Macarena Costa Checa

En las últimas semanas, me crucé con una tendencia que se repite cada cuantos años: alguien pasea por las calles de Lima con una foto de Abimael Guzmán y pregunta a jóvenes si reconocen al hombre de la foto. La mayoría responde que no. Estoy segura de que la respuesta sería la misma si la pregunta fuese: “¿Sabes algo sobre la masacre de Uchuraccay?”.

El 26 de enero de 1983, hace 41 años, ocho periodistas fueron confundidos por senderistas y asesinados por la comunidad, que venía organizándose para defenderse de . Los siguientes meses estarían marcados por aún más muertes en Uchuraccay, la mayoría a manos de Sendero Luminoso. En 1984, la comunidad ya no existía, pues los sobrevivientes optaron por abandonarla. Esta no es sino una de las miles de que caracterizaron esos sangrientos años en el Perú. Años que, de distintas maneras, marcaron las vidas de todos los peruanos que los vivieron.

Volviendo a los jóvenes de hoy, estos videos resurgen de vez en cuando para demostrar la brecha generacional que existe en el Perú. ¿Por qué tantos jóvenes peruanos viven ajenos a una historia que de seguro afectó la vida de sus padres o abuelos? ¿Por qué conocemos tan poco sobre hechos que hace tan poco hirieron a nuestro país de manera profunda?

Debo aclarar que no considero que los jóvenes sean culpables de esto. El país le está fallando a su juventud en más maneras de las que puedo contar. Una de ellas es en el saber inculcar un sentido de memoria colectiva respecto de una época que muchos no vivimos en carne y hueso.

Los peruanos que nacimos y crecimos a finales de los años 90 y los 2000 lo hicimos en un Perú que había escapado de las garras del terrorismo, pero que aún llevaba las cicatrices de un pasado muy reciente. Nos criamos en un ambiente de paz, pero con una comprensión limitada del conflicto que había sacudido al Perú pocos años atrás.

Los jóvenes de hoy no son entidades aisladas; su existencia y comprensión del mundo están profundamente enraizadas en el tejido histórico y cultural de su entorno. Entender el presente, con todas sus complejidades y desafíos, requiere una comprensión holística de cómo la sociedad, la cultura y el sistema político han evolucionado a lo largo del tiempo.

Para fomentar la ciudadanía y cultivar ese sentido de pertenencia que tanta falta nos hace es esencial que nuestra juventud ejerza propiedad sobre la historia de su propio país. El conocimiento y la comprensión de nuestro pasado son las herramientas más poderosas para evitar la banalización, distorsión y politización de la historia.