El negocio está en la adenda, por Fernando Rospigliosi
El negocio está en la adenda, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

De manera similar a lo que ocurrió con la Interoceánica a principios de la década pasada, manifestaciones y bloqueos de carreteras fueron el preámbulo para que el gobierno apruebe y justifique la construcción del cuestionado aeropuerto de Chinchero.

El periodista Nick Asheshov, que vive hace muchos años en Urubamba, ha resumido así las cosas: “Un proyecto corrupto es un proyecto malo. Uno de estos es la propuesta del aeropuerto en Chinchero, Cusco. Chinchero es peligroso, además de estar plagado de coimas, de ingeniería pobre e incompleta. Sus características incluyen el típico lenguaje legal, deliberadamente incomprensible, y finanzas pantanosas. No se necesita el proyecto, está en el lugar equivocado” (“Caretas”, 2/2/17).

Según Asheshov, por la altura, más de 3.700 metros sobre el nivel del mar (casi como El Alto, en La Paz), Chinchero nunca será un aeropuerto internacional “porque los aviones no pueden despegar a esas alturas con una carga máxima de combustible y pasajeros. Puedes optar por un tanque lleno y solamente algunos turistas o un montón de turistas y algunos galones de combustible, suficientes para bajar el cerro”. Es decir, para llegar a Lima.

Además, Asheshov recuerda que la principal atracción del Cusco, Machu Picchu, ya está al límite de su capacidad, no puede recibir más turistas. Es ilusorio, pues, que se pueda duplicar o triplicar la llegada de visitantes con el nuevo aeropuerto.

El otro gran tema es que siendo –supuestamente– una asociación público-privada (APP), el consorcio Kuntur Wasi, que ganó la licitación, debería conseguir la financiación para la obra. Pero no pudo. Prometió hacerlo para setiembre del 2015 e incumplió. Luego para abril-mayo del 2016. Tampoco lo logró.

El año pasado la revista especializada “Semana Económica” explicó que el motivo es que su solvencia es discutible: “Andino Investment Holding (AIH), accionista de Kuntur Wasi –concesionario del proyecto–, atraviesa por su peor momento financiero. El año pasado cerró con pérdidas por S/7,8 millones y Fitch le quitó el grado de inversión al bono que emitió en el 2013 por US$115 millones. Ahora necesita financiar Chinchero y el mercado le exigirá mayores garantías. Su opción es que el Estado lo respalde con un modelo que le permita levantar capital mientras construye el proyecto. Pero Ositrán considera que dicho esquema genera un compromiso innecesario para el Estado. Mientras tanto, corre el tiempo y el plazo de AIH vence en julio [del 2016]” (8/3/16).

En julio del 2016 no habían conseguido el financiamiento y el gobierno de Ollanta Humala le pateó el fardo al siguiente.

La exorbitante tasa de interés que querían cobrarle a Kuntur Wasi se explica por su situación financiera.

Si la empresa que ganó la licitación en el 2014 no tenía las condiciones para hacerse cargo del proyecto, ¿cómo lo hizo? María Cecilia Villegas tiene una explicación: “Tal como ha sido desarrollado el marco legal de las APP en varios países, incluido el Perú […] propicia las oportunidades para prácticas corruptas. Así los inversionistas presentan propuestas temerarias y luego de celebrado el contrato buscan su renegociación a través de adendas, generando mayores beneficios para el privado” (“Correo”, 28/1/17).

Al gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia, que firmó el contrato, no le interesaba el perjuicio que sufriría el país. La hermana de Humala, la enfermera Ivoska, que vive en Suiza hace décadas, pero al parecer tiene visión de lince, compró en el 2012 y el 2013 dos terrenos colindantes cerca de Chinchero, en total más de 15.000 metros cuadrados, por 345.000 dólares. Según el diario “Correo”, luego que se realizó la licitación en el 2014 y se anunció la construcción del aeropuerto, los terrenos se revalorizaron astronómicamente y están avaluados en cinco millones de dólares (3/9/15).

Ivoska es a Ollanta y Nadine lo que Eva Fernenbug a Alejandro Toledo y Eliane Karp.

Otro negocio similar es el que se producirá cuando se abandone el actual aeropuerto del Cusco, Velasco Astete, para reemplazarlo por Chinchero, como hace notar Asheshov: 240 hectáreas a pocos minutos del centro que valdrán una fortuna para los bienaventurados que se hagan de ellos, probablemente con procedimientos parecidos.

En suma, muchas ganancias que beneficiarán a unos pocos, respaldados por las masas populares ilusionadas con la llegada de una edad dorada gracias a la obra mágica. Vieja historia con nuevo nombre.