Miguel Villegas

Paolo Guerrero tiene a sus espaldas el mar tibio turquesa de Río de Janeiro. Tiene también una historia notable de 39 goles con la selección peruana y varios millones de dólares en su cuenta. Tiene tres hijos que lo esperan en distintas partes del mundo y tiene, en calidad de exclusiva, a doña Peta, su santa protectora. Tiene un bronceado perfecto, regalo de vivir frente a la playa, ese paraíso. Tiene 34 años y goza de tan buena salud que, si bien juega en el poderoso Flamengo, el club con más hinchas en el mundo, preguntan por él Boca y River. Según el Registro Nacional de Identidad (Reniec), 36.891 peruanos fueron llamados ‘Paolo’ en aquellos meses en los que él fue todo, el pie, la cara, el corazón del país. Pero esta tarde del 2017, Paolo Guerrero tiene algo que no encaja en su cinematográfica vida: por primera vez tiene mala fama.

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