Redacción EC

RENÉ ZUBIETA
Redactor de Sociedad

El caos del transporte público confabula contra los usuarios exacerbando sus estados de ánimo, ligándose estos al estrés por las condiciones de viaje y por situaciones personales. Y como suele verse en buses, coasters y combis, así como en paraderos o estaciones de Metropolitano, se desencadenan reacciones agresivas verbales y hasta físicas. Según especialistas, hasta impacta negativamente en la salud mental de la población.

Lo hemos visto en los últimos: el pasajero del Expreso 1 que agredió al chofer o la pelea entre un peruano y un español en otra unidad. También son cotidianas las discusiones dentro buses y hasta en las colas de los paraderos del Metropolitano o el tren eléctrico.

Y es que las condiciones para vivir en ese estado de tensión en las calles y vías -y para que este se incremente- parecen estar dadas. En esta Lima de 8 millones 693 mil habitantes, según el INEI, hay más de un millón 300 mil vehículos, de los cuales  más de 30 mil son para el transporte urbano en más de 450 rutas. El propio Plan Regional de Desarrollo Concertado de Lima 2012-2025 reconoce que esa realidad es excesiva y representa una sobreoferta.

SERIO IMPACTO
Especialistas consultados por El Comercio manifestaron que, en promedio, se pierden al día 4 horas por viajar en transporte público. La cifra coincide con un estudio de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA por sus siglas en inglés) y con un informe emitido en enero por el Banco Mundial, que se refiere a unos 400 millones de latinoamericanos que viven en zonas urbanas y desperdician el mismo tiempo. 

Un análisis hecho por Alfonso Florez Mazzini, gerente general de la Fundación Transitemos, detalla que una persona económicamente activa y que tenga por delante unos tres décadas de trabajo, pierde en ese tiempo aproximadamente 3 años y 4 meses de vida laboral. Pero si consideramos una vida laboral desde los 25 hasta los 65 años (edad de jubilación), se tendría que en 4 décadas, lo perdido llegaría a los 4 años y 6 meses.

Señalan además los especialistas que el problema en Lima es más agudo, por ejemplo, que en Santiago de Chile, donde hay metro subterráneo. Además, con todo la problemática se da un fuerte gasto económico.

“Las proyecciones dicen que hasta el 2015, si seguía todo como está -y sigue como está-, eran 8 mil millones de dólares”, comentó Adrián Revilla, presidente de la Asociación Cruzada Vial, respecto a los gastos a nivel general por pérdidas de horas hombre, combustible, accidentes de tránsito y la cobertura de daños materiales y humanos que estos generan. Esa cifra representa aproximadamente el 4% del actual PBI peruano.

Y los accidentes de tránsito, son otro cantar. Hubo 50.435 en Lima Metropolitana el 2013, de los cuales 506 fueron fatales, según indica Cruzada Vial en base a información del INEI y la PNP. En una entrevista anterior con este Diario, Alejandro Silva, defensor municipal de víctimas de accidentes de tránsito, reveló que en los últimos 10 años hubo 1.000 personas muertas y 10.000 se quedan accidentadas de por vida. Esas cifras, precisó, nos colocan como la ciudad con más altos niveles de accidentalidad, al igual que Ciudad de México y Caracas.

“No hay capacidad física de la ciudad para soportar tanto ingreso de los vehículos, máxime cuando los vehículos viejos no están siendo desechados […] “Ahora ya no podríamos decir que hay horas punta, el día es punta en algunos lugares al menos”, apuntó Alejandro Silva, defensor municipal de víctimas de accidentes de tránsito. Justamente el transporte público es el segundo problema más importante de la ciudad, según la última encuesta Lima Cómo Vamos. Este estudio señala que la mayoría usa combis o coasters para transportarse y que el 40,3% de la población percibe que

ÁNIMOS Y ESTRÉS EXACERBADOS
Con ese círculo vicioso, la ciudadanía se ve inmersa en el tráfico, el apuro por llegar su destino, las malas condiciones de los vehículos, la contaminación, los viajes ‘como sardinas’, empujones, reclamos airados, el maltrato de muchos transportistas y la excesiva velocidad. Ello -sumado a los problemas personales que cada uno pueda tener- hace que el usuario pueda sentirse más abrumado de lo que ya puede estar, avive su estrés o reaccione en distintos niveles de agresión de acuerdo a la personalidad.

Para Beatriz Oré, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, el peligro no es una persona que reaccione impulsiva o agresivamente -por ejemplo dentro de un bus ante un incidente-, sino lo que esta encuentra al relacionarse con su entorno. “Si afuera la sociedad está descontrolada, a una persona impulsiva le da más angustia, le genera estrés y le lleva a ser más impulsiva. Hay esa relación entre lo social y lo individual. Cuando lo social funciona, ayuda a que las individualidades se autorregulen y no tengan que defenderse”, dijo.

Silva Reina consideró que si un conductor exterioriza su agresividad y estrés con el manejo imprudente o el exceso de velocidad, los pasajeros pueden exacerbar su tensión al encontrarse con las dificultades señaladas al querer llegar lo más pronto posible a su destino. “Son expresiones evidentemente de un problema de tensión o de inclusive cierto desorden psicológico que está afectando a la población en su conjunto”, sostuvo.

“El pasajero quiere llegar a su destino, recibe maltrato del cobrador y quiere viajar dentro de márgenes de seguridad. El conductor pone música a alto volumen, corretea por más pasajeros, porque quiere juntar más dinero para pagarle el dueño, echar combustible y obtener ganancias. Entonces, enerva el estado de ánimo de los pasajeros. Por tanto, estos están predispuestos a actuar ante cualquier hecho en su contra, y reaccionan con ira y descontrol”, había señalado también Luis Quispe Candia, especialista en transporte de Luz Ambar.

La psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental, Patricia Albornnoz, precisó que un pasajero puede reaccionar impulsivamente –sin pensar si es adecuado o no- ante un estímulo de injusticia, que se podría sentir cuando viajamos en coasters o combis. Incluso si es una persona pasiva, puede desencadenar una reacción en caso guarde mucha agresividad y cólera que se desencadenan cuando hay una suma de situaciones.

“Es un peligro latente. Estamos viviendo días de mucha tensión, y ese tipo de personas representan un peligro. Si una persona hace alguna observación o corrección, puede terminar o insultada o hasta golpeada. Es mejor medirse y no meterse”, sentenció.

FACTOR DE LA SALUD MENTAL
Para Beatriz Oré, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la anarquía del transporte en Lima “es un factor que está asociado a la salud mental”. “Hay una relación, pero no es causa única. Es una manifestación más de la violencia, así como la de las escuelas, la familia, en las calles”, explicó. 

Por su parte, la psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental, Patricia Albornnoz, comentó que “es un factor de tantos que ya se agrava. Tenemos una población con trastornos mentales importantes, con tensión por estrés y niveles de insatisfacción importantes”.

Cabe resaltar que el Estudio Epidemiológico de Salud Mental en Lima Metropolitana y Callao 2012 realizado por el Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado – Hideyo Noguchi” da cuenta de que la cuarta parte de la población de Lima Metropolitana y Callao ha presentado algún desorden psiquiátrico en algún momento de su vida, y que una de cada 10 personas lo ha padecido o padece en el último año.

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