El congresista Ángel Neyra (Fuerza Popular), accesitario de Kenji Fujimori, celebra la aprobación de la norma que beneficia a Alberto Fujimori. (Fotos: Juan Ponce y Hugo Pérez)
El congresista Ángel Neyra (Fuerza Popular), accesitario de Kenji Fujimori, celebra la aprobación de la norma que beneficia a Alberto Fujimori. (Fotos: Juan Ponce y Hugo Pérez)
Erick Sablich Carpio

El fujimorismo vive una situación extraña. A pesar de que la sorprendente derrota de (KF) a manos de Pedro Pablo Kuczynski el 2016 los había dejado claramente descolocados, la fuerza de su representación parlamentaria parecía haberles permitido canalizar su frustración en esfuerzos poco constructivos para el bienestar nacional pero aparentemente capaces de restablecer el ego herido.

Así cayeron ministros censurados o forzados a renunciar luego de cruentas interpelaciones. Algunas más arbitrarias (p.e. Jaime Saavedra) que otras (p.e. Alfredo Thorne salpicado por una imprudente conversación con el ex contralor Alarcón), pero todas caracterizadas por las malas formas de una mayoría que ejerció el poder con una prepotencia pocas veces vista. O quizá reminiscente de los 90, observarán algunos memoriosos.

Así vino un intento de vacancia presidencial frustrado y otro exitoso (en los cuales, es cierto, Kuczynski cooperó tanto por su torpeza como por sus aún no aclarados vínculos con Odebrecht). Así vino el escarmiento público al hermano menor de la ex candidata presidencial que evitó aquella primera vacancia y las duras críticas al indulto al padre de la susodicha ex candidata, así como al beneficiario mismo de la referida gracia.

También llegó, parafraseando al entonces presidente del Congreso, la ley “antimermelada” dirigida a los medios que no son del gusto de la ‘primera fuerza’ y que acaba de ser declarada inconstitucional por –valgan las ironías– una aplastante mayoría en el TC.

Así fueron protegidos legisladores que merecían una sanción por flagrantes faltas y fue denunciado en el Parlamento un ex fiscal de la Nación, entre otros hechos en la lista de enfrentamientos políticos que atestiguamos desde hace apenas 2 años y 10 semanas.

Esta línea de conducta podía explicarse no solo en el poder de los votos de (FP) en el Congreso, sino en la relativa alta popularidad de KF, que entonces superaba el 30% (muy por encima que la de otros políticos), y su capacidad para servir de locomotora en los próximos comicios.

Habiendo cambiado radicalmente estas circunstancias, sin embargo, cabe preguntarse qué mantendrá cohesionada a una bancada que al menos en el corto plazo se mantiene afecta al arte del daño autoinfligido (solo esta semana: blindaje a Héctor Becerril y Pedro Chávarry y aprobación a la prepo de una ley que evitaría el retorno a prisión del líder histórico).

Sin posibilidad de reelección congresal de aprobarse el referéndum promovido por el presidente Vizcarra y con una lideresa impopular concentrada en recuperar su libertad, lo lógico sería ver una bancada más mesurada. Salvo que la irracionalidad siga primando y la estrategia de FP sea forzar otra crisis constitucional, para lo cual Chávarry podría ser instrumental. Si nos atenemos a la historia reciente, lamentablemente, el pronóstico no es alentador.