Un calambre en el isquiotibial izquierdo causó, el 12 de agosto, un doloroso adiós al más grande, Usain Bolt, que, con un modesto bronce en el zurrón, se despidió el estadio olímpico de Londres para penetrar en el territorio de la leyenda.
Rodando por la pista en plena recta durante la final mundialista de 4x100. De aquella guisa fatal expiró la órbita gloriosa del astro jamaicano, que en los últimos nueve años, desde su explosión con el triplete olímpico en Pekín 2008, cargó con casi todo el peso del atletismo sobre sus espaldas.
A media recta, Usain Bolt se trastabilló y se derrumbó entre gestos de dolor. Sobre la pista azul permaneció durante dos minutos, ocultando su cara entre las manos, antes de incorporarse para llegar ya sin prisas, caminando, hasta la meta.
Un adiós inesperado para tal vez el atleta más grande de todos los tiempos, que cruzó la meta acompañado por sus tres compañeros de relevos en la escena más dramática de los Mundiales.Fuente: EFE