Editorial El Comercio

“Estaré, como siempre, diciéndole la verdad, no solo al Ministerio Público, sino al Perú en general”, afirmó el viernes pasado la presidenta Dina Boluarte a propósito del caso de sus relojes de alta gama, uno de los recientes escándalos que han sacudido su administración en las últimas semanas y por los que la ciudadanía sigue esperando una explicación coherente. “Estaremos asistiendo a la fiscalía con la verdad, como siempre he dicho; no le corro a ella porque la tengo en mi ADN”, añadió. Una semana después, tanto la fiscalía como el país continúan esperando esa “verdad” que ella se ufana de llevar en los genes.

El miércoles, el fiscal adjunto supremo Hernán Mendoza, perteneciente al área de Enriquecimiento Ilícito del Ministerio Público, compareció ante la Comisión de Fiscalización del Congreso de la República y reveló que la mandataria “frustró” las diligencias que la entidad había preparado para observar los mentados relojes, así como también el interrogatorio que ella debía responder el martes en la oficina del fiscal de la Nación, Juan Carlos Villena. Y no solo eso. Según el magistrado, un equipo de la fiscalía visitó ayer el domicilio de la jefa del Estado, en Surquillo, con el objetivo de que ella o cualquier otra persona les mostrara los relojes de lujo... pero nadie les abrió la puerta.

“El comandante de la División de Seguridad [de la Policía Nacional del Perú] se comunicó en ese momento y nos indicó que podíamos ir hasta la Presidencia [es decir, Palacio de Gobierno], que en el lugar nos iban a recibir, [pero] tampoco nos han recibido”, agregó. Poco después, además, se supo gracias a un documento remitido por el fiscal de la Nación –al que accedió este Diario– que la presidenta pidió más bien que le permitieran exhibir los relojes Rolex recién en 15 días. Según alegó su defensa, ello debido a la “recargada agenda” de la mandataria... Un argumento que tenía el objetivo de ser astuto, pero que fue rápidamente desbaratado por la realidad. El abogado de la presidenta, Mateo Castañeda, envió un itinerario al fiscal de la Nación en el que, por ejemplo, aseguró que el martes y miércoles de esta semana su clienta tenía actividades en Cajamarca y Trujillo, respectivamente. Pero no asistió a ninguna de ellas.

A estas alturas, han pasado tantos días desde que afloraron los cuestionamientos sobre sus costosos relojes que pareciera que si la presidenta ha callado al respecto es porque está preparando una versión verosímil con sus abogados y no, como ella dice, el relato fidedigno sobre el origen de los mismos.

Por lo demás, no es este el único caso que debe aclarar ante los ciudadanos y las autoridades. Este Diario reveló el domingo que, según un reporte de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), entre el 2016 y el 2022 ingresaron S/1,1 millones a cuentas de la hoy presidenta cuyo origen es desconocido y que la entidad financiera presume que “podrían estar ligadas al delito de lavado de activos”. Esa misma noche, el presidente del Consejo de Ministros dio un mensaje televisado en el que ensayó un ejercicio aritmético para tratar de quitarle peso a la denuncia que, sin embargo, solo terminó por enredar más las cosas. De la señora Boluarte, sin embargo, no hemos escuchado ni una sola palabra.

Tampoco ha dicho nada sobre la denuncia de “Punto final” de que el auto asignado a ella fue visto hace poco más de un mes cerca del último lugar donde se supo que Vladimir Cerrón, su compañero en la plancha presidencial de las elecciones del 2021, estuvo escondido. Cerrón, como se sabe, va camino de cumplir seis meses en la clandestinidad.

Tal parece que la mandataria cree que no está en la obligación de darle explicaciones ni a la fiscalía ni al Perú, como si ello fuese una facultad de la función presidencial y no, como es en realidad, una obligación dado su alto cargo. Mientras ella calle, sin embargo, las sospechas solo crecerán y la sensación de que todavía tiene mucho que ocultar también. No olvidemos que el silencio fue una de las características del gobierno de Pedro Castillo y mal haría su sucesora en seguir ese mal ejemplo.

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