Sara Danius se enfrenta a la prensa luego de su  renuncia como secretaria permanente de la Academia Sueca. [Foto: reuters]
Sara Danius se enfrenta a la prensa luego de su renuncia como secretaria permanente de la Academia Sueca. [Foto: reuters]
Jorge Paredes Laos


El escándalo estalló en noviembre. En ese momento, la seria e inescrutable Academia Sueca fue remecida por los testimonios de 18 mujeres —recogidos por la periodista Matilda Gustavsson del diario sueco Dagens Nyheter— que denunciaban haber sido acosadas sexualmente y algunas violadas por un “prestigioso personaje” vinculado con la institución que desde 1901 otorga el Premio Nobel de Literatura.

En medio del revuelo que en esos días causaban las revelaciones del movimiento global #MeToo, las redes sociales y los medios de comunicación expandieron la denuncia. Se generó tal presión que se tuvo que revelar el nombre del acusado: se trataba del dramaturgo y fotógrafo francés Jean-Claude Arnault, de 71 años, quien hasta ese momento era una de las figuras más prestigiosas del medio cultural sueco; esposo de una de las integrantes del comité del Nobel, la literata y poeta Katarina Frostenson, y además director del club Fórum, una institución que recibía financiamiento de la propia Academia para promover la literatura y las artes.

Conocidos los hechos —de los que se tenían sospechas desde 1997—, la propia Academia ordenó una investigación y se destaparon otras perlas de Arnault. Aparte de presunto abusador, se descubrió que, rompiendo los códigos de reserva de la entidad, había filtrado en siete ocasiones el nombre del ganador del Nobel a la prensa, como sucedió en los casos de los franceses Jean-Marie Le Clézio, el 2008, y Patrick Modiano, el 2014, además de Bob Dylan, el 2016. Pero había más: Katarina Frostenson era copropietaria del club que dirigía su esposo y recibía dinero de la Academia en un claro conflicto de intereses. Y para agravar las cosas, varias de las vejaciones sexuales habían ocurrido en oficinas o casas administradas por la Academia en Estocolmo y París, y en el sótano del club Fórum, donde trabajaban mujeres jóvenes que —según un diario sueco— eran como las famosas chicas de Playboy pero con ropas decentes.

                              —Renuncias a la orden—
En medio de esta tormenta, las discusiones entre los miembros de la Academia —conocidos como “los 18 sabios”— se volvieron ásperas, tensas. Tres de sus integrantes varones —Klas Östergen, Peter Englund y Kjell Espmark, autor del referencial libro El Premio Nobel de Literatura— pidieron la expulsión de Katarina Frostenson, a quien acusaban de las filtraciones y de ocultar los delitos de su esposo. Como esto no prosperó, renunciaron.

Finalmente, ante las presiones, Frostenson se vio obligada a dejar su asiento 18 el pasado 12 de abril. Con ella también se fue la secretaria permanente Sara Danius, de 56 años, asiento siete y catedrática de la Universidad de Estocolmo, quien era conocida por ser el rostro que anunciaba cada año el premio.

Con estas renuncias, el comité del Nobel se quedó sin cuórum para futuras reuniones, pues el reglamento establece que como mínimo debe haber 12 participantes. Sucede que de los 18 integrantes ahora quedan solo 11, pues a las cinco recientes dimisiones, hay que sumarles otras dos anteriores: la de las escritoras Kerstin Ekman, quien se fue de la institución en 1989, y Lotta Lotass, quien simplemente dejó de asistir a las sesiones por discrepancias políticas.

Lo curioso de todos estos retiros es que son solo simbólicos, por decirlo de algún modo. Los rígidos estatutos de la Academia sueca establecen que sus asientos son vitalicios y que solo pueden ser reemplazados a la muerte de alguno de sus ocupantes. Como esto no ha ocurrido, no se pueden elegir nuevos miembros. En la página web de la ya bicentenaria institución () todavía figuran los nombres de los 18 integrantes, como si nada hubiera pasado.

El rey sueco Carlos XVI Gustavo —protector de la entidad— ha pedido a los académicos actuar “con responsabilidad” y ha dejado entrever que podría “completar” los estatutos para incluir el derecho a la renuncia.

                                       —Una escisión—
Todos estos hechos se han desencadenado en una temporada clave para la elección del Premio Nobel de Literatura. Como se sabe, entre enero y abril, el comité sueco suele deliberar las postulaciones enviadas por las distintas Academias, expertos y anteriores nobeles, y selecciona entre 15 y 20 nombres, los cuales son discutidos en diversas sesiones entre mayo y junio. De ahí quedan cinco finalistas, de los cuales sale el ganador en octubre. Hoy este proceso ha quedado interrumpido.

Consultado por El País, Mario Vargas Llosa ha reconocido que el escándalo ha provocado “una escisión muy fuerte” en la Academia, aunque inmediatamente ha tratado de poner paños fríos a la situación. “Sobre las denuncias, al parecer muy fundamentadas, debe pronunciarse la justicia, pero el escándalo no debería afectar a una institución que siempre ha gozado de un respeto y una audiencia universales. Han servido para reconocer la importancia de científicos fundamentales para la Humanidad y para hacer que la gente leyera a autores que no conoceríamos si no fuera por los premios. Quienes estamos afuera debemos pedir que se haga todo lo posible para que tanto los premios como la Academia no se vean afectados”, ha declarado el escritor. Pase lo que pase, la elección de este año estará contaminada de controversia.

¿Sobrevivirá el premio de Literatura a este escándalo? Alfred Nobel debe estar revolviéndose en su tumba.

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