"Historias mínimas", por José Carlos Requena
"Historias mínimas", por José Carlos Requena

Las recientes discusiones en torno a la realización de los debates presidenciales han reeditado las viejas distancias, más que geográficas, que separan al norte del sur. Han reiterado las añejas discusiones en torno a la importancia de los gestos: un plantón, un desplante, una frase podrían tener un peso fundamental en el resultado final de una elección. En estos debates, las preferencias por (o referencias a) norte o sur son parte de los gestos.

Norte y sur son espacios muy distintos. El norte ha presentado tradicionalmente un ánimo conservador, reformista a lo mucho, mientras el sur ha repetido rebeliones o levantamientos que han puesto en problemas a la desconcertada capital. Son producto del norte el Apra de Haya de la Torre, el Grupo Norte y la bohemia trujillana; y del sur, diversas rebeliones que derrocaron presidentes y hasta las guerrillas de los años sesenta.

El peso electoral del norte es bastante superior. En el norte se ubican La Libertad y Piura, los dos distritos electorales más grandes después de Lima, con más de 1,25 millones de electores. En el 2016, Cajamarca se unió al grupo de los distritos electorales más grandes, con cerca de 1,1 millones de electores, también ubicado al norte. Salvo la victoria de Gregorio Santos en esta última región, en el norte ganó mayoritariamente Keiko Fujimori en la primera vuelta de abril, llegando a cifras espectaculares en el pequeño Tumbes: más de 50 puntos porcentuales separaban a la candidata de Fuerza Popular de su más cercano competidor.

Aunque menos significativo electoralmente, el peso político del sur es innegable. Sus votaciones y manifestaciones suelen causar gran impacto en la política contemporánea. Los sucesos de Ilave o, más recientemente, del Valle de Tambo, o los neologismos superlativos basados en lugares sureños (‘arequipazo’ o ‘moqueguazo’) tuvieron en su momento tremenda repercusión en la política peruana.

En la primera vuelta, el sur votó mayoritariamente por Verónika Mendoza. Y aunque la ex candidata del Frente Amplio no ha dicho abiertamente que apoyará a Pedro Pablo Kuczynski, todas las encuestas coinciden en que sus antiguos votantes optarán mayoritariamente por el candidato de Peruanos por el Kambio: el sur es su nuevo bastión.

La cerrazón de los políticos que debaten desde Lima hace que norte y sur, más que espacios de disputa, sean objetos de gestos: aceptar o negarse a debatir en Cusco o en Piura han terminado siendo percibidos como concesiones o victorias. Pero a estas alturas, las decisiones que tomen los candidatos en torno a los debates, y hasta los propios debates, no son más que gestos en procura de ganar escasos votos. Poco tienen de triunfos o derrotas.

Las elecciones se ganan con votos, en el norte y en el sur. Los gestos (las declaraciones, la incorporación de nuevos rostros, las indecisiones) juegan un rol, pero son los votos los que cuentan. En esta larga narración que es la extenuante campaña electoral, los gestos –importantísimos en tiempos no electorales– terminan siendo historias mínimas que inciden poco en el desenlace final.

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