La ingrata suerte de la PCM, la columna de Juan Paredes Castro
La ingrata suerte de la PCM, la columna de Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

La Constitución tiene sus perversas ironías, como hacer del presidente un jefe del Estado sin las atribuciones para ejercerlo; y como hacer también del presidente del Consejo de Ministros un segundo de a bordo dejándolo en el limbo.

Son, pues, la personalidad y la capacidad de quien se pone al frente de cada una de estas elevadas instancias de poder las que finalmente determinan, para bien o para mal, la suerte de estas.

Si pensamos cómo deja Ollanta Humala la presidencia y cómo deja Pedro Cateriano la PCM, la expectativa por lo que vaya a decidir en estos días no es, por eso mismo, poca cosa.

Con cargo a las reformas pendientes, Pedro Pablo Kuczynski tiene una sola manera de hacer realidad su jefatura de Estado: escogiendo desde el primer día a quien tendrá que ser, en la práctica, su gerente general en el gobierno. Así podrá él dedicar más tiempo y energías al mediano y largo plazo que al corto y doméstico, donde sus ministros tendrán que ser las piezas sectoriales de éxito y recambio.

Un hombre como , perteneciente al mundo de las grandes gerencias privadas, pero también a aquel otro de las importantes gestiones públicas e internacionales, tiene de hecho el perfil del primer ministro que las circunstancias reclaman: no solo para secundar eficientemente el trabajo del jefe del Estado, sino para darle un vuelco radical a la Presidencia del Consejo de Ministros.

En efecto, la PCM no puede reducirse a ser un mero gabinete de aprobación y trámite de proyectos de ley, decretos y resoluciones de gobierno ni objeto de oportunidad para quien quiere jugar con el poder detrás del trono, como la primera dama Nadine Heredia, ni playa de estacionamiento (valga la metáfora) de un sinnúmero de organismos y dependencias que no saben a qué otro árbol burocrático del Estado arrimarse.

La PCM tiene que dejar de ser lo que ha sido en estos cinco últimos años, una tramoya mal armada del espectáculo gubernamental humalista, para convertirse en una moderna estructura de gerencia estatal, con características de gestión por resultados.

Quien venga a ocupar el cargo de primer ministro, sea Zavala o una personalidad similar, sabe que tendrá que ser también, después del presidente, el portavoz autorizado del gobierno y el enlace por excelencia ante el Ejecutivo, los otros poderes y el sistema político.

Necesitamos un primer ministro capaz de ir tan lejos que pueda como expresión de gobierno para permitirle al presidente ir tan lejos que pueda como expresión de Estado, de modo que la conjugación de estos dos valores de poder recobren el principio de autoridad que ha perdido el país.

Qué bueno sería acostumbrarnos a ver a Kuczynski ejerciendo iniciativas e influencia sobre los demás poderes del Estado e impidiendo que viceministros todopoderosos tengan más vela que él mismo y el primer ministro en la procesión del gobierno.

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