Usain Bolt. (Foto: Alessandro Currarino)
Usain Bolt. (Foto: Alessandro Currarino)
Miguel Villegas

Lo que es Paul McCartney para los beatlemaníacos, Maradona para los maradonianos o Mick Jagger para los fanáticos de los Stones, eso mismo es para la comunidad runner del país: un símbolo, el resumen de una época. Su visita al Perú y lo que se ha vivido en estos días solo ha ratificado la regla: aquí también se puede hablar de deportes.

-LOS FIELES Y AL ESPERA-
Casi mil fanáticos de Bolt paralizaron la cuadra siete del Malecón Cisneros, en Miraflores. Unos muchachos de Chancay llevaron una pancarta en cartulina amarilla pues gracias a Usain, decidieron correr. La presencia de íconos deportivos este tamaño permite no solo un show inédito y la popularización de una marca -Puma, en este caso-: por una tarde, niños, jóvenes y adultos, curiosos y fanáticos, periodistas de todos los programas, hablan de atletismo, ese deporte en el que los peruanos tenemos milenaria historia. Tomarse un selfie a lo lejos con el hombre más rápido de la historia sirve como pretexto para discutir sobre la salud, los beneficios del running o, simplemente, archivar temas a los que no se les debería dedicar un minuto.

-BOLT Y SUS INVITADOS-
Un par de jamaiquinos apostados por el ingreso donde aparecería llamaron la atención. También, más allá, el Gran Maestro Julio Granda -o un clon, demasiado parecido-. Largas filas de niños en uniforme, en cochecito o patineta, esperaron al Rayo como quien espera la Navidad. "Fue un placer", le dijo Bolt a Óscar Chang, regidor de la Municipalidad de Miraflores y uno d elso responsables de la organización del evento, junto con el equipo de Puma. Adolfo Aguilar y Mateo Garrido Lecca se encargaron de recibir al atleta récord en 100 metros planos y acompañarlo en el muy futbolero corito de "Olé, olé, olé, Booolt, Booolt". Los dientes perlados del campeón fueron la señal de que le había gustado el ambiente de estadio, el solcito de otoño, la euforia limeña.

- LA MOTOTAXI Y EL RAYO-
Bautizada "Bolt" y ataviada de stickers y banderines, la mototaxi que compitió con tenía una misión difícil y los resultados fueron previsibles. Miguel, su piloto, muchacho de San Juan de Lurigancho, habló con una reportera del programa Mujeres al Mando de canal 2 y, anodadado como parecía estar por el griterío, compartió algunas breves cosas antes de su experiencia. Dijo que "tenía muchos nervios", que iba "a intentarle ganarle al señor Bolt", que "pasó un riguroso casting" y que, eectivamente, "era el más rápido" de su barrio. Bueno, mucho no lo demostró pero esta fue un tipo de derrota que se celebra: ahí, en esa mototaxi que cobra 1.5 sol la carrera todos los días, se sentó el veloz Bolt.

-LA ENTREVISTA CON SOMOS-
El hombre más veloz de la historia no sabe llegar tarde. Puntual, a las 6:30 de la tarde, habló con Somos sobre el Perú, su futuro y la importancia de practicar atletismo en los niños. Entre otras cosas. Aunque mucha gente vaya a romperse los dedos criticándolo, filosofando y tratando de explicar de qué color es el agua, uno de los principales planes del Rayo fue probar comida peruana. Se tomó 15 minutos para todas las fotos que Víctor Idrogo, reportero gráfico de Somos, le pidió y aceptó todas las sorpresas que le habíamos llevado. Guardó los regalos, le dio la mano a todo el mundo y se fue.

-LAS MANOS DE BOLT Y LA VIDENA-
La de este miércoles fue una visita más protocolar: en compañía del Director Ejecutivo de Lima 2019, Carlos Neuhaus y el Alcalde de Lima, Jorge Muñoz, Usain Bolt se inclinó en el cemento fresco para grabar esas manos con las que ha levantado ocho veces la medalla olímpica. "Bolt dejó sus huellas literalmente en Lima. No solo por la visita de una leyenda del deporte, si no por esa humildad y buen humor que siempre lleva", dice Christian Cruz, el periodista de El Comercio que vivió de cerca la humildad del multicampeón olímpico. Ya antes había hecho historia con esas mismas manos: según pudo conocer Somos, Usain Bolt se levantó muy temprano y preparó un cebiche con el chef principal del hotel donde se hospedó estas inolvidables 48 horas. Esas fotos valen oro.

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