"Avenida Larco": de regreso a los 80 [CRÍTICA TEATRAL]
"Avenida Larco": de regreso a los 80 [CRÍTICA TEATRAL]

Avenida Larco” lo tiene todo para convertirse en el musical del año. Una producción impactante, un reparto carismático y una banda sonora emblemática de rock nacional. Algo más, intenta afirmar una identidad nacional en el teatro musical. Producida por Tondero, la obra centra su argumento en tres amigos decididos a convertirse en músicos en un medio convencional y hostil: la Lima de los años 80, no muy diferente a la del siglo XXI. El director no podía ser otro que Giovanni Ciccia, quien no solamente conoce perfectamente el material musical utilizado sino que es parte de una generación que vivió la época que retrata la obra. Sin duda es Ciccia quien imprime certeza en el relato. A partir de ello, el montaje luce vivo, intenso y divertido. 

Pero no todo brilla en esta aventura. Falla la dramaturgia. Sobre todo porque a medida que la obra avanza empieza a abordar temas bastante más complejos que la premisa inicial. A la historia de los tres amigos se suma una conspiración terrorista y un plan antisubversivo bastante cuestionable. Es cierto que no podemos dejar de mirar los años 80 sin pensar en la realidad política que nos tocó vivir. Porque la misma escena musical de entonces reflejaba justamente una sociedad convulsionada y herida en lo más profundo. ¿Pero le toca a una comedia musical internarse en el tema? Por supuesto que sí, pero con un dramaturgo oportuno y capaz de utilizar las herramientas que el género provee. En “Avenida Larco” todo el tema político resulta ingenuo y superficial. Nunca llega a tocarnos, solamente compone el elemento antagónico que necesita la trama. Mejor desarrollado está el tema de la aceptación homosexual, aunque solo es posible abordarla en esta época. En la década que retrata las cosas habrían sido bastante diferentes. 

Por supuesto, después de la banda sonora, son las interpretaciones de los tres protagonistas la principal atracción del espectáculo. Juan Carlos Rey de Castro, Andrés Salas y Carlos Galiano lo dejan todo en el escenario. Es conmovedor ver a tres actores jóvenes entregarse de tal manera a sus papeles. A ellos se suma con buena disposición el resto del elenco, especialmente Nicolás Galindo. El punto de inflexión surge a partir de la aparición de Andrés Silva, que logra revitalizar la escena, que para entonces ya se encuentra estancada en una repetición de números musicales. Los personajes femeninos son más esquemáticos, especialmente Gisela Ponce de León y Mayra Goñi

Quiero destacar la presencia de Andrés Salas, que logra el mejor papel de su carrera. Tras varios años en el oficio y una serie de interpretaciones, en esta oportunidad puede desarrollar un personaje más amplio y que saca adelante con absoluta convicción. Cada movimiento sobre el escenario es oportuno y tiene la precisión necesaria que resulta tan valiosa para el género musical. 

El cuerpo de baile se luce desde que aparece. La coreografía de Vania Masías es exigente y deslumbra al público. Puede resultar repetitiva pero así también es la obra, sobre todo en la primera parte. 

Lo que me lleva a pensar que un recorte no le vendría mal a “Avenida Larco”. El primer acto es muy repetitivo en la sucesión de números musicales. La trama se desarrolla brevemente y la propuesta es redundante. Y en el segundo hay demasiada información, lo que propicia un desenlace apresurado y poco convincente. Una duración de más de tres horas es mucho tiempo. Tal vez se justifica en una ópera con dos intermedios, no porque pensemos que sea más valiosa en términos culturales, sino porque su estructura dramática está constituida para eso. 

“Avenida Larco” tendría que replantear su estructura para que mejore el ritmo y el impacto de la historia sea contundente. Y si quedan canciones a un lado, esto se podría resolver con un medley al final de la obra. Un regalo para el público.

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