Terminados los primeros partidos de la Copa América, y con todos los equipos con minutos en el césped, se podría cometer el error de anticipar un balance. Hagámoslo. La principal conclusión es decepcionante. Mal acostumbrados por el mundial de Brasil a un juego electrizante, los emparejamientos iniciales no dejan un buen sabor futbolístico en la boca. Sampaoli ha matizado su propuesta en pos de equilibrio y seguridad defensiva, lo que lo ha llevado a renunciar al ida y vuelta acostumbrado. Arangüiz no ha ratificado el nivel y luce como una pobre compañía de Vidal. Arriba, Sánchez como delantero único es una apuesta riesgosa, en tanto el chileno ha jugado toda la temporada como segundo delantero con libertad por todo el frente, pero siempre con la referencia de un 9. Un penal mal sancionado abrió el marcador y facilitó el triunfo de la ‘Roja’. Que el anfitrión reciba estos regalos era una pésima costumbre más o menos aceptada; hoy, a la luz de los escándalos de corrupción de la FIFA, parece un vulgar prebenda.
No ha sido mejor lo presentado por las que, junto a Jamaica, son las selecciones más pobres del torneo: México y Bolivia. La primera, por desidia; la segunda, por escasez. Hay quienes piensan que los empates a cero esconden una forma de belleza en extinción, la armonía de dos sistemas contrarrestándose durante 90 minutos. Un escéptico, por toda réplica, podría postular el partido del viernes como un sólido contraargumento. Difícil encontrar un somnífero más efectivo. El sábado el torneo repuntó gracias a la solvencia habitual de Uruguay y su probado espíritu copero. La columna Muslera - Godín - Arévalo Ríos – Cavani luce sufi cientemente sólida como para dar una chance a los charrúas. A veces basta un gol chorreado para vencer a los equipos débiles, pero lo difícil es hacerlo. Puestos a ello, resulta inevitable pensar lo que serían los celestes con Suárez en forma y habilitado.
Luego, un encuentro realmente comentable. Aunque parezca un facilismo decirlo a posteriori, lo de Ramón Díaz con Paraguay fue estupendo. Planteó un partido tácticamente impecable, al punto de que los goles argentinos llegaron por un blooper de Zamudio y un penal inventado por Di María, nada que sea responsabilidad del técnico. La remontada, en cambio, es puro mérito suyo: modificó el 4-5- 1 para jugar con dos puntas e invitó a un partido de área a área. Los de Martino cayeron en el engaño, regalaron el mediocampo y quedaron con un equipo partido. Y si bien el descuento se le puede atribuir a un excepcional remate de Haedo, la paridad de Lucas Barrios fue el resultado de una jugada ensayada. Si Paraguay logra hacer de ese segundo tiempo una constante, será una señal preocupante de cara a Rusia 2018.
Selección peruana entrenó hoy sin Farfán ni Vargas (@juamavarri) [#FOTOS] (vía @Horacon) ⏩ http://t.co/4AQ06YihL3 pic.twitter.com/LZfhB62sAW— DT El Comercio (@DTElComercio) junio 15, 2015
El domingo, noticias ya conocidas: Colombia tiene una de las plantillas más fuertes de Sudamérica, pero no ha logrado que sus figuras ratifiquen su nivel en Europa (James) o rectifiquen, en cambio, las temporadas discretas que han tenido en club (Cuadrado y Falcao). Venezuela, por su parte, se mostró como un equipo competitivo en progresión. Si la Copa América es una prueba de ensayo para las Eliminatorias futuras, queda más o menos claro que la próxima puede ser la más difícil desde que se practica este formato.
Por su parte, Brasil, herido aún por la goleada alemana, apostó por el discreto pragmatismo de Dunga. Sorprende que prefiera a Diego Tardelli en vez de Firmino y que prescinda de los talentos de Coutinho y Oscar, pero su esquema, más allá del fallo que generó la anotación peruana, es útil y efectivo: cede por ratos la iniciativa, hace transiciones rápidas y aguarda que Neymar haga la diferencia. No es lo que se espera de Brasil, pero el pentacampeón hace mucho que tiene crisis de identidad. El Perú de Gareca deja sensaciones encontradas. Desde la elección de los titulares, se aprecia un deseo por favorecer la posesión y el toque; por minutos hubo juego suficiente como para enfrentar a un gigante sin complejos y con armas justas pero limitadas. Sin embargo, el elenco mínimo disponible, que se refleja claro en la ausencia de laterales y la falta de suplentes de nivel, así como las desconcentraciones de siempre que explican el resultado, deja un escepticismo, digamos, espontáneo y razonable.
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