El sábado Hong Kong cumplirá veinte años de ser gobernado por la dictadura de Beijing. Es sorprendente que el territorio siga siendo uno de los lugares más libres del mundo tras su devolución por parte de Gran Bretaña. No es sorprendente que, en la medida en que China se vuelve más autoritaria, los derechos de los hongkoneses se han debilitado y surja incertidumbre sobre su futuro político.
En todo caso, Hong Kong está por brindar lecciones importantes sobre la relación entre el progreso humano, políticas públicas y régimen político. Desde un inicio, la ciudad ha brindado dichas lecciones, pues en la historia económica Hong Kong ha sido un caso inesperado de desarrollo espectacular.
Ni los chinos ni los británicos consideraban que Hong Kong tenía mucho valor cuando Gran Bretaña lo adquirió en 1842. Lord Palmerston entonces declaró que era “una isla estéril, que nunca será un centro de comercio”. Por la poca importancia que le dieron y por un inicial desprecio hacia los chinos, los nuevos colonizadores proporcionaron no mucho más que el Estado de derecho.
Para el siglo XX, el imperio de la ley y el papel limitado del Estado hicieron toda la diferencia. En la posguerra, Hong Kong ha sido el lugar con mayor libertad económica en el mundo. Moneda estable, apertura al comercio y capital exterior, gasto público y regulaciones burocráticas mínimos hicieron que el ingreso per cápita de Hong Kong se disparara. De ser equivalente al de algunos países africanos en 1960, llegó a superar hoy al de Gran Bretaña por 38%. Hong Kong logró altos niveles de libertades civiles y personales y de desarrollo humano.
En el camino, derribó mitos que formaban parte del consenso entre los expertos en desarrollo. Hong Kong se volvió próspero sin gozar de recursos naturales, sin contar con planificación central ni ayuda externa, experimentando un incremento notable de la población y teniendo que importar prácticamente todo lo que consume. Se evitó el gasto deficitario y se minimizó el endeudamiento. Y tal como observó Peter Bauer, los millones de migrantes chinos poco calificados que llegaron a Hong Kong comprueban que el éxito económico no se debe a la educación formal, sino a otros factores como la actitud de la gente ante las oportunidades económicas. Todo esto se hizo en un Estado colonizado y sin democracia.
Hoy la situación es diferente. Bajo el esquema de “un país, dos sistemas”, Hong Kong tendría que haber acelerado su democratización. Pero Beijing teme un ejemplo democrático en China, por lo que lo está reprimiendo. En el proceso, está debilitando el Estado de derecho, la prensa libre, las libertades civiles y hasta el mercado libre. A través de presiones económicas, Beijing ha coaccionado a los medios y grupos empresariales y se sospecha que influye en agencias y cortes supuestamente independientes. Sus agentes han secuestrado a personas en Hong Kong. Reporteros sin Fronteras y otros grupos han documentado un alto nivel de autocensura en la prensa en Hong Kong.
Es posible, como dice Derek Davies, que la gobernanza de Hong Kong funcionó bien bajo los británicos por el hecho de que las autoridades en el territorio tuvieron que responder a una democracia en Londres y fueron sensibles frente a su cuestionable legitimidad.
Hoy, es probable lo que observa “The Wall Street Journal” en Asia: que los hongkoneses que protestan a favor de la democracia lo hacen para que funcione como un baluarte contra el autoritarismo chino. La lucha por la libertad en Hong Kong seguirá siendo un reflejo de la situación política en China.