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El Perú es un país que discrimina. Así lo dicen diversos estudios, y la percepción que tenemos es que se hace muy poco al respecto. Las causas son diversas y su tratamiento nos desafía como Estado y como sociedad. El racismo se ha instalado en nuestra cotidianeidad y está presente en nuestras frases y bromas, en los avisos publicitarios, en las convocatorias de empleo, en los programas de televisión, en la forma en que tratamos a los demás. Está tan presente que hemos olvidado lo urgente que es erradicarlo.

La actual gestión de gobierno ha establecido de manera explícita su compromiso con la eliminación del racismo y la discriminación. Es así que el presidente de la República, en su discurso de toma de mando, el premier y el ministro de Cultura, en diferentes espacios, han expresado su voluntad de contribuir con la solución de este problema que nos aleja de ese país moderno que deseamos.

Esta semana iniciamos la Intervención Nacional contra el Racismo, y la firma de un Pacto Público contra el Racismo en el Fútbol, que es una de las primeras actividades visibles de dicha intervención. Solo dos ideas importantes al respecto: la primera es que este problema requiere que todos nos movilicemos desde nuestros espacios y roles. Por ello, se apuesta por visibilizar el problema, entender cómo nos afecta y los mecanismos que tenemos para actuar ante ello. La segunda es que vamos a fortalecer la acción del Estado para poner a disposición de la ciudadanía servicios públicos de calidad, orientados a prevenir, atender y sancionar de manera eficaz. Esto implica, entre otros, servidores públicos capacitados para atender el problema, y entidades con procedimientos efectivos y pensados a la medida de nuestras necesidades. Ese país moderno que queremos requiere nuestro compromiso frontal contra el racismo.

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