En el 2022, de acuerdo a recientes proyecciones del J.P. Morgan, el crecimiento del PBI peruano bordeará el 2,5%, mientras que el crecimiento de Colombia superará el 7% y el de la región latinoamericana se situará en alrededor de 3%. Entre el 2001-2021 el Perú crecía a un promedio anual de 4,1%, Colombia alcanzaba el 3,3% y América Latina apenas el 2%. La cosas han cambiado a tal punto que hoy no solo dejaremos de liderar el crecimiento de la región, sino que nos pondremos por debajo del crecimiento promedio de la misma.
Sin embargo, más importante que saber cuánto creceremos estos años es identificar cuánto estamos dejando de crecer. Colombia crecerá algo similar a lo que debió crecer el Perú, dado que siempre que se presentan precios de los minerales al alza nuestra producción promedio anual supera el 6%. Si en el 2022 crecemos 2,5% y, en contraste, debimos crecer por encima del 6%, entonces, se puede colegir que nuestra economía este año por cada punto porcentual que logre crecer ha perdido alrededor de dos puntos porcentuales de crecimiento que no se materializó.
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La tremenda pérdida de oportunidades de crecimiento es un tema serio y que trasciende la discusión común con la que se analizan las proyecciones de nuestra economía. Como es de esperarse, al dejar de crecer como lo deberíamos haber hecho, se empiezan a perder progresivamente algunos atributos de los que disponía nuestro frente económico. Revisemos brevemente lo que podría estar suscitándose en nuestro frente fiscal y externo.
En materia fiscal, por ejemplo, ya se estaría gestando una tendencia a la progresiva ampliación del déficit. De acuerdo a cifras de nuestro BCR, mientras que el resultado económico no financiero de nuestro gobierno general hacia junio alcanzaba una cifra deficitaria del 1,0% del PBI, hacia agosto ya superaba el 1,6%, con tendencia al alza. Los ingresos corrientes empiezan a caer en el marco de la desaceleración del PBI y la caída de los precios de los minerales. De otro lado, los gastos no financieros serán proclives a subir como parte de un creciente populismo. Por favor, no nos preocupemos por el déficit fiscal de alrededor de solo 1,9% del PBI para este año, preocupémonos de una posible tendencia a su próxima ampliación.
En el caso del frente externo también se empiezan a notar signos de debilitamiento progresivo que no podemos perder de vista. Mientras que nuestro BCR proyectaba, hace solo tres meses atrás, superávits en nuestra balanza comercial por encima de los US$14.000 millones para el 2023, este setiembre nos señala que dicho saldo se contraería en no menos de US$2.000 millones. Es más, si evaluamos la evolución de nuestra balanza comercial ajustada a precios internacionales del 2007, como lo hace el INEI, se puede observar que las importaciones desde marzo de este año vienen superando a nuestro flujo de exportaciones. ¿Sabía usted eso? En concreto, el mismo BCR estima que la pérdida de las reservas internacionales netas (RIN) a setiembre de este año sería de no menos de US$3.000 millones con respecto al 2021. Lo dejo allí.
Esto es el resultado de no haber crecido como era previsible por efecto de dañar la imagen de nuestro frente privado, por satanizar el rol de la inversión privada, por efecto de emprender una discusión ideologizada de nuestro marco constitucional, por efecto de deteriorar el accionar de nuestro sector público. Con un crecimiento de la inversión de alrededor de 1,5% para el período 2022-2023, como lo estima el BCR, no nos podemos engañar, seguiremos perdiendo oportunidades de crecimiento hasta el 2026.
Agréguenle a todo esto un 2023 donde el entorno internacional se acompaña de reiteradas volatilidades financieras en el marco de la continuidad de la lucha contra la inflación internacional, de desbalances asociados al sobreendeudamiento público y de ruido en los mercados cambiarios y bursátiles. Súmenle, de otro lado, un escenario interno más que complicado en materia política. El escenario no es bueno, una posible tempestad se asoma y, la verdad, estamos sin capitán en el barco llamado Perú.
En resumen,en el marco de la pérdida de oportunidades de crecimiento económico, los peruanos hemos cambiado un entorno de hiperinflación experimentado más de treinta años atrás por uno hiperdesilusión mayoritaria. Así los instrumentos de política económica dejan de funcionar óptimamente. Así no se alcanza progreso en una economía. Una de las cosas que con claridad demuestra esta administración gubernamental es que la ignorancia no genera riqueza, la destruye.
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