(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).

Corrían los primeros años de este siglo cuando en la entrada de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de San Marcos conocí a Antonio Aráoz, un joven cusqueño con vocación política (como muchos jóvenes sanmarquinos), que tenía la particularidad de destacar el valor del distrito de Surimana, donde nació .

Además, Aráoz cumplía las funciones de alcalde de Surimana, en esa época todavía considerado un centro poblado. En una de nuestras tantas conversaciones, me invitó –en verdad me desafió– a que visitara Surimana y viera la deteriorada casa e iglesia donde nació y fue bautizado José Gabriel Condorcanqui. Le dije que no se preocupara, que de todas maneras iría.

Pasaron algunos años y viajé a Surimana. Para llegar hice un recorrido hermoso atravesando un valle donde divisé tres bellas lagunas, conocí Tungasuca y Pampamarca, pude ver el terreno en donde se dice estuvo la casa de Micaela Bastidas y leí el bando promulgado por el gran curaca de Surimana que declara la libertad de los esclavos.

Al arribar, divisé el río Apurímac, porque este río le da la vuelta al Cusco, y pedí hablar con el alcalde Aráoz. Un campesino me respondió que estaba en plena faena, pero lo fueron a llamar. Cuando Aráoz me vio quedó sorprendido porque seguramente no imaginó que llegaría a su distrito. La sorpresa fue aun mayor porque me acompañaban mi esposa Ana María, mi hija Doris y mi yerno Diego Meza Cuadra, que nos había llevado desde el Cusco en una camioneta.

Aráoz me enseñó la casa y la iglesia, sin duda estaban en un deterioro total. Hoy, gracias a los esfuerzos del alcalde Aráoz, su cuerpo de regidores y algunas instituciones, entre ellas El Comercio, se ha podido restaurar la iglesia, lo que significa un avance. Sin embargo, falta restaurar la casa.

El Ministerio de Cultura debe, definitivamente, realizar esa restauración, por lo que significó José Gabriel Condorcanqui para la independencia del Perú y de América. El momento es oportuno ahora que se aproxima el bicentenario de nuestra independencia, pero también porque el Congreso, a través del parlamentario Manuel Dammert, quien integra la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural, está dispuesto a apoyar la restauración.

La mencionada comisión elaboró un dictamen aprobado por unanimidad y recaído sobre dos proyectos de ley que proponen que se reconozca a las provincias de Canas, Canchis, Acomayo, Chumbivilcas y Espinar como provincias tupacamaristas y declara de interés nacional la puesta en valor de los bienes materiales de José Gabriel Condorcanqui Noguera, Micaela Bastidas Puyucahua, Rosa Noguera Valenzuela y Tomasa Tito Condemayta. Este dictamen establece que se incluyan en la agenda de conmemoración del bicentenario de la independencia del Perú las actividades celebratorias del reconocimiento de la gesta emancipadora de Túpac Amaru II.

Como se sabe, luego de que el curaca Túpac Amaru fuera derrotado se decidió exterminar a toda su descendencia. Pero Juan Bautista Condorcanqui, un medio hermano suyo que sobrevivió y pasó 20 años en una cárcel en Ceuta (Marruecos), tras ser liberado por las autoridades españolas y llevado por el maltés Azopardo a Buenos Aires, fue propuesto en el Congreso de Tucumán en 1816 por el libertador argentino Manuel Belgrano como rey de las naciones nacientes. También ahí se propuso que la capital de esta monarquía fuera el Cusco, una iniciativa apoyada por San Martín (ver datos sobre Juan Bautista Túpac Amarú, en El Comercio 4/11/2017).

San Martín quería una monarquía para el Perú, que entiendo sería constitucional como la del Reino Unido y ahora España, pero su propuesta fracasó por la oposición de los republicanos. Sin embargo, hubo otro intento producto de la iniciativa de lord Cochrane: convertir a Napoleón, que ya estaba preso en la isla Santa Elena, rey del Perú. Un intento que desde luego no prosperó por decisión del gobierno inglés, pero sobre todo del famoso duque de Wellington.

A propósito de este hecho, hace unos días se presentó un hermoso libro del magistrado del Tribunal Constitucional Augusto Ferrero titulado “Napoleón, rey del Perú”. Sí, durante la independencia de los pueblos americanos surgieron ideas y propuestas ingeniosas. Estas dos son ejemplos de ellas. Aunque nos parezca extraña y rara, la posibilidad de una monarquía constitucional o solo de una monarquía estuvo en la mentalidad de los libertadores. Ese era el espíritu de la época.