Eduardo Lalo en Trujillo: "No contemplo la vida sin escribir"
Eduardo Lalo en Trujillo: "No contemplo la vida sin escribir"
Redacción EC

DIANA GONZALES OBANDO

Dice que la primera sensación que sintió al comunicársele desde Venezuela que había ganado “fue de total irrealidad”. Eduardo Lalo, escritor puertorriqueño nacido en Cuba en 1960 y El Dominical conversó con él sobre la escritura, la literatura peruana, la perspectiva de su país, la , y el merecido Rómulo Gallegos.

Sabemos que eres lector de César Vallejo. ¿Cómo fue este acercamiento?

Estaba finalizando la secundaria, era fondista, pero me enfermé y no pude correr durante meses. Así empecé a leer todo lo que caía en mi mano, y dentro de esas lecturas fui gravitando rápidamente hacia la literatura, y sin conocer nada uno empieza a leer todo. Entre los libros que cayeron en mis manos recuerdo una antología bilingüe de la poesía de y César Vallejo que era de mi hermano. He leído  a Vallejo lo largo de la vida y en muchas ocasiones he retornado a él.

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La enfermedad te llevó a encontrar la literatura...

Fue el detonante, en mi casa había lectores: mi padre y mi hermano. La lectura es algo que uno encuentra en algún momento de su vida y ocurre un acto extraordinario. Uno descubre lo que puede hacer un texto y por desgracia la gente trata un libro como si fuera puramente información. La experiencia de leer es descubrir una estructura de significados de esas páginas que generan una intimidad tremenda con ese texto dentro de uno y su mente. No puedo contemplar la vida sin escribir, es un hábito muy enraizado.

¿Tienes contacto con la literatura peruana?

Creo que hay una tradición poética peruana maravillosa. Vallejo es la figura más conocida, pero también están, César Moro, Eielson, Martin Adán, Oquendo de Amat, etc. Los últimos años empecé a leer a los novelistas peruanos. Un escritor tiene que ser un gran lector y conocer no solo su tradición, sino muchas otras. Por fortuna, en mi país leemos mucha literatura de América Latina y más allá. Un lector de verdad es fácil que conozca literatura rusa, francesa, latinoamericana, española, etc.

¿Tienes una rutina para escribir y leer?

No, a veces me preguntan cuándo trabajo, porque a veces mi vida es muy complicada, y digo que todo el tiempo, pero eso no quiere decir que me siente de tal hora a tal hora en un sitio y que reservo una parte del día para hacerlo. Aun sí dispusiera del tiempo no lo haría. Rara vez escribo muchas horas corridas, son pequeños periodos en los que voy anotando en mi libreta fragmentos de un texto y así se va construyendo. Están estructurados en mi cabeza antes de hacerse, el orden surge casi siempre con el libro muy editado, con muchas versiones y correcciones. En ese sentido trabajo todo el tiempo. Puedo estar en la calle, me siento, anoto algo, acá en Trujillo ya lo he hecho varias veces.

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El trabajo está en la edición del texto más que en la propia escritura...

Ahí nace. Me parece que el escritor aficionado piensa que es un acto emocional, casi catártico, eso es lo que produce, usualmente, cantidades inmensas de mala literatura. La idea del poeta que está emocionado y escribe es la definición de mala poesía, por eso utilizan un estilo anquilosado. Un texto siempre es un descubrimiento. Por lo tanto, es una búsqueda. Uno tiene una materia prima que son esas primeras versiones y uno tiene que trabajar incansablemente en un proceso de edición que parecería interminable.

Como la pintura…

Son capas que uno va poniéndole encima. Para mí es muy ingrato pasar en limpio la primera vez mediante el teclado. He aprendido a ser bastante rápido, pero no me gusta estar sentado doblado frente a un teclado. Prefiero estar cruzado de piernas sentado en el piso y escribir.

Además de cultivar la escritura, también eres pintor…

He sido artista plástico, tuve como doce exposiciones individuales, quizá vuelva a tener alguna. Trabajé muchos géneros: escultura, pintura, grabado, instalación y fotografía. En los años 90 estuve muy activo en eso, más que en la escritura, y en la década del 2000 en adelante fue como un regreso a la escritura. Por lo menos tres de mis libros anteriores son libros visuales, tiene un ensayo fotográfico y con otros elementos de grabado, diseño, etc. Libros como “donde” o “El deseo del lápiz” son un ensayo fotográfico que está presente entre las páginas del texto. Por ejemplo, en este último, son las fotos de los grafitis de las celdas de las cárceles abandonadas de San Juan. He estado siempre asociado a lo visual, saldrá en abril un libro nuevo que va a ser mi primer libro exclusivamente poético, se titula “Necrópolis”. Va a ser una propuesta visual con poemas iconográficos y una serie de dibujos que acompañan los textos. Todo eso es parte de crear capas que componen la experiencia completa de leer esos libros.

¿Cómo te cogió la noticia de haber sido premiado?

La sensación primera fue total irrealidad porque yo no sabía que se daba el premio para este año. Dos o tres días antes del premio me informaron por correo electrónico que estaba entre los finalista. Magnífico, eso ya es un premio en sí mismo, pero no le di mucho más pensamiento. El día que se falló el premio fue para mí un día normal, era el verano allá, acababa justamente de terminar la última página de un libro y me estaba parando de la cama sin saber qué iba a hacer cuando suena el teléfono. Me hacen esperar y luego me dicen que eran de Venezuela y me dan la noticia que había ganado el premio. Colgué y fue como si se abriera una compuerta de energía que avasalla, porque empiezan las llamadas, la prensa, estuve horas contestando el teléfono, declaraciones, entrevistas. Esa tarde tenía que ir a ver a unos periodistas, no tenía ni dónde recibirlos. No me había afeitado en tres días, tenía las chancletas más sencillas del mundo y en mi inocencia iba a ir así, por fortuna tuve la previsión de antes afeitarme y ponerme una camisa, porque ahora esas fotos están por todas partes.

¿Ha cambiado tu vida después del premio?

Se ha intensificado. Los últimos años era convocado con regularidad a sitios tanto en mi país como en otros. Era invitado como escritor a varias ferias del libro internacionales. Pero, evidentemente, el premio pone una lupa o un telescopio más en mi dirección y eso se ha intensificado muchísimo. Creo que son los propósitos de los premios, tratar de destacar algo para que se dé más atención. “Simone” estaba publicada más de un año antes del premio y se había vendido casi completamente la primera edición, pero del premio para acá han salido unas cuatro ediciones con más ejemplares que la primera. Tiene también sus paradojas porque todos se centran en la novela premiada y yo he publicado otros ocho libros que me interesan mucho más que “Simone”. Sí, se vende más, prácticamente todo se está agotando. Pero yo soy mucho más que “Simone” y para el lector no muy informado queda uno como que ganó el Rómulo Gallegos con esa novela y eso es todo lo que va a leer.

La ciudad es un personaje en tus novelas ¿qué representa San Juan para ti?

Ha sido mi lugar en el mundo. Es un lugar al que uno se acerca con sentimientos encontrados porque también es desagradable en muchos aspectos: desorganización, mal desarrollo, mala administración; pero, en Puerto Rico, se añade también la condición política que nos ha tenido limitados y aislados por tantos años. Mi trabajo ha querido honrar de alguna manera el dolor de esa ciudad y esos espacios. Estoy seguro que cantidad de trujillanos lo sentirán, los que sean escritores o artistas tratarán de alguna manera de transformarlo en una obra. Parte de mi ambición literaria consistió en tratar de darle una densidad artística a esa ciudad. Creo que las ciudades las construyen los artistas o escritores más que ingenieros, arquitectos o políticos. La imagen que tenemos de Nueva York no es del Nueva York real, es del cine, de la literatura estadounidense tipo novela policiaca de los años 50. París es un París que no existe hace mucho tiempo. Cantidad de latinoamericanos fuimos a París pensando que íbamos a encontrar el mundo de “Rayuela” que ni Cortázar vivió realmente. Pero queda una representación en las artes, que es más duradera que las que hacen los mismos alcaldes.

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¿Cuáles son esas limitaciones que mencionas respecto a la condición política de tu país?

Es el único  país de Latinoamérica que ha sido conquistado dos veces. Por lo tanto, ha estado y está a la merced de los intereses estadounidenses. Sería muy complejo explicarlo en pocas palabras pero ha creado una cultura de la dependencia. La economía portorriqueña está en quiebra, ni siquiera se puede ir a la quiebra como en otros países porque las leyes coloniales que lo atan a Estados Unidos le impiden ir a la quiebra. Está obligado a pagar, no puede renegociar la deuda. Entre los año 50 a 70 hubo una gran bonanza económica que fue un tanto artificial, pero desde los años 70 se ha ido, progresivamente, estancado. Logró una Constitución en 1952 que no altera fundamentalmente nada, pero le concede un gobierno autónomo: actuamos como un país independiente (elegimos a nuestros gobernantes), no tenemos una imposición desde arriba; es decir, hay imposiciones pero no viene un americano a decir qué hay que hacer, pero mientras el Gobierno Federal de Estados Unidos ha ido creciendo su injerencia ha ido limitando más y más la libertad de Puerto Rico. Con una economía en banca rota y abandono por la migración del país el único modo de supervivencia es a través de ayudas sociales, muchas de las cuales llegan de EEUU. La población ignorante siente que no puede sobrevivir sin Estados Unidos. Crea una sociedad estancada donde las personas comunes prefieren vivir en la miseria, por eso hay tantos problemas relativos a la droga, alcoholismo, obesidad que es a la vez desnutrición. Y ha generado una clase política depredadora, gente que llega a la política para migrar. 

Para el mundo hay una imagen postal de un Puerto Rico caribeño que le hace daño al mismo país.

Es una forma de invisibilidad, es lo que dije cuando estuvimos en la FIL Lima 2013, si ponemos las imágenes de Perú, que es un país muy complejo como todo país, nadie piensa en Trujillo o Amazonas, se piensa en Machu Picchu, Cusco, pisco sour, y a los turistas eso les basta. Es comprobar que Machu Picchu se ve igualito a la foto. La visión del caribe es una visión desde fuera, del turista. Sí, hay playas preciosas, es un país muy bello geográficamente y muy maltratado ecológicamente. Todo eso existe, pero eso no es la vida del puertorriqueño, ni del cubano, ni del dominicano. En  primer lugar, el calor es tan arduo como el frío. Sobrevivir al calor no es poca cosa, es un estado constante de incomodidad, sobre todo durante los meses calurosos que son nueve o diez del año. Un puertorriqueño va  a la playa y no hay una piña colada al lado suyo, la familia común y corriente no podría pagarse cuatro tragos y lo que tomen sus hijos.

¿Conociste Venezuela antes de la crisis? ¿Cuál es tu opinión acerca de la situación actual?

Solo he ido para recibir el premio. Creo que la situación es un asunto que deben resolver los venezolanos, cualquier cosa que yo diga no tiene gran valor. Pero, por mi experiencia de estar allí, me parece una sociedad muy conflictiva, está muy polarizada y lo que me pareció más desagradable es que es muy difícil conversar con cualquiera. La mayor parte no está interesada en quién eres tú, sino en comunicarte que su particular visión de la situación venezolana es la correcta. También hay gente maravillosa que incluso dentro del chavismo son muy críticos en algunos aspectos, y gente de la oposición que reconocía asuntos del proyecto del actual gobierno de Venezuela como positivos, pero muy minoritarios y con ellos sí se podía hablar. La gente está en la calle del hartazgo, pero no solo porque no encuentre papel higiénico alguna vez, sino por vivir ese perpetuo diálogo de sordos. Debe ser aterrador. Creo que tienen responsabilidad los dos bandos y que la sociedad venezolana tiene un reto enorme, la sociedad venezolana son todos y tienen que convivir y reconocer al otro.

¿Cuáles son tus palabras sobre la ciudad de Trujillo?

Me gustan las ciudades modestas, mi ciudad es muy modesta, mi mundo ha sido siempre modesto. Por otro lado, he estado en grandes centros del mundo y reivindico estos espacios donde no hay los prestigios usuales de las capitales. Aquí, en todas partes, hay gente luchando por expresarse, por entender la vida desde calles que no son famosas. Eso se siente en Trujillo y no es una mala cualidad, es lo que es. Creo que hay gente que trata de utilizar eso como material de creación y me parece extraordinario. Por otro lado, las particularidades de esas calles no son las de Lima por ejemplo, no hay la pretensión de la capital. 

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HOY ES EL ÚLTIMO DÍA DE LA III FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE TRUJILLO 2014. PARA VER LA PROGRAMACIÓN DE HOY ENTRE AL SIGUIENTE .

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