Jimena Paredes

Llegas a una edad en la que tu creencia sobre el “amor” a tu país no puede limitarse a mensajes conmemorativos en fechas específicas. Con toda la historia pasada o reciente del Perú, es hasta casi un deber ir “más allá” del ánimo superficial de ser peruano, buscando verdaderas formas que demuestren esa consideración y solidaridad que todos hemos de tomar como pilar para nuestro comportamiento y convivencia ciudadana diaria. A este planteamiento problemático, se trae a la luz el evento de la pandemia que transformó lo que significaba “patriotismo”, comenzamos a hablar sobre el servicio público.

Si bien la palabra ‘patriotismo’ está ligada al sentimiento que guarda la conciencia de los ciudadanos de origen de un determinado territorio (Alasdair MacIntyre), en realidad, se ha de resaltar su carácter racional que se funda en el conocimiento sobre la realidad del lugar que motiva al ciudadano a trabajar por ella. Si bien dicha relación no es estrictamente causal, después de la pandemia, en lo personal, noté un llamativo aumento en el interés por trabajar en el Estado (por y para el país). Es propio mencionar que la pandemia, cual caja de Pandora, sacó a relucir los problemas de gestión que siempre hemos sospechado, pero de los cuales nunca nos hemos preocupado.

Jóvenes, de todas las universidades, lugares y personalidades, guiados e inspirados por las figuras del momento que lideraron el manejo de la crisis global, destinaron sus conocimientos a construir herramientas (políticas públicas, leyes, etc.) que mejoraran, o siquiera aliviaran, la situación causada por el COVID-19. No obstante, esta nueva generación busca más que una buena hazaña práctica; son ambiciosos, anhelan la victoria conjunta, que conscientes de la mítica frase de “ser más, para servir mejor” aspiran a más grados académicos en las mejores universidades del mundo para ser preparados por expertos y compartir sus experiencias y soluciones. Son una generación que aprendió que la transparencia y buena ejecución debe estar acompañada de la iniciativa y tecnología; del mismo modo que interiorizaron que, sin participación política, sus proyectos no verían la luz.

La expectativa sobre este excepcional grupo no debe perderse; al contrario, ha de trabajarse y alentarse mucho más. Incentivos políticos, económicos o educativos ha de ser uno de los puntos por desarrollar de los próximos gobiernos para formar una clase tecnocrática que quiera hacer “carrera” en este terreno peruano que durante años ha sido de todo menos tranquilo.

Jimena Paredes es Estudiante de Derecho de la PUCP