Nada que esperar, por Hugo Guera
Nada que esperar, por Hugo Guera
Hugo Guerra

Esperar algo positivo del mensaje presidencial de mañana sería irracional. Pese a su soberbia, Humala no tiene la capacidad (en realidad nunca la tuvo) para darle un giro a este gobierno, que pasará a la historia como uno de los más ineptos de nuestra república.

A lo largo de cuatro años de mandato, con una carencia del liderazgo que se necesita para conducir al Perú, el seudonacionalismo de este comandante ha desestabilizado aun más la frágil institucionalidad democrática. La causa mayor es haber permitido que su esposa, Nadine Heredia, constituya un poder paralelo al Ejecutivo; y, bajo el pretexto de que ella es presidenta de su partido, ha pretendido introducir el concepto inaceptable de un gobierno ‘familiar’.

A partir de esa instancia, y a lo largo de 48 meses, el humalismo traicionó su ‘gran cambio’, la hoja de ruta y la alianza con los artífices de su triunfo electoral. Lanzó, asimismo, una confrontación virulenta y gratuita contra la oposición generando una sostenida tensión política dentro de la cual ha sido imposible cualquier fórmula concertadora. En medio del enfrentamiento, vía facultades delegadas, iniciativas legislativas y manipulación de su bancada (hoy en desbande), se impusieron medidas equivocadas a espaldas del Parlamento y de los sectores directamente afectados. Allí están los ejemplos nefastos, por solo mencionar algunos, del cambio institucional en las FF.AA., las dos reformas erráticas de la Policía Nacional, la ‘ley pulpín’ y la nueva ley universitaria.

La corrosión institucional ha estado acompañada por todos los indicios de corrupción ya ampliamente conocidos: desde el financiamiento chavista en la campaña del 2006 hasta los casos de López Meneses, Belaunde Lossio y las llamativas finanzas de la señora Heredia. A eso debe sumarse la desvergüenza del espionaje interno masivo de la DINI sin que nadie haya sido sancionado.

En el plano de gestión, entre el 2011 y lo que va del 2015 el humalismo es responsable de desperdiciar muchas oportunidades que el Perú había acumulado para proyectar su salida del subdesarrollo. Debido a la irresponsable apuesta por un inexistente piloto automático en el sector Economía y Finanzas, hoy estamos sumidos en recesión, con expectativas de crecimiento mínimo y embarcados en proyectos absurdos como el de la refinería de Talara. Entre tanto, correlativamente a la falta de definiciones presidenciales los proyectos mineros están a la deriva y el stock de inversiones de hasta 70 mil millones de dólares no se realiza a espera de que cesen la incertidumbre política y la inseguridad interna. De modo que casi todos los programas de ‘inclusión social’ son una forma de asistencialismo insostenible si el país no avanza.

A Humala no debemos ‘agradecerle’ que, pese a todo, se haya mantenido el sistema democrático porque esa es su obligación constitucional. Tampoco debemos saludarlo por el respeto a la libertad de prensa, pues solo la acepta a regañadientes. En cuanto a los sectores que sí han cumplido, hay pocas excepciones, y quizá la mejor es Educación, sobre todo por la gestión del ministro y no por el apoyo presidencial.
Así, al margen del simbolismo patriótico, apenas debemos celebrar que solo le queda un año a este mal gobierno.