(FotoIlustración: Nadia Santos)
(FotoIlustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

Quien no se haya cruzado con una rata en esta vida, que tire la primera piedra y ojalá tenga buena puntería. Admitámoslo: la vida profesional y amorosa no es como el mundo de Peppa Pig, donde hasta el cocodrilo es buena gente. En la vida real, los malos elementos existen y no siempre vence el bueno y se tiene un final feliz. Pero en lo que sí se parece la vida a esa serie animada es en que las ratas a las que me refiero están vestidas, pueden llevar cuello y corbata, polo, camisa o falda al gusto del cliente –o bueno, de la rata–, con tal de que escondan bien la cola.

A veces no es fácil identificarlas: son astutas, sigilosas y tienen mucho cuidado en enseñar los dientes, sobre todo al principio. Pero cuidado: a diferencia de los roedores de cuatro patas que irrumpen en tu casa sin pedir permiso y puedes botarlos a escobazos o eliminarlos con una porción generosa de Campeón, las ratas de dos patas ingresan a tu vida porque tú las invitas. Mejor dicho, porque se ganan tu invitación y eso hace más difícil reconocerlas, enfrentarlas y sobreponerte cuando finalmente sacan las garras.

En ocasiones, la situación se vuelve recurrente, le echas la culpa al mundo, a la mala suerte y te dices: “¿Soy acaso el flautista de Hamelin para atraer a tanta rata?”. Pero bien sabemos que la flauta en este caso es haber elegido mal o haber confiado en aquellos que no debimos. Hoy quiero proponerte algunas herramientas para identificar a esos roedores humanos que pululan en calles, bares, oficinas y hasta en el Tinder.

1. Deja de creer en Mickey Mouse. Hasta en Mi pequeño Pony hay antagónicos. La maldad, la envidia, el serrucho, la traición existen. Es maravilloso tener siempre una visión positiva de las cosas y las personas, pero mantén tus alarmas siempre encendidas.

2. No entregues tu queso tan rápido. Las ratas buscan ganar confianza velozmente, hacerte sentir que son almas gemelas, que hasta son capaces de tener telepatía o terminar la palabra del otro. Tómate tu tiempo para conocer y así confiar. No sueltes tus intimidades (y estoy hablando literalmente) a una persona que recién conoces.

3. No caigas en el efecto Ratatouille. Ya sé que es supertierno ver a una rata convertirse en chef, pero eso solo pasa en la películas. Lo que sí es verdad es que las ratas comen todo, así que si te han advertido que debes tener cuidado con determinada persona, abre bien las orejas, despierta tu olfato y ten cuidado con tus finanzas, tu autoestima y hasta tu puesto de trabajo.

4. Ten cuidado con la rabia. Cuando nos sentimos traicionados, duele y mucho, pero no dejes que la ira te nuble y te haga reaccionar sin inteligencia. Las ratas de cuatro patas no transmiten rabia, pero las de dos, sí. No pises el palito. Ante un rata, la inteligencia emocional es fundamental.

5. No confundas el ratón de laboratorio con la muca. Nunca subestimes a una rata: son flexibles, expertas en moverse en la oscuridad y meterse en los recovecos más profundos. Que no te compre con sus bigotitos curiosos y que no se te ocurra adoptar a una rata creyéndote un redentor. Eso déjaselo a los papás de Stuart Little.//

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