Márquez afirma que cuando aceptó presidir la Sociedad Nacional de Industrias decidió también apostar por la estabilidad de este gobierno. (Foto: Juan Ponce/El Comercio)
Márquez afirma que cuando aceptó presidir la Sociedad Nacional de Industrias decidió también apostar por la estabilidad de este gobierno. (Foto: Juan Ponce/El Comercio)
Jaime de Althaus

Ricardo Márquez, empresario textil y presidente de la Sociedad Nacional de Industrias (), destaca que en el mundo de hoy cada vez van apareciendo nuevos tipos de industrias y que el país debe adaptarse y prepararse para afrontar ese ritmo.

—La industria ha empezado a crecer en los últimos tres o cuatro meses, pero durante cuatro años ha tenido una caída. Incluso las exportaciones no tradicionales cayeron fuertemente, sobre todo las confecciones. De repente ya no son viables. ¿A qué se debió esa caída?
A partir del año 2000 se generan muchos reglamentos pensados para la gran empresa y no para la pequeña o mediana empresa, a la que comienzan a llenar de tantas exigencias que tienes que tener una oficina de más de 30 empleados solo para eso. No pueden cumplir. Al mismo tiempo se incrementan las inspecciones de Sunafil, sobre todo a los exportadores. También bajan el drawback. Y en el 2014 se dio un dispositivo que fue grave contra las exportaciones no tradicionales, porque prohibió que las pequeñas empresas o talleres a los que se terceriza la producción o los que te venden insumos pudieran contratar temporalmente a trabajadores según los pedidos existentes. Entonces, esos talleres ya no contratan por temor a tener que quedarse con la gente cuando no hay pedidos. Eso fue lo que ha afectado tremendamente las exportaciones.

—Pero eso es una barbaridad…
Claro. Y otro motivo es que comenzaron a bajar las plantaciones de algodón y que nadie se interesó.

—Bueno, pero se importa el algodón y es muchas veces más barato. ¿Cuál es el problema?
Claro, se importa el algodón, pero cuando tú quieres entrar con cero arancel a EE.UU., tienes que tener el hilado de EE.UU., no puedes traer el hilado de la India o de Bolivia, que es más barato, porque eso no califica como certificado de origen. Además, la calidad de las exportaciones ha mejorado. Poco a poco comenzamos a exportar productos más elaborados, de precios más altos, porque no podemos competir con los precios de la India, de Vietnam. Necesitamos mejor algodón.

—Pero tampoco vamos a ser competitivos si no tenemos algodón transgénico, que es más barato…
Esa es una mala palabra en el Perú. Pero nuestros campesinos están compitiendo con el maíz americano transgénico, y tú al campesino no le das la semilla. Tenemos que entrar a ese debate seriamente, porque el tema es la productividad. Además, fibra larga para poder exportar mucho más.

—¿Qué es lo que hay que hacer entonces para retomar niveles acelerados de exportación?
Lo primero es dar este decreto que permita que las empresas a las que se terceriza puedan contratar con las modalidades temporales de la industria exportadora para que las exportadoras puedan subcontratar, que es como funciona en Japón y en todos los países desarrollados, donde una empresa madre va jalando a microempresas y pequeñas empresas que la abastecen y ella ensambla. Han matado eso.

—¿Qué hacer frente a la ola de robotización y automatización que se viene? ¿Vamos a poder competir con los productos de otros países fabricados por robots? ¿El Perú debería tener una estrategia?
Claro. Tienes que mirar el Perú a 10 años. La industria que más crece en el mundo es la robótica. Entonces, tenemos que ver con qué industrias nos vamos a quedar y lo tenemos que hacer desde ahora. ¿Por qué nosotros proponemos facilitar la acuicultura y la exportación de conservas y congelados de pescado? Porque ahí es casi imposible que entre el robot, porque es predominantemente manual. ¿Por qué nosotros proponemos la confección? Porque allí hay algunas etapas donde puede entrar algo de robótica, pero en un 80% no va a entrar. En la agroindustria tampoco de manera masiva. Tampoco en la minería ni en el turismo.

—Pero según Oppenheimer, en Japón, en Las Vegas, hay hoteles donde los robots atienden, hasta el barman es un robot.
Yo he estado 10 años en Alemania, te puedo decir exactamente lo que está pasando. En estos momentos hay una feria de cuatro días de robótica en Múnich. Ahora en el Perú hay robots en los sectores de muebles, textil, empaque, llantas. Aquí el empresario tiene que tener robots y ya los está adquiriendo. Y tiene que obtener máquinas de alta tecnología y lo está haciendo.

—Además, si las leyes laborales son muy complicadas, eso es un incentivo para robotizar.
Así es. Y no es que estos robots valen US$100 mil. No, han bajado de precio. La industria más grande del mundo es la robótica. Y los países que más producen robots son Japón, EE.UU., Corea del Sur y Alemania. Necesitamos tener una visión para ver cómo nos adaptamos.

—¿Cómo construir esa visión?
Yo creo que eso es un tema que debemos conversar entre los gremios para proponerle al gobierno una visión a 10 años, porque el mundo está cambiando cada semana y va a haber nuevas industrias o nuevos tipos de industria, como son el márketing digital, el análisis de data, la inteligencia artificial, la ciberseguridad. Temas en los cuales nosotros debemos poner a la gente a que aprenda, porque no solo el empresariado debe prepararse para eso, el trabajador también. El Senati sigue diciendo todos los años que nos faltan 300 mil puestos de personas que sepan computación, programación y nadie le hace caso.

—Una amenaza que se cierne es la guerra comercial provocada por Trump, que puede terminar afectándonos.
Sí, pero podría haber oportunidades. EE.UU. quiere reducir en 200 mil millones las importaciones de China en dos años. Entonces la fabricación de celulares, por ejemplo, se está yendo a Vietnam. La tercera exportación de China a EE.UU. son confecciones. Podríamos gestionar que esas fábricas se vengan al Perú. Eso deberían advertirlo las oficinas comerciales nuestras.

—Sería buenísimo. Mientras tanto, lo que viene de China y otros países son confecciones y calzado a precios irrisorios. Y según los industriales, las políticas antidumping no son suficientemente rápidas ni eficaces. ¿Qué hacer?
Yo creo en la exportación, en el libre mercado, en la libre importación. Yo he tenido mi empresa que vendía jeans Kansas en Nueva York hace 20 años. De esa manera habrá unas 20 marcas de ropa en EE.UU. Es decir, vende allá para que no tengas problemas acá. Mira, los coreanos están en Nueva York por todos lados. ¿Por qué? Porque el Estado ayuda a las empresas a internacionalizarse. Unas querrán tener sus oficinas para servicios y otras irán poco a poco metiendo su marca, es la única salida.

—¿No preocuparse tanto de las importaciones, sino exportar?
Bueno, eso es una parte. La otra es: ¿Cómo es posible que hayan entrado 212 millones de prendas a este país a un precio de US$1,50 por prenda? ¿Cómo es posible que hayan entrado 45 millones de pares de calzado el año pasado a menos de US$3? Nosotros no decimos: “Hay que parar la importación”. Pero si tú traes un contenedor de camisas y declaras que contiene 10 mil camisas, el señor de aduanas no las va a poder contar. Entonces, ¿qué es lo que proponemos? Paguemos por peso, como lo hace Colombia. Porque el subconteo está ahí. Es un estudio hecho por Apoyo, no por cualquiera. Y lo hemos entregado el miércoles al gobierno. Algunos dicen que va en contra de los TLC, pero es mentira, por eso Colombia lo tiene hace años.

—¿No hay un problema con las regulaciones laborales, con la parte tributaria también? Hay este régimen de promoción agraria que ha resultado muy eficiente incluso para formalizar, pero ahora la Comisión Agraria del Congreso ha aprobado un dictamen que equipara todos los costos no salariales con el régimen común; es decir, encarece nuevamente la formalidad. ¿No habría que extenderlo a la industria más sensible?
Lo que estamos haciendo bien se debe seguir haciendo bien. Puede haber algunos retoques, porque ya es una industria madura, pero de ahí a modificarla sustancialmente es totalmente errado. Colombia quiere aprovechar las tierras liberadas por las FARC para copiar el modelo agroexportador peruano y te ofrecen todo. Lo que le estamos proponiendo al gobierno es que podamos entrar con incentivos tributarios, primero con industrias como la textil y la acuícola y de pescado de consumo humano. En la textil, empezar incrementando las plantaciones de algodón largo, fino, que es el que la industria actual, más sofisticada, necesita, comprometiéndose la industria a comprar ese algodón, pero con el beneficio del régimen de la agroexportación del Impuesto a la Renta de 15%. Ya hemos tenido dos reuniones de cinco horas con el ministro de Agricultura. Los empresarios se comprometen a comprar el algodón. Y también en la industria acuícola y en la de pescado de consumo humano, porque allí, como en las confecciones, tenemos empresas y fábricas paradas. Entonces, lo primero es activar lo que tenemos parado. En la pesca de consumo humano directo, de un total de 249 plantas industriales de conservas y congelado, solo operan menos de 100 empresas. Hay un 60% de plantas de consumo humano cerradas.

—¿Qué opinas de estas mesas ejecutivas, como la acuícola y la forestal, que se han formado? ¿Están funcionando? ¿Deberían generalizarse a otros sectores?
Este es el tercer gobierno con las mesas. Sin embargo, no se ha tomado decisión ni en forestal, ni en acuicultura ni en confección. No pueden seguir las mesas al infinito sin tomar decisión.

—Pero algunas cosas han sacado, han destrabado, mejorado algunas regulaciones...
Bueno, han destrabado, sí, pero abrir las fábricas e invertir más requiere de los mecanismos que tiene la agroexportación. Eso es lo que hay que decidir. Ahora, déjame hablarte de la industria de la joyería. Hay mil empresas que generan 100 mil puestos de trabajo formal. Pero necesitan cierta maquinaria sofisticada que cuesta caro y la idea es hacer un CITE [Centro de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica] con una inversión de US$2 millones, que les dé el servicio a los artesanos y a los exportadores para que puedan llegar con productos sofisticados a Europa, por ejemplo. Pero el CITE debe ser público-privado y después vender las acciones a los privados para que funcione y dure, como se hizo con Mibanco y con Frío Aéreo en el aeropuerto. La empresa privada lo cuida y no interesa el ministro que venga. Y debe hacerse en Lima porque el Gamarra de la platería es Surquillo. Hay unos CITE en Cajamarca, en Piura y en Arequipa, pero el 99% de la exportación de platería sale de Lima.

—¿Qué hay de la idea de desarrollar un clúster minero-industrial en el sur, como lo tiene Chile en Antofagasta?
Yo he hablado con Roque Benavides y con Southern y ahí tenemos seis minas grandes con las que el Comité de Metalmecánica de la SNI va a firmar un convenio para que las minas puedan trabajar con máquinas hechas acá en el Perú. Y la idea es hacerlo con todo el sector minero, con la Sociedad Nacional de Minería. Esto existe de manera espontánea, pero si lo institucionalizamos y planificamos, las empresas metalmecánicas podrán programar a mediano plazo y podemos incluso complementar con Chile. Esto lo va a manejar Roberto Nesta, quien conoce este tema.

—Has propuesto parques industriales, zonas francas.
El sector químico, que está muy bien, necesita salir de Lima. El parque industrial de Ancón se demora y no sale. Y las zonas francas son para empresas de tecnología exportadoras 100%, como en Colombia.

—Propusiste una unión de los gremios con el Estado y el presidente Vizcarra anunció que trabajarían de la mano.
En la práctica ya se está dando. Yo todos los días estoy hablando con ministros. Ahora, el presidente va a formalizar estos días esa iniciativa, porque precisamente se necesita que los diferentes gremios se complementen entre sí y con el Estado para resolver problemas reales que ningún gobierno se ha atrevido a resolver. Los empresarios de la generación nuestra, que hemos vivido el mejor crecimiento económico en la historia del Perú, no podemos solo decir: “Pago mi impuesto y se acabó”. Yo lo aprendí en Alemania: tienes que ver qué hacemos para que este sistema funcione, porque nosotros también somos responsables. Además, todos deseamos que el gobierno permanezca los tres años. Cuando acepté ser presidente de la Sociedad [Nacional de Industrias], dije que yo voy por los tres años de este gobierno, por la estabilidad de los ministros, porque este país ya no aguanta más cambios.

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