Reino Unido: así fue el primer robo de bitcoines a mano armada. (AFP).
Reino Unido: así fue el primer robo de bitcoines a mano armada. (AFP).
Enrique Castellanos

Hace seis meses, Jamie Dimon, el CEO de JP Morgan, el mayor banco estadounidense, declaró que el bitcoin era un fraude y amenazó con despedir “por estúpido” a aquel empleado que invirtiese en esta criptomoneda. El señor Dimon debe haberse comido sus palabras hace unos días, pues el mismo JP Morgan acaba de publicar un detallado documento sobre el tema, analizando la tecnología, oportunidades y riesgos de las monedas digitales.

El bitcoin, la primera criptomoneda, salió al mercado a comienzos del 2009 y en la actualidad ya coexiste junto a unas 1.500 en el mundo. Solo hablando del bitcoin, a pesar de sufrir duras críticas y varias crisis durante estos 8 años, su cotización se ha multiplicado ¡en más de 40.000 veces!

Pero cuidado. Este astronómico crecimiento ha sido acompañado de una vertiginosa volatilidad que haría palidecer al más avezado inversionista. En diciembre último, la cotización del bitcoin rozó los 20.000 dólares; en enero la misma se derrumbó a 6.000 dólares y; en estos días, ha vuelto a subir a 10.000 dólares.

Sin embargo, más allá de la especulación financiera, lo más valioso y revolucionario de las criptomonedas es el blockchain, la nueva tecnología que ha posibilitado su desarrollo. El blockchain (o “cadena de bloques”) es, en corto, un sistema de registros o base de datos digital mejorada.

¿Cómo funciona? Imaginemos que en un aula una profesora reparte 100 soles a cada uno de sus 30 alumnos y luego escribe los nombres y la cantidad recibida por cada uno en la pizarra. Cada vez que un alumno paga o recibe dinero de otro, uno de ellos actualiza la pizarra mostrando los nuevos movimientos y saldos. Es obvio que este método tradicional de registro enfrenta múltiples riesgos: alguien podría borrar accidentalmente la pizarra, se podría equivocar al momento de registrar las transacciones o hacer trampa apuntando operaciones a su favor.

Ahora bien, pensemos que para evitar estos problemas, un día llega la profesora y reparte 30 pizarras electrónicas personales. Estas tienen un programa incorporado que permite que cada vez que un alumno –siguiendo un protocolo– registra una operación, las 30 pizarras se actualizan al mismo tiempo.

La bondad del sistema es que muestra la misma información actualizada y aceptada por todos de manera descentralizada. Si una pizarra se rompe, no pasa nada, la data está en las otras. Si alguien intencionalmente no apunta una transacción o esta no esta confirmada por las partes, el sistema se bloquea y no avanza hasta que todas las pizarras muestren información uniforme y correcta.

En nuestro ejemplo, la pizarra física serían los bancos centrales con su contabilidad centralizada y potenciales fallas (por ejemplo, la última crisis financiera mundial o la hiperinflación peruana de la década de 1980); mientras que las pizarras electrónicas equivalen al blockchain: una base de datos descentralizada, encriptada y secuencial en la que, en vez de un único libro contable, tenemos un set de libros consistentes entre sí y actualizados en tiempo real.

Entonces, el gran avance tecnológico es el blockchain y no necesariamente las monedas digitales. El blockchain, aún en constante evolución, es un desarrollo tangible y real. En contraste, las criptomonedas tienen todavía que demostrar que pueden constituirse en una nueva forma de dinero, es decir, servir de medio de cambio, unidad de cuenta y forma de atesoramiento.

No obstante, las criptomonedas, al ser de las primeras aplicaciones del blockchain, han capturado el valor de este desarrollo y han sido el medium por el cual osados inversionistas son ahora nuevos millonarios. No se sabe aún si las criptomonedas perduren o se esfumen en el tiempo; pues al ser el blockchain, una tecnología muy joven y en constante mutación, con seguridad hará giros y disrupciones insospechadas en el futuro.

Eso sí, cada día hay más curiosos en el mundo de las criptomonedas. En esa medida, existe actualmente en el mundo una frenética carrera por ser el primero en desarrollar un vehículo financiero que permita a cualquier persona invertir en monedas digitales de manera eficiente y confiable.

Históricamente, el statu quo siempre ha puesto barreras a las nuevas ideas. Ergo, que a nadie sorprenda que el sistema financiero tradicional y sus reguladores, como los fariseos a Jesús, miren con desdén y recelo al blockchain y las criptomonedas. Pero abracemos el espíritu anarquista y libertario de estas nuevas tecnologías: el bitcoin, Ethereum, Z-cash y otras aplicaciones aún desconocidas del blockchain pueden sorprendernos y –Dios nos perdone– hacernos “ganar alguito”. Sobre todo si tenemos los bolsillos y el estómago para aventurarnos en el “cripto espacio”.