Por la mañana trabajaba en un banco, en la tarde recorría 70 kilómetros para aprender el oficio de entrenador y por la noche dirigía al Alumni, un club de su ciudad.(Foto: AP)
Por la mañana trabajaba en un banco, en la tarde recorría 70 kilómetros para aprender el oficio de entrenador y por la noche dirigía al Alumni, un club de su ciudad.(Foto: AP)
Pedro Ortiz Bisso

“A un lustrabotas lo volví loco. Me lustraba y no le pagaba, y al otro día iba y lo convencía para que me lustre sin pagarle otra vez. […] Y José siempre me volvía a lustrar. Le colonizaba la cabeza. Era competir contra José. Yo tenía plata para pagarle, pero mi objetivo era no pagarle y que lustre igual. No siempre le ganaba […]. Cuando perdía, me rebelaba, me ponía demente. […] Él era más débil y yo pensaba que al débil había que aplastarlo. Después empecé a ponerme más sensato y a entender que si yo quería a los fuertes, me tenía que ir con ellos, pero no podía perturbar a los que no eran. […] Lo que yo tenía que aprender era a resolver distintas situaciones para conseguir un objetivo”. 

Por actitudes como esa, a no lo querían en Casilda, el lugar donde nació. Así lo cuenta Pablo Paván, autor de No escucho y sigo, la biografía autorizada del hombre que, antes de convertirse en uno de los mejores entrenadores del mundo, se hizo profesional en el Juan Aurich de Chiclayo, cuando el dinero de las azucareras no existía y había que engañar a las tripas para poder llegar a fin de mes.

¿Pero qué tiene en la cabeza el técnico del seleccionado que enfrentará a Perú este 5 de octubre? ¿Qué piensa este bielsista indomable, que cuando decidió convertirse en entrenador trabajaba en un banco por la mañana, en la tarde recorría 70 kilómetros hasta Rosario para descubrir los entresijos del deporte que amaba con pasión y por la noche volvía a Casilda para dirigir al Alumni, el club de toda su vida?

“En la cabeza de Sampaoli está la inquietud de no haber podido implantar aún su idea de juego y la presión de lograrlo en medio de una sufrida clasificación al Mundial”, dice Claudio Mauri, periodista de La Nación de Argentina. Aquí –apunta– no hay unanimidad sobre su trabajo. Si bien valoran su idea futbolística, otro sector lo considera un vulgar “vendehúmo”. O, simplemente, ese “al que le fue bien en Chile”. 

Su compatriota y colega Ezequiel Fernández Moores abunda al respecto: “Se saludó que llegara porque la selección precisaba un revulsivo; ahora lo critican porque parece que revolvió demasiado. Es el cuento de nunca acabar”. Él cree que Argentina no tuvo suerte en su último partido contra Venezuela (1-1), pero el fútbol es así. El resultado es un poderoso tamiz para construir corrientes de opinión. 

Obsesión, en cambio, es la palabra que merodea en cada oración cuando Ricardo Montoya, periodista de Teledeportes y psicoterapeuta, se refiere al ex entrenador del Sevilla español. “Para tener un trastorno obsesivo compulsivo de personalidad debes cumplir algunos criterios, y él cumple algunos de ellos”, asegura. 

Si Perú logra aguantar la previsible avalancha que encabezarán Messi y compañía, ¿cómo reaccionaría desde el banco? “El obsesivo tiene en el fondo un trastorno de ansiedad, y en la medida que pase cada segundo, su ansiedad se va a multiplicar logarítmicamente”. 

Más obsesivo que cualquiera 
Cuenta el periodista Miguel Villegas, en ‘Sampaoli, el hombre que dormía con los bomberos del Callao’, que el ‘Zurdo’ hacía footing alrededor de El Golf de San Isidro, ensimismado con lo que escuchaba desde su walkman. Uno de los amigos del técnico con quien Villegas conversó cree que no escuchaba a Redonditos de Ricota, una de sus bandas favoritas, sino las conferencias de Marcelo Bielsa, el entrenador que ha marcado toda su vida.

“Es más obsesivo que cualquiera”, lanza Diego Rebagliati, comentarista de Movistar Deportes, que en el 2007 apostó por él durante su breve y deslucido paso por Sporting Cristal. “Es un hombre muy trabajador, un adicto al trabajo, que trata de darle al jugador toda la información posible. Habla todo el día de fútbol. Tratar de discutirle es difícil porque cualquier cosa que le digas ya la ha pensado y tiene preparada una respuesta. Está adelantado”, apunta. 

El psicoanalista Carlos de la Puente tiene otra opinión. No cree que sea más obsesivo de lo que puede ser Ricardo Gareca o cualquier profesional de su calibre. “Es un tipo perseverante, que ha dejado una posición muy cómoda en España para cumplir con su sueño de dirigir a Argentina”. ¿Fue un acto arriesgado o propio de un envanecido? “Es una buena pregunta. Yo creo que optó por la posibilidad del campeonato mundial, de dirigir a Messi. Eligió ir por la gloria”. 

Sobre su apego extremo al detalle se cuentan mil historias. El ex arquero Carlos Marrou, quien lo tuvo como técnico en el 2002 en Sport Boys, cuenta que les hacía tirar “100, 150 centros al área, desde cada lado, para ensayar las pelotas paradas. Le parecía inconcebible que recibiéramos un gol por jugadas de ese tipo”. 

El revoltijo en que se encuentra Argentina –Sampaoli es el octavo técnico en los últimos 13 años, el tercero en esta eliminatoria– llama a preguntar: ¿es lo que necesitaba en estos momentos? 

“Un buen técnico siempre es una buena noticia, pero, a la luz de los resultados, Argentina necesita calma. No sé cómo estarán reaccionando los jugadores con todo lo que debe de estar pidiéndoles”, dice Rebagliati. Para Mauri es difícil determinar si era el ideal, “porque la situación en la que se encuentra la selección sobrepasa a profesionales de diferentes líneas”. 

Sea que lo que fuere, Sampaoli es un tipo capaz que conoce el fútbol peruano al dedillo. Y aunque desde la televisión argentina hable hasta de un supuesto miedo al poderío peruano, los favoritos son ellos. Que la pelota ruede ya. 

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