Cómo quieres enfrentar tu vida profesional y personal, la columna de Luciana Olivares. (FotoIlustración: Nadia Santos)
Cómo quieres enfrentar tu vida profesional y personal, la columna de Luciana Olivares. (FotoIlustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

No es fácil tirarse a la piscina. Seguro ya no te acuerdas de esa primera vez porque fue hace tiempo, pero dar el paso que te separa de la tierra firme, de estar bien seco, peinado y, por supuesto, bien cubierto, no fue sencillo. Ya ni te digo del cloro: tuvieron que arderte los ojos para entender que si más profundo quieres llegar, tienes que andar con más cuidado. Comprobaste a punta de buenos dolores de estómago y hasta de escalofríos que el agua no es salada, pero tampoco dulce.

Entendiste que no todo el mundo se tira a la piscina. Hay los que prefieren mirar desde afuera bien sentados en sus poltronas; otros, más indecisos, que se sientan al borde y meten los pies tratando de ganar valor pero el frío, la flojera de terminar mojados o hasta malograrse el peinado los detiene.

Pero también hay toda una dinámica dentro de la piscina: aquellos que prefieren echarse panza arriba y dejar que el agua los lleve haciendo muertito y se enfurecen si les salpica agua alguien que está chapoteando; o los que están en constante movimiento así solo sepan hacer perrito. O los que se animan a hacer un volantín así terminen con la ropa de baño torcida.

Lo que acabo de describir como un típico día de club es en realidad lo que nos pasa en la vida y todos los días cuando se trata de decidirnos entre la comodidad y las situaciones incómodas, el statu quo y el cambio, la tranquilidad y el caos, la pasividad o el activismo, el silencio o tomar la palabra, el pasar piola o tomar postura.

Pensaba en este concepto luego de ver muy de cerca esta semana el trabajo de dos mujeres: una directora de teatro y una abogada, quienes no se quedan en “hago lo que me toca hacer”, sino que contribuyen al empoderamiento femenino con acciones reales desde sus distintos roles y actividades.

Cuando fui a ver Orlando, la obra que dirige Norma Martínez, escrita por Virginia Woolf, no solo me paré a aplaudir por las increíbles actuaciones y la puesta en escena. Me paré porque me sentí conmovida al pensar cómo dos horas de entretenimiento pueden enseñar tanto sobre tolerancia, igualdad, sexualidad y empoderamiento femenino a la vena. Sentí que la directora y su elenco, además de estar haciendo arte, le habían dado a la audiencia una lección de feminismo utilitario al decidir hacer y adaptar una obra tan necesaria en estos tiempos.

En esa misma semana, Cecilia Flores, una exitosa abogada que hoy dirige Women Ceo (una organización que ha lanzado una iniciativa para lograr que en el 2030 el 30% de los directorios en el Perú estén compuestos por mujeres), me invitó a un evento donde muchas mujeres se reúnen para avanzar hacia esa agenda con aportes reales. Mientras miraba a Cecilia hablar con un apasionamiento contagiante, pensaba cómo esta mujer exitosa, ocupada y que en teoría tiene la vida resuelta, está un jueves a las 10 de la noche dedicando su tiempo libre a contribuir a mover esa rueda hoy tan pesada que busca darles equidad y oportunidades a las mujeres de este país.

Norma, Cecilia, tú o yo tenemos todos los días la libertad de elegir cómo pasar nuestras vidas, si optamos por el muertito y cuanto más calladito más bonito, o superamos el miedo, el riesgo, la flojera y nos mandamos a dar un gran volantín. De más está decir cuál posición es la más cómoda, pero para ser cómodas están las sillas, ¿no? En estos tiempos, tirarse a la piscina no es suficiente. Hace falta definir el rol que vas a asumir porque para cambiar un poquito el mundo hay que mojarse en serio. //

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