Editorial: Liderazgo de plaza
Editorial: Liderazgo de plaza

La carrera electoral ha puesto de manifiesto que ningún candidato tiene un diagnóstico exhaustivo y menos una receta clara para resolver el problema de la minería paralizada. 

La semana pasada, el discurso “conciliador” del candidato de Todos por el Perú, Julio Guzmán, tuvo un choque frontal con la realidad en Arequipa. Luego de hablar de las condiciones que exigiría al proyecto de Tía María, terminó nerviosamente concediendo a la gente que lo rodeaba en una plaza y le mostraba su rechazo al proyecto. Lo que empezó en un discurso de por sí bastante genérico que invocaba al diálogo como premisa para la viabilidad del proyecto, terminó en un contradictorio “Si el pueblo dice no va, entonces no va”. 

La candidata Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, por su lado, prefirió durante sus mítines en Cajamarca rechazar el proyecto Conga antes que enfrentar al segmento electoral local o la crítica de otros candidatos. “Así, el proyecto Conga no se puede dar” y “Por ahora, no” fueron sus respuestas sobre el emblemático proyecto paralizado. 

Para el candidato Alfredo Barnechea, de Acción Popular, “ha faltado un Estado que regule bien y una visión más inteligente de parte de las mineras”. “Ha faltado –agregó– una visión integral y liderazgo para hacer estas cosas”. Se trata, pues, de una declaración lírica, cuya falta de contenido preocupa si su diagnóstico del problema es precisamente la ausencia de liderazgo y soluciones. 

Enfrentados a un micrófono y una plaza opositora, los candidatos suelen en el mejor de los casos esquivar un tema difícil, pero no menos importante, pues la minería bordea el 12% del producto bruto interno (PBI) y tiene, además, un impacto directo e inmediato sobre la economía del país.

Durante el año pasado cada vez que aumentó la tasa de crecimiento de las actividades extractivas, creció correlativamente el PBI peruano. En el cuarto trimestre el crecimiento del país “estuvo sustentado principalmente por el buen desempeño de las actividades extractivas (11,7%) y de servicios (5,1%)”, según el último informe técnico del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).

La minería, asimismo, es una actividad capaz de atraer inversiones de decenas de miles de millones de dólares del extranjero para el aprovechamiento interno. Y los beneficios de la minería se perciben en otros sectores. Según estimaciones del Instituto Peruano de Economía (IPE), por cada puesto de trabajo generado en el sector se crean nueve empleos en otro sector económico. Y el 14% de la producción del sector manufacturero peruano es adquirido por la industria minera. En suma, en los proyectos mineros hay mucho más en juego que los propios minerales que se extraen.

Pese a ello, el país se da el lujo de tener 22 mil millones de dólares de inversión paralizada, según las cifras del Banco Central de Reserva de setiembre del año pasado. El proyecto Conga por sí solo representa una inversión de casi 5 mil millones, mientras que Tía María, por su lado, bordea los 1.400 millones. No son los únicos casos, pero son muy representativos del problema que sufre el país, y que los candidatos escogen ignorar.

El problema de la minería es serio e inmediato. El país necesita crecer a ritmos sostenidos para poder vencer la pobreza. No se puede excluir a la minería y su aporte a la economía solo por temor o debilidad electoral.

La falta de liderazgo de los candidatos frente a este problema es evidente y penosa cuando se constata que el discurso cambia dependiendo del auditorio. Un verdadero líder no es, pues, el que sigue a las masas para obtener su aprobación, sino aquel que atrae a la mayoría con su propia autoridad moral y la honesta convicción sobre su mensaje. El país no necesita zurcidores de distintos segmentos electorales, sino de líderes que sean capaces de dar mensajes responsables y atractivos sobre el futuro de largo plazo.

La suerte del desarrollo y crecimiento del país está estrechamente vinculada a lo que vaya a suceder con los grandes proyectos de inversión minera. Si los candidatos se inhiben de desarrollar cualquier plan o acción al respecto, simplemente se inhiben de conducir al país, a cambio de una momentánea popularidad de plaza.