cercanía a focos de contaminación como fábricas, depósitos de fertilizantes o cualquier tipo de industria (no debería estar ubicado a menos de 300 metros, y si se trata de centros comerciales, la distancia no debe ser menor a 100 metros).

Los que hemos visitado las instalaciones del hospital, en cumplimiento con nuestra función en Essalud, así como los que hemos visto las imágenes del incendio, constatamos que esas condiciones no se cumplen. De no haber mediado la eficaz y valerosa acción de los bomberos, el hospital podría haber sufrido un siniestro de incalculables proporciones.

Adicionalmente, si en condiciones normales resulta muy difícil el acceso y la salida de ambulancias en medio del caos vehicular por la tremenda afluencia de comerciantes, compradores, proveedores, etc., con un siniestro como el del jueves esta tarea se ve profundamente afectada.

En resguardo de la seguridad de afiliados y trabajadores, con buen criterio las autoridades ordenaron la evacuación de los pacientes y la suspensión de los servicios del hospital Castilla, pero la consecuencia es una baja –aunque sea temporal– en la Red Asistencial Almenara de Essalud. Es lamentable que, en medio de la estrechez de los servicios hospitalarios, la irresponsabilidad de ciertos agentes haya reducido al hospital Castilla a centro de operaciones de emergencia, suprimiéndose su función hospitalaria.

¿Qué pasaría si en este momento ocurriera alguna tragedia en la capital? ¿Cómo compensaría el sistema de salud esta baja?

Urge que se tome en cuenta la presencia de servicios sociales (salud, educación, etc.) al emitir licencias de funcionamiento o certificados de seguridad. No podemos seguir cerrando hospitales o colegios, como ocurrió con el incendio en la galería Nicolini, cada vez que fallas en materia de seguridad causen tragedias.