A mediados de los 90, la comunidad nativa de Poyeni, en el distrito de Río Tambo, provincia de Satipo (Junín), fue el último refugio de los asháninkas que huían de las huestes de Sendero Luminoso instaladas en la selva inhóspita. Poyeni, rodeada por extensos sectores de vegetación espesa, está sobre la superficie de un cerro que da hacia la margen izquierda del río Tambo. Su ubicación y continua organización vecinal para conformar comités de autodefensa convirtieron a la comunidad en una suerte de fortaleza infranqueable para los nativos que habían permanecido bajo el sanguinario adoctrinamiento terrorista.
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Actualmente Poyeni alberga a unas 300 familias dedicadas al cultivo de yucas y plátanos, pero también a la caza y pesca. Los amplios sembríos están salpicados de viviendas hechas con madera y calamina. Todo aquí parece quieto y similar. Es la mañana del 29 agosto y Poyeni debe arder a no menos de 33 grados. Un puñado de nativos deambula por la principal calle del pueblo: niños de vientres prominentes y ojos hundidos, mujeres delgadísimas de caminar endeble.
La escena es apenas una pequeña representación de la cruda realidad en esta remota localidad enclavada en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Las cifras del sistema de salud dan cuenta de que aquí los niveles de desnutrición, anemia y enfermedades estomacales, sobre todo en menores y mujeres, es muy alta. Si bien Poyeni ha resistido la embestida terrorista y se protege a diario de la presencia del narcotráfico, agolpa carencias alarmantes. No hay agua, desagüe ni un puesto de salud con las condiciones mínimas. Ante alguna emergencia, los indígenas tienen como única salida navegar más de cinco horas por el río Tambo en busca de atención y, muchas veces, de un milagro.
Esta mañana Poyeni es la última de más de 15 comunidades indígenas del distrito de Río Tambo donde se ejecuta el programa de intervención multisectorial del Gobierno, a través del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (CCFFAA). Diversas instituciones, organismos y programas sociales del Estado (como Foncodes, Essalud, Juntos, Pensión 65, Reniec, Minsa, Beca 18, Devida, entre otros) llegaron durante tres días a estas poblaciones vulnerables para ofrecer sus servicios.
La campaña se inició el lunes 26 de agosto en las comunidades de Selva Verde, Shicapaja, Sabareni y San Luis de Corinto. Al día siguiente continuó en Ivotsote, Mayapo, Cushireni y Tsoroja. El 28 de agosto se efectuó en San Antonio de Cheni, Shevoja, Capitiri, Betania y Sharahuaja. Todas, localidades nativas de similar pobreza y privaciones. Ahora están en Poyeni y hasta aquí han llegado para supervisar las actividades el general EP César Astudillo, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, y el general EP Augusto Villarroel, jefe del Comando Especial del Valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro (CE-Vraem), acompañados por el presidente ejecutivo de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), Rubén Vargas.
En la plaza de la comunidad los puestos itinerantes de la campaña coordinada por el CCFFAA tienen un trajín inusual. Hay grupos de nativos que se concentran principalmente en los espacios asignados para los programas Juntos y Pensión 65, también para recibir charlas sobre producción de café y cultivos alternativos, o para tramitar sus documentos de identidad. Sin embargo, serán las carpas para atención médica en diferentes especialidades (obstetricia, odontología, oftalmología, pediatría, laboratorio y otras) las que registrarán el mayor caudal de moradores a lo largo de la jornada.
Al final de la tarde se contarán 5.734 atenciones: 1.734 en programas sociales y 4.011 en salud. De estas últimas, los consultorios de Pediatría y Obstetricia habrán registrado la mayor demanda poblacional. Un aborto incompleto, una tumoración testicular, un descarte de cáncer y decenas de cuadros de desnutrición fueron los casos más graves.
“Hemos combatido y todavía luchamos contra grandes flagelos como el terrorismo y el narcotráfico, pero los problemas de salud y alimentación son los que ahora nos están devastando. Poyeni es una representación a pequeña escala de la dura realidad de las comunidades indígenas del Río Tambo. Necesitamos este tipo de presencia constante del Estado”, dijo el presidente de la Central Ashaninka del Río Tambo, Fabián Antunez.