Afuera es 2016, adentro parece el 2000. Los años del tricampeonato para la ‘U’. A un lado corre Paolo Maldonado y lidera el Puma Carranza, más allá observa Roberto Chale, pero finalmente, dos cabezas encima del grupo principal que entrena, se nota a Luis Guadalupe.
Quince años después, imposible que su presencia pase desapercibida. Quince años después, ni Guastavino y Rengifo juntos han despertado tanto movimiento en los reporteros. Es así aunque en las redes no guste, aunque polemicen en Facebook: Guadalupe en la ‘U’ es lo mismo que Jayo en Alianza o Soto en Cristal. Una indiscutible marca registrada.
El detalle, claro, es que Jayo es hoy asistente de Mosquera y Soto administra sus negocios de comida. Guadalupe en cambio, no. Sigue jugando al fútbol. De hecho, todos los periodistas que lo he vemos visto correr en Campo Mar coincidimos en que suda más que nadie, más que Huamantica o Páucar por citar a dos muchachos, con esa sonrisa de eterno juvenil de 40 años.
La discusión no es esa: físicamente es un dotado. Fue titular y finalista en tres de los últimas cinco temporadas. El debate es otro y tiene que ver con el mensaje, con el plan: ¿no era el 2016 la gran chance de Maelo Reátegui de consolidarse? ¿tan discreto fue el nivel de Gustavo Dulanto? ¿Benincasa dejó ser el central más regular del campeonato que pasó?
Sin Toño Gonzales y José Carvallo, la ‘U’ ha perdido liderazgo en un vestuario que –polémico o no- se ha movido siempre desde el caudillismo. Es así. Algunas de las campañas más recordadas de los últimos 20 años de la ‘U’ –el Apertura 2002, el título con Gareca el 2008, quizá el tricampeonato de Chale- descansaron en pesados apellidos muy conscientes de que quizá les faltaba fútbol, pero nunca devoción. Solo así puede entenderse la presencia de Guadalupe en la ‘U’ 2016: un hombre que proteja a este grupo joven, antes que un defensa que juegue en el equipo. Una apuesta por un líder de VHS para volver a ganar algo en los tiempos de YouTube.