Peatón Go, por Marco Sifuentes
Peatón Go, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

“Hemos estado tratando de hacer ciudades para peatones durante años. Pokémon Go lo hizo de la noche a la mañana”. Ese es el emocionado titular de un especial del Huffington Post sobre cómo el novedoso juego de realidad aumentada está impactando en la disminuida realidad de la ciudades tomadas por los automóviles. O, como dice el no menos bombástico subtítulo: “Cómo atrapar a Pikachu te puede dar una idea de cómo es la vida en París”.

A estas alturas, ningún urbanista duda de la superioridad de las ciudades “caminables”. Las  superautopistas intraurbanas y de los ‘by-pass’ en medio de la ciudad son, ahora, un legado culposo de mediados del siglo XX (y, lamentablemente, una obsesión muy presente para el descarrilado alcalde actual de Lima).

Una ciudad caminable es amigable para los niños, los invidentes, las personas con discapacidad y, en general, para todos los que quieran utilizar la calle como un espacio de vida en común, y no solo como una vía de paso mientras te encierras bajo otro techo. 

A estas alturas del siglo XXI, todos hemos nacido bajo el paradigma del automóvil como dueño de las vías públicas, pero eso debería empezar a cambiar. Pongámoslo así: el 70% del área de las calles está dedicada a los automóviles y no a las personas. 

Los urbanistas (que sí, son personas que existen y que pueden ser consultadas, señor Castañeda) tienen años explicando que las ciudades deben diseñarse pensando en los peatones (que somos todos) y dejar de poner en un pedestal al automóvil (especialmente, al carro particular). Un ejemplo de la distorsión de prioridades son los puentes peatonales dentro de las ciudades: ¿por qué la gente tiene que hacer un esfuerzo extra simplemente porque los automóviles no quieren frenar? 

Una ciudad caminable no solo genera lazos entre los miembros de sus barrios e incentiva el pequeño comercio, sino que también influye positivamente en la seguridad ciudadana. Y aquí volvemos a Pokémon Go.

“La semana pasada estuve en Surquillo, en un parque equis, con poca iluminación y casi nada de gente, solo dos borrachos sentados en una banca. Eran como las 9 de la noche. Pero es una pokeparada. Así que puse cebo (con lo que se atrae a los pokemones). A los 10 minutos, estaba lleno de personas paseando perros, con sus parejas, solas, con el hermano menor, jugando. Cuando hay cebo, sabes que habrá más gente, entonces te animas a salir –en este caso– a ese parque que casi nunca usan”.

Como este, hay cientos de testimonios –por contar solo los de Lima– de cómo espacios públicos están siendo retomados por las personas. Serenos que custodian pokeparadas. Automovilistas más atentos a los peatones. Aunque Pokémon Go resultara una moda pasajera, todo habrá valido la pena si es que logra que empecemos a conversar sobre cómo mover nuestras ciudades a la era post automóvil.