“Bah, cualquiera puede voltear un partido…”
Todo hincha de Universitario la ha escuchado alguna vez. Los intentos por minimizar el valor real de la garra suelen reducirse a la vacuidad de esa frase. De ahí la enfermiza insistencia de que no puede ser un rasgo distintivo porque “cualquiera” puede hacerlo.
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¿Garra es solo voltear un partido?
Diversos historiadores coinciden en que la demostración más antigua de la garra crema corresponde al 3 de mayo de 1925. La joven Federación Universitaria enfrentaba al José Gálvez, uno de los animadores de los torneos de principios de siglo. El partido se jugó en el Estadio Nacional como preliminar del enfrentamiento entre los combinados Chalaco-Unión Buenos Aires versus Association-Tarapacá.
Las crónicas de la época mencionan el claro dominio del cuadro victoriano, su ventaja por 2-0 y cómo la historia viró cuando faltaban 20 minutos para el fin de la contienda. El zaguero Mario de las Casas tomó la lanza y marcó los tantos que sellaron el 2-2 definitivo. No ganaron, pero los inexpertos universitarios dieron una demostración de entereza. Otra frase empezaba a construirse en esos tiempos aurorales: a la U nunca hay que darla por muerta.
¿Pero qué es la garra crema?
Garra es Lolo Fernández ingresando a la cancha convaleciente de una lesión, el 8 de diciembre de 1944, para marcar los dos tantos con que Universitario empataría con Racing en Lima. O cuando le hizo tres goles a Alianza el día de su despedida, el 30 de agosto de 1953, con el cuerpo arrastrando 23 años de patadas y empellones, mientras miles aplaudían su inconmensurable grandeza.
Garra es Terry gambeteando por izquierda, Chumpi estirándose más que Pele, el gran José y Lucho La Fuente, el ‘Colorado’ Cruzado, el ‘Trucha’, Angelito o Chale haciendo una pared en Avellaneda antes de enfilar el taponazo que le dio forma a la hazaña de la Libertadores del 67.
Garra es Percy Vílchez provocando que Manga se arrastre por la cancha del José Díaz, Cachito enmudeciendo al Centenario, Papelito tapándole un penal a Morena en el último suspiro.
Garra es Germán metiendo huachas en Matute, el Diablo clavando el tercero en la liguilla del 86, Rey Muñoz dando saltitos sobre la pelota frente a un marcador asustado y el Ciego estirando la zurda para sacar el centro que Seminario cambiaría por gol ante la desesperación de Caíco.
Es también Rossi escapando de los empujones de Soto para picársela a Balerio y convertir uno de los goles más recordados por la hinchada noventera.
Garra es Robert, el querido Capi, jugando con el corazón maltrecho por el recuerdo de su madre fallecida, Puchungo arriesgando las canillas, Balán moviéndose como una pantera, Esidio agradeciendo al cielo, el Negro sacándola de cabeza o Piero afilando su mejor tijera.
Es Ibáñez tirando un achique, Chemo pidiéndola sin miedo, Nunes guerreando, Grondona acariciando la pelota y la tribuna cantando sin respirar que el Puma es lo más grande del fútbol nacional.
Es la banda de revoltosos que se llevó la Libertadores Sub 20 con el Orejitas a la cabeza.
Es don Roberto y, cómo no, Arturo, Plácido, Juan Eduardo, Iván, Marcos, Juan, Osvaldo, Ángel David, Goyo, Jorge, don Sergio y tantos más.
Es Fefa, Cindy, Xioczana y las leonas de siempre.
Es Calcaterra dándole color al lienzo que urdieron Quispe, Polo y Pérez Guedes.
Es la crema iluminando su historia entre la penumbra victoriana, agrandando su épica, hundiendo a su rival en la oscuridad eterna.
Sí, cualquiera puede voltear un partido. Pero la garra no es solo eso.
Felices 100 años, Universitario de Deportes.
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