Si se estuviera hablando de fútbol, esto sería tan parecido a que Diego Maradona sea el consejero personal de Lionel Messi, o que quizás, Pelé se convierta en el amigo más cercano de Neymar. Los ex grandes tenistas del pasado son en el presente entrenadores de las figuras del tenis mundial. La fórmula funciona y los títulos ganados son el mejor resultado.
Pasó un lunes 27 de octubre de 1986, tiempos imperiales de Ivan Lendl en el ATP Tour. Ese día, el checo que jugaba con la mecánica de un robot recibió como escolta en el ranking a Boris Becker, que trepó desde el tercer lugar. Y un escalón más abajo apareció Stefan Edberg, para conformar el top 3 del tenis mundial. Lendl-Becker-Edberg, aquellos gladiadores de los 80 y 90, no son únicamente leyendas que se pasean en el Melbourne Park; ahora vuelven a competir entre ellos a través de sus respectivos pupilos, Andy Murray, Novak Djokovic y Roger Federer. No solo firman autógrafos y recuerdan sus pergaminos: volvieron a la escena central con ropa de entrenamiento y miradas desde la tribuna para perpetuar su legado de gloria.
Lendl y el efecto Murray
Las alianzas entre grandes campeones de ayer y los fantásticos de hoy se volvieron una tendencia desde el experimento exitoso de Lendl con Murray. Fue un boom: ambos comenzaron hace dos años y el escocés se quitó todos los complejos al obtener el US Open 2012, la medalla dorada de Londres 2012 y Wimbledon 2013, una conquista inolvidable que corrió a Fred Perry (campeón en 1936) como última referencia británica en el césped sagrado.
“En nuestra práctica inicial quise impresionar a Ivan como en la primera cita con mi novia Kim; estaba nervioso”, confiesa Murray, que descarta fórmulas mágicas: “Puedes tener a un gran coach al lado, pero si no trabajas en el gimnasio y en la cancha de práctica, no vas a conseguir resultados”.
Lendl, de 53 años, transformó en ganador de Grand Slams a Murray a partir de sus frustraciones en Wimbledon, el Major que terminó siendo su cuenta pendiente. En 1990 y 1991, el checo nacionalizado norteamericano rechazó jugar Roland Garros, que ya había ganado, y se preparó especialmente pensando en el verde del All England. Al final nunca abrazó la gloria allí, pero repitió la estrategia con su dirigido en 2013: Murray se retiró de Roma con dolores en la espalda y decidió no jugar en París. Durante más de un mes, mientras los focos apuntaban al Bois de Boulogne, Murray se entrenó en el césped y cocinó a fuego lento la epopeya en Wimbledon.
“Cuando uno contrata a un nuevo coach, especialmente a uno como Lendl, espera ver un cambio. Quizá no sea un gran cambio, pero debes ser capaz de tomarlo. A mí me modificó la mentalidad porque aprendí de las derrotas del pasado”, señala Murray.
Edberg y los resultados en Federer
Federer ya empieza a capitalizar progresos de la mano de Edberg, a quien idolatró en su infancia. La victoria en tres sets sobre Jo-Wilfried Tsonga, por los octavos de final, reflejó una búsqueda de rutas más rápidas de ataque. La elección del suizo tras separarse de Paul Annacone no es casual: deja en evidencia su ambición por seguir peleando bien arriba con nuevos matices en su estrategia. Principalmente, yéndose más seguido a la red para abreviar puntos. Y de hecho, ante el francés ganó en 34 de sus 41 subidas (82%). Quizás ésa sea la última carta que le queda a un talento como ninguno, al que ya le faltan piernas para aguantar desde la base a los otros tres fantásticos.
“Stefan es uno de los mejores de todos los tiempos en saque y volea. Se movía muy fluidamente y lo hizo al más alto nivel durante toda su carrera”, apunta Federer, que agrega: “En mi época de junior me divertía yendo a la red, pero cuando vas creciendo, necesitas que alguien te indique cuándo es el momento apropiado para hacerlo. Es lo que estamos explorando ahora”.
Stefan Edberg se mantiene impecable físicamente. Cumplidos los 48 años, es el que mejor disimula de los tres el vuelo de las hojas del almanaque. El sueco llegó recientemente a Federer como un inspirador: “Roger estuvo peleando durante mucho tiempo en el circuito, aunque siempre hay espacio para mejorar. Es cierto que su temporada 2013 fue difícil, pero quiero verlo dar un paso adelante y que gane un Grand Slam este año. Siento que es capaz de lograrlo si juega su mejor tenis. Lo importante es estar sano y motivado”.
Becker y la experiencia con Djokovic
El vínculo entre Djokovic y Becker, que arrancó a fines de 2013, es el más mediático de los tres. Después de su triunfo ante Fognini en los octavos de final, Nole imitó aquel clásico saque del alemán hamacando su cuerpo exageradamente. Luego temblequeó como si estuviera apoyándose en un bastón, burlándose sin maldad de su condición de jugador retirado. Los dos se miraron y rieron.
“Necesitaba a alguien que hubiera atravesado las mismas situaciones que yo en los grandes torneos para reforzar la parte mental. Por eso confié en Boris, para aprender de sus geniales voleas de su época de jugador y de su mentalidad agresiva”, sostiene el serbio, que logró sus 41 títulos ATP bajo la tutela de Marian Vajda, todavía en el equipo. “Cada cambio que hacés en tu vida implica un riesgo potencial, pero no quiero verlo desde esa perspectiva. Me gusta la cooperación entre Becker y Vajda”, asegura el número 2 del mundo.
Becker, que dejó de lado su papel como comentarista de TV para volver al ruedo, menciona: “No voy a dar detalles de lo que estamos trabajando, el punto es que estuve en diez finales de Grand Slam y sé exactamente cómo se siente un jugador en los momentos decisivos de un torneo”. El León de Leimen, de 46 años, traza un parangón generacional: “A mediados de los 80 y hasta casi el final de los 90, el juego era un poco más lento, pero ya usábamos raquetas de grafito en lugar de las de madera. Hoy el tenis no es tan diferente de cuando nosotros jugábamos”.
¿Y Rafael Nadal? “Estoy pensando en contratar a McEnroe”, dijo con suspenso hace tres días. Pero enseguida ensayó un guiño cómplice, dejando en claro que su fidelidad hacia su tío Toni es inquebrantable.