La mayoría de los aspectos importantes de la vida, sea en la rutina diaria o en el horizonte de largo plazo, se produce en etapas sucesivas que forman una secuencia generalmente lógica que en su evolución puede tener resultados (en niveles y magnitud de impacto) muy diferentes al esperado, pero que como tendencia se acerca mucho al objetivo inicialmente proyectado.Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Esta secuencialidad, en nuestro día a día, se da también en los mercados financieros globales y locales. Y precisamente una de las variables más observadas y comentadas en todo el mundo financiero y de negocios se encuentra hoy en una etapa crucial (casi con la misma ansiedad con la que se espera el resultado de la elección de un presidente), y es la posible subida de las tasas de interés en EE.UU. en diciembre (durante las reuniones de la Reserva Federal el 15 y 16), o subidas adicionales en los próximos 60 meses, luego de siete años de facilidades monetarias nunca antes vistas en la historia económica mundial.
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Un evento de esta magnitud ya nos ha venido impactando tanto a empresas como a las personas de a pie y a la economía familiar.
Esta historia de que las tasas americanas volverán a subir se ha dado en varios actos que empezaron en el segundo trimestre del 2013, donde el solo pensar en evaluar una posible subida de las tasas de interés generó una volatilidad global (tipo tsunami), que luego fue seguida por varias réplicas, de intensidad alta y moderada, impactando de manera determinante en los flujos del comercio, de capitales y de inversiones, la misma que se ha reflejado en tres consecuencias negativas: la desaceleración del crecimiento de los mercados emergentes, la caída de los precios de las materias primas (metales y petróleo) y la depreciación de las monedas emergentes (dólar al alza).
Esta situación no solo ha reducido la generación del empleo, sino que también ha impactado en el incremento de los precios de los bienes medidos en dólares como los productos importados de tecnología y bienes de consumo masivo: el trigo, el maíz, los lácteos, carnes, etc.
Ahora que estamos a la vuelta de la esquina de la subida de las tasas de interés en dólares, debemos buscar estar protegidos ante la incertidumbre y volatilidad que se pueden producir en el 2016 y los siguientes años.
Evitar las deudas en dólares (buscar cambiarlas a soles ya), tener recursos en efectivo (ahorrando en efectivo y disminuyendo la exposición de las inversiones en activos financieros percibidos como muy riesgosos especialmente en mercados emergentes) y diversificar adecuadamente las carteras de inversiones son una recomendación obligatoria.
Mejor es estar bien preparados y protegidos, pues la tendencia cíclica de los mercados financieros continuará con vientos en contra para los países emergentes como el nuestro. Y esta tendencia para reducir las facilidades monetarias se dará en varias etapas sucesivas que, por lo visto en años previos, puede tomar un período prolongado en el futuro.
Por eso esta recomendación, que resulta muy útil para las empresas e inversionistas institucionales sofisticados, es también perfectamente aplicable para la planificación financiera personal. Infórmese y busque asesorarse por buenos especialistas para mejorar la gestión patrimonial de sus ingresos, gastos, ahorros e inversiones