Cuando ocurren delitos económicos en las compañías, estos afectan seriamente a las empresas y a sus ‘stakeholders’. Esto desde ya es negativo. Pero cuando la integridad de toda la economía es puesta en peligro, la confianza general puede caer haciendo más difícil a los individuos establecer relaciones de largo plazo. En consecuencia, toda la economía puede empezar a rezagarse, estancarse o, finalmente, decrecer.
Si esto ocurre, los incentivos para que las personas actúen con menor honestidad crecen mucho más. Esto representa una potencial espiral descendente, pero también la esperanza de generar una espiral positiva. Una alta integridad puede generar una alta confianza, lo cual facilita establecer exitosas interacciones económicas, reduciendo así la posibilidad de cometer actividades corruptas. 
El Perú se encuentra en esta encrucijada. De acuerdo con el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional 2017, Perú fue ‘rankeado’ en el puesto 96 de una lista de 180 países. La Encuesta de Fraudes de Ernst & Young Global encuentra tendencias impresionantes: cada entrevistado indica que para las empresas es importante demostrar integridad, pero casi todos (82%) dicen que el soborno y las prácticas corruptas ocurren habitualmente en el Perú. ¡Vaya contraste!
¿Cómo romper este círculo vicioso de corrupción? La investigación económica –conectada con una perspectiva psicológica– nos puede dar algunas pistas. Tres factores contribuyen con el denominado “triángulo de la corrupción”: Incentivos/Presión para cumplir, oportunidad y actitudes individuales. En primer lugar, algunas intervenciones regulatorias pueden ser necesarias, al mismo tiempo que el restablecimiento de la confianza en el sistema de justicia. Segundo, nuevas tecnologías como el ‘blockchain’ pueden ayudar, reduciendo las oportunidades para actos de corrupción.
Pero es en el tercer factor, el de actitudes individuales, donde se encuentra el gran potencial. Nuestras investigaciones demuestran que la gente generalmente no se motiva solo por incentivos materiales, sino que le importa conocer la forma cómo obtiene el dinero.
Específicamente, la gente difiere sobre los llamados ‘valores protegidos’, aquellos por los que estamos dispuestos a pagar un precio por preservarlos. El éxito en la lucha contra la corrupción se logrará si la gente internaliza y acoge la necesidad de integridad; y en ese sentido, los gerentes tienen la responsabilidad de liderar con el ejemplo. 
Resolver la corrupción es un proceso de largo aliento. Es en la educación escolar y universitaria donde un país tiene su mayor potencial, y es por ello que debemos empezar cuanto antes. Cabe entonces preguntarnos con cierto sentido de urgencia: ¿qué dirección seguirá el Perú en esta encrucijada?