Con un abrazo diplomático y un cruce de sonrisas amables, Jorge Fossati y Ricardo Gareca finalmente se encontraron en lo que parecía ser uno de los grandes atractivos de la noche y un tema de sobremesa para después del partido. Como si se tratase del número estelar, los reflectores y las emociones brotaron a todo ritmo cuando el vigente entrenador de la selección peruana y el precursor del breve apogeo de la Blanquirroja se vieron las caras y optaron por el abrazo fraterno. A pocos metros, masticándose las uñas y mirando de reojo la escena, estaba Christian Cueva, nervioso como pocas veces en lo que pudo ser su reestreno, pero que terminó siendo 95 minutos de espera.
Con un AT&T Stadium asombroso, imponente, aunque no totalmente lleno en las graderías; Perú se ganó el aplauso y el apoyo incondicional desde la primera vez en que los seleccionados salieron a calentar. Mucho folclor, ánimos y banderolas alusivas al entusiasmo por ver una Blanquirroja más resuelta que nunca. Muchos agentes de seguridad también en un escenario en el que los peruanos hicieron más presencia que los chilenos.
Aunque Chile parecía el favorito para llevarse el partido, eran los peruanos quienes -con su algarabía y efervescencia- se quedaron con el primer duelo de la jornada: el de la tribuna. La goleada desde las gradas vino con el canto de los himnos. Brutal, emocionante. Demasiado lo que los fieles hinchas transmitieron en cada estrofa. El sentimiento blanquirrojo a flor de piel.
Pero lo mejor llegaría después. Cuando Fossati y Gareca finalmente se encontraron. El morbo hizo inminente algún comentario de ambos. Quizá un elogio sencillo, tal vez un discreto “mucho gusto”. Dos hombre de fútbol, veteranos de mil batallas, pero con un cariño común en medio: la selección peruana. El encuentro fue breve y luego nunca más cruzaron palabras hasta el obligado saludo final una vez el 0-0 se había consumado.
Luego cada uno en lo suyo.
Fossati pensativo, muy concentrado en el juego, pero como expresivo cuando un error le saltaba a la vista o un acierto le caía en gracia. Lo vivió en gran parte llevando la mano a su rosario, apretándolo en cada momento difícil. Con poco recorrido en el área permitida, dejando un saludo de vez en cuando a la tribuna para corresponder al aliento incesante del hincha.
Al otro lado estuvo un Gareca más intranquilo. Progresivamente más ofuscado e intenso, muy hablador, dando indicaciones y haciendo señas principalmente en su mediocampo. Frustrado a veces, por no poder entrar a la cancha y resolver él mismo lo que no podían sus jugadores. Era un duelo de pizarras con dos estilos muy marcados y opuestos. Por un lado la paciencia y la calma; mientras por el otro estaba el ímpetu.
En la previa se declararon aprecio y mucho respeto, luego del encuentro y durante el escueto saludo, las palabras se repitieron. Eso sí, un detalle no menor fue el brazo derecho de Fossati sobre el hombro del ‘Tigre’, una acción que según los entendidos implica una muestra de dominio.
Más allá, a unos metros, acomodado ya en uno de los asientos de la banca de suplentes, estaba Christian Cueva. Delatado minutos antes por la cámara de televisión respirando como si estuviera en labor de parto. Seguramente nervioso por un posible reestreno o ansioso por poner su físico a prueba.
La posibilidad de jugar unos minutos y romper así un Récord Guinness de meses de para necesarios para jugar de golpe un partido de máximo nivel, lo tenía seguramente tenso. Intentó medir la temperatura del ánimo del hincha cuando salió a calentar, pero los cánticos y los aplausos no le dieron cabida.
En el aplausómetro los más destacados fueron Paolo Guerrero y Oliver Sonne, ambos con minutos en el segundo tiempo. Mientras, Cueva estuvo quieto en la banca. No se paró casi nunca, aunque sí más efusivo y animoso en los últimos minutos, cuando Perú ya asomaba como un serio candidato al triunfo.
El incidente con Gareca
Tras el partido, algunos jugadores de la selección peruana se acercaron a saludar al técnico Ricardo Gareca. Pero fue ya dentro del túnel que algo fuera de lo normal pasó. Aldo Corzo y Sergio Peña se encontraron con el ‘Tigre’ y intercambiaron palabras menos amables, en un tono más serio. Parecían discutir, aunque no tenemos las palabras exactas por lo que es imposible asegurarlo.
Eso sí, una frase se escuchó claramente: “Esto no tiene nada que ver con ustedes”. ¿A qué se debió el que parece ser un desencuentro? ¿qué se dijeron con exactitud? No lo sabemos, lo que sí pudimos recoger es que al final no pasó a mayores y se resolvió de manera tranquila.
Un detalle no menor: Gareca se fue abucheado al salir al campo previo al encuentro. En su mayoría fueron hinchas peruanos los que le hicieron notar su descontento. Tal vez por la sensación de traición que implica haberse convertido en el técnico de la selección que más rivaliza con la Bicolor. Algo de decepción y resentimiento hubo en esos cánticos contra el ‘Tigre’, quién sabe y en el fondo, era un esfuerzo natural para decidirse a olvidar por fin a quién por siete años nos hizo creer que sí se puede.
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