(Foto: El Comercio)
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/ JULIO ANGULO DELGADO
Rosario Castro Pacheco

Sus calles empedradas invitan a sumergirse en sus tradiciones e historia. Si se transita a pie por la urbe arequipeña se pueden apreciar diversos conjuntos coloniales, entre ellos los monasterios, conventos e iglesias, herencias de la corona española. Sin lugar a dudas, la ciudad es un museo al aire libre que merece una visita a profundidad.

Frente a la Plaza de Armas, en el cruce de las calles General Morán y Álvarez Thomas, se ubica el Complejo de la Compañía de Jesús, de estilo barroco mestizo y que data de mediados del siglo XVI. En su interior se encuentra la iglesia de la Compañía, cuyo altar mayor destaca por la pintura La Virgen con el Niño, del artista italiano Bernardo Bitti. El claustro, que en la época funcionaba como orfanato, hoy en día es sede de restaurantes y tiendas de artesanías. A 1,1 km de distancia, cruzando el puente Bolognesi, situado sobre el río Chili, se encuentra el Convento Museo La Recoleta. Posee una sala de exposición de arte religioso, otras dos de arte precolombino y un par de espacios de arte amazónico, además de una pinacoteca en la que se conservan lienzos de la escuela cusqueña y arequipeña.

En el museo del Monasterio de Santa Teresa se exhiben lienzos, esculturas y objetos del siglo XV. La fuente de agua en la Plaza del Zocodover del Monasterio de Santa Catalina está hecha de bronce.
En el museo del Monasterio de Santa Teresa se exhiben lienzos, esculturas y objetos del siglo XV. La fuente de agua en la Plaza del Zocodover del Monasterio de Santa Catalina está hecha de bronce.
/ JULIO ANGULO


Otra parada indispensable se halla a 15 minutos caminando. Cruzando nuevamente el río Chili, esta vez por el puente Grau, nos encontraremos con el Monasterio de Santa Catalina (US$ 12,50). El monumento, de aproximadamente 22.000 m², acoge en su interior a una ciudadela de calles empedradas y construcciones de sillar blanco y rosado. Al salir, luego de caminar una cuadra y media hacia la calle Zela, se llega al Complejo de San Francisco, del que resaltan sus muros de sillar y el frontis de su torre, decorada con imágenes de bajorrelieve esculpidas que representan a la Virgen de la Inmaculada, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán.

La última parada es en el Monasterio de Santa Teresa, en la calle Melgar. En su primera planta aprenda las técnicas de decoración colonial, como el pan de oro o la orfebrería; y admire las paredes de la galería Capitular: están pintadas como si se tratara de un retablo ayacuchano, que retrata la vida cotidiana de la época. //

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