Patria y fe, la columna de Diana Seminario
Patria y fe, la columna de Diana Seminario
Diana Seminario

Cada Semana Santa el pueblo católico sale a las calles a expresar su fe, con sencillez y sin aspavientos. Es una fe viva que conmueve.

Es esa fe que la autoproclamada élite intelectual del país pretende ignorar en un mal entendido laicismo y reclamando un Estado laico que ya vivimos, al no ser un Estado confesional.

Sin embargo para ellos, Estado laico es sinónimo de que la religión y sus expresiones sean confinadas a la más pequeña habitación de tu casa. Serían felices si se prohibieran los crucifijos y las procesiones. La Constitución dice lo contrario: “Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada. No hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el orden público”.

Esta fe tiene su preeminencia en la Iglesia Católica. “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas” (Art. 50. Constitución del Perú).

Solo un ciego –o un necio– puede negar el legado de la Iglesia en la formación de la patria y la ética colectiva. Fue en 1821 cuando se realizó la primera misa de Acción de Gracias y Te Deum. Desde entonces esta tradición sigue vigente teniendo como protagonistas a diferentes arzobispos y jefes de Estado.

Desde 1999 el arzobispo de Lima encabeza esta celebración en la que se unen fe y poder. El libro “Semillas” reúne las homilías de Cipriani ante distintos presidentes y las comentan Augusto Ferrero, Luis Solari, Luis Iberico, Ana Jara, Marcial Ayaipoma, Jorge del Castillo, Francisco Tudela, Fernán Altuve, Ántero Flores-Aráoz y Martín Belaunde M.

Una fe viva requiere respuestas, de ahí la importancia de las homilías patrióticas que responden a un momento determinado, como la del 2000, con Alberto Fujimori presente, rumbo a tomar juramento de un tercer e ilegal mandato.

Entonces Cipriani alertó “de la presencia actual de un inmenso poder tutelar sobre el que la gente no tiene apenas control y que actúa sin responder por sus actos de manera pública, entonces se genera una opresión asfixiante contra la que debemos reaccionar. Es inaceptable la presencia de tal poder y menos aún su continuidad. […] Este poder está en la raíz de los problemas y merece, a mi entender, una decisión firme y clara”. El mensaje estaba dado y aún no veíamos los ‘vladivideos’.

En el 2001, con el retorno de la democracia, Cipriani sentenció: “El pueblo peruano con gran entereza ha sabido salir de las tinieblas”.

El cardenal también se ha pronunciado sobre el derecho a la vida, la educación, la economía, las desigualdades, en el contexto de darle voz a la doctrina social de la Iglesia.

No podemos negar la dimensión espiritual en nuestro país y en la política. Eso también es democracia.

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