maritza garcía
maritza garcía
Juan Carlos Tafur

La congresista Maritza García, integrante de Fuerza Popular, no tiene remedio. No solo la engalana una visión retardataria de la condición de género sino que, además, se muestra incapaz de darse cuenta del grosero error de percepción que alberga.

Por cierto, de sus particulares taras morales y cognitivas deberá hacerse responsable ella y buenamente intentar superarlas si así lo considera. Pero, entre tanto, lo que no es admisible es que ocupe un cargo como el que tiene, nada menos que presidenta de la Comisión de la Mujer y Familia del Congreso de la República.

En un país enfermo de machismo como el Perú se requiere que las cabezas de instituciones como el Ministerio de la Mujer, el Ministerio Público, el Poder Judicial, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Interior… y la Comisión de la Mujer del Congreso sean personas capaces de entender la dimensión del problema que se tiene al frente respecto de la violencia de género que nos identifica.

Su caso, sin embargo, no es aislado. Así como ella hay sinfín de congresistas naranjas vinculados a posiciones ultraconservadoras. Y no se puede decir que no hayan funcionado los filtros de selección de candidatos al Congreso de Fuerza Popular. Por lo que se conoce, se trata de una decisión consciente y premeditada de Keiko Fujimori la de darle cabida a estas posturas en el seno partidario.

Supuestamente, el fujimorismo se hallaba inmerso en una situación de tránsito ideológico, de la derecha socialpopulista de los 90 hacia una agrupación de centro liberal. Así lo afirmaban, en todo caso, algunos destacados voceros naranjas. Y la propia Keiko parecía encaminarse a ello, en su afán de marcar distancia de su padre.

Es lamentable constatar que habría habido en ese sentido una involución. El fujimorismo de Keiko es más conservador que el de su padre. Mucho de lo hecho en los 90 hoy sería considerado caviar por las barras bravas del keikismo. Y si bien Alberto Fujimori cobijó en sus inicios en Cambio 90 a importantes sectores evangélicos, más temprano que tarde se desembarazó de ellos.

Queda pendiente escudriñar si estamos solo ante una infiltración rentada de estos representantes de iglesias conservadores en el fujimorismo o la propia Keiko avala y comparte sus criterios morales.

Es verdad que hay una potente base popular conservadora en el Perú. Por sinfín de razones el pueblo peruano se ha conservadurizado en las últimas décadas. Pero cabría esperar de un partido político que se quiere mostrar como moderno y futurista, la capacidad de hacerle frente a las erradas convicciones del propio pueblo al que busca representar. Si la ecuación “la voz del pueblo es la voz de Dios” fuera cierta, entonces mejor que muera la política y le entregamos el poder a las encuestadoras.

Se espera que hoy en la reunión de la bancada de Fuerza Popular se decida el retiro de la congresista de marras de esa presidencia. Dicha decisión servirá para saber si su protagonismo ha sido un error o es un síntoma preocupante.

La del estribo: a ver si el ministro del Interior para el partido de Perú versus Nueva Zelanda no cierra las calles aledañas al estadio, inclusive al tránsito peatonal, en el afán de facilitar el estacionamiento de ministros y autoridades del Gobierno. Que vayan como ciudadanos comunes y corrientes. No se puede expropiar una calle para uso privado.