En unos días más, dirá que sí, que se postula. En otros más, lo hará y ganará. Y lo que tendremos por cuatro años (otros cuatro años) es una gestión errática y egoísta, que escribe y reescribe sus planes, no en función de mejoras generales del fútbol, sino en función de perpetuarse hasta la jubilación. Si lo que toca es aplicar las resoluciones, mejor no, no vayan a molestarse los clubes (donde tiene sus amigos). Si lo que toca es reducir la posibilidad de voto de las provinciales, tampoco lo hace, no vayan a fastidiarse las ligas (donde tiene sus patas).
Es verdad que Burga no juega, pero no es menos verdad que Burga influye en todo. Y si no cree, mire este ciclo de Bengoechea, una tristísima prolongación nostálgica del proceso de Markarián. Algo así como “no pude convencer al verdadero, entonces vamos con su alumno, por lo menos hasta el 2015”.
Un interinato de 15 meses para ‘ir probando al técnico’ no era (ni es) admisible. Más si verdaderamente no testea a nadie de la sub 20. Más si prefiere perder con Cruzado que con Benavente. Más si reincide en Vargas y no apuesta por Deza. Los clubes no producen jugadores, es cierto, pero la FPF tampoco ha contratado a un entrenador que nos ayude a reducir las diferencias con los equipos más competentes. ¿Dónde sería tolerable que un aprendiz de técnico haga sus prácticas preprofesionales con Perú? ¿Y dónde sería defendible esta ‘renovación’ que en el fondo no renueva nada? ¿Qué cree Burga que somos? ¿Un equipito de parque o la selección nacional?
Y ni vengan con la broma de que la sucesión Bengoechea-Markarián se parece a la de Löw con Klinsmann, porque la federación alemana nombró a Jogi inmediatamente se fue Jürgen y no especuló con otros nombres como aquí sí hizo la FPF durante ¡4 meses¡. Su incapacidad se prueba en detalles así. Burga no es todo el problema, efectivamente. Pero lo simboliza como nadie.