Esa confortable vida llena de botones con la que nos deleitaban los Supersónicos en los ochenta es lo que más se parece a la sociedad conectada que los fabricantes tecnológicos vislumbran como real para el 2020. Hablamos de carros que se acercan solitos al estacionamiento a recogernos y programan la ruta oyendo lo que le decimos, de una Robotina que limpia y se comunica con las otras máquinas de la casa, de una refrigeradora que solita le avisa al supermercado que falta leche y carga el pedido a la cuenta, y de zapatillas que tienen monitoreado hasta nuestro ritmo cardiaco. Todavía no estaremos al nivel de “Wall-e” y la inteligencia artificial no producirá enamoramientos al estilo de “El hombre bicentenario”, pero las máquinas se comunicarán unas con otras y se necesitará una red que soporte esas comunicaciones.
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Hoy en día, en Lima, Perú, nos hemos quedado boquiabiertos ante un celular que nos permitía ver nítidamente como goleaban al equipo brasileño en vivo y en directo mientras pasábamos de una reunión a otra. Eso fue posible, aclara José Antonio Ríos, presidente de Celistics, porque se montó una red de cuarta generación (4G LTE) que solo tenía inscritos a 100 mil usuarios, pero su consumo de datos era tan alto que equivalía a lo que generarían 10 millones de usuarios de la tercera generación (3G) y hubiera sido un esfuerzo desmedido que colapsaría dicha red. Para hacer viable ese tipo de transmisiones, explica, se licitaron nuevas frecuencias y los operadores montaron antenas con una capacidad de transmisión mil veces superior y un gasto más eficiente porque, valga la comparación de Ríos, es como un auto que consume menos gasolina. “La red 4G es una red optimizada, que le saca el jugo a la infraestructura y hace más rentable la inversión del operador”, aclara Carlos Valdez, director de la carrera de Ingeniería Electrónica de la UPC. Y lo mismo se calcula que sucederá ante el salto tecnológico que exige la sociedad hiperconectada hacia el 2020.
Tanto Cisco como Ericsson lo han advertido en estudios elaborados para predecir la cantidad de tráfico que implicarán las videollamadas masivas y las máquinas interconectadas del futuro inmediato. Cisco calcula que el tráfico global de datos móviles se multiplicará por 13 en los próximos cinco años, alcanzando los 11,2 Exabytes mensuales. En Latinoamérica, añaden, crecerá 66% al año dicho tráfico, y para el próximo mundial tendremos tres veces el consumo de datos generado hoy en Brasil. La GSMA también coincide en las predicciones y habla de una Latinoamérica con el doble de conexiones de banda ancha y usuarios de smartphone para el 2017. Además, calcula que tendremos el cuádruple de máquinas ‘parlanchinas’. Ericsson, por su parte, pronostica que el tráfico de datos móviles hasta el 2019 se multiplicará por diez y el número de dispositivos que comunican máquina con máquina (M2M) crecerá cuatro veces. Y para soportar todo eso se necesitarán nuevas redes.
Si tuviéramos una visión económica minimalista diríamos que se trata solo de poner más antenas para soportar el incremento en las comunicaciones, pero no es así. Los futurólogos y científicos reunidos en variedad de convenciones este y el año pasado coinciden en que se necesita una nueva generación tecnológica de telefonía móvil (la quinta generación o 5G) que soporte esos mayores volúmenes que nuestras nuevas necesidades de interconexión generarán en forma eficiente, es decir al menos costo. Y eso significará reconvertir el negocio, buscar nuevas formas de rentabilidad y desarrollar una nueva red.
“La tecnología 5G permitirá soportar los mayores volúmenes de tráfico de datos que crecen exponencialmente cada año y traerá nuevas experiencias al usuario al permitir la introducción de innovadores servicios. Por ahora, 5G es una manera de referirse a las tecnologías de las redes móviles que estarán disponibles después del 2020. Si bien el estándar no está definido aún, está claro que integrará tecnologías de radio nuevas y otras ya existentes, incluyendo LTE (4G) y HSPA (3G), las cuales serán complementadas por nuevas herramientas para casos específicos, pero no habrá un reemplazo de todas las tecnologías anteriores. Será un nuevo ecosistema”, advierte Arturo Meza, experto en banda ancha móvil de Ericsson.
PRIMEROS ACUERDOSCuando hablamos de esta nueva generación móvil no estamos en el campo de la ciencia ficción. La Unión Europea y Corea del Sur ya están armando un pacto clave para desarrollar las redes 5G, el cual establece la necesidad de preparar sistemas, fijar estándares, definir reglas para actuar en un nuevo espectro y preparar frecuencias de radio para alojar a la nueva tecnología. Ellos han armado la 5G PPP europea, con sede en Bélgica, y el 5G Forum, en representación de Corea del Sur, y esperan tener un consenso global para fines del próximo año.
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Mientras tanto el Gobierno de Corea ya destinó US$1.500 millones a la investigación y una buena suma también se está invirtiendo en Estados Unidos, en donde hay varias universidades trabajando el tema. En China la marca Huawei ya ha invertido US$600 millones para financiar las investigaciones en 5G hasta el próximo año y Ericsson acaba de realizar, hace un par de semanas, la primera prueba de lo que serían los pininos de la 5G: una red que funcionó a una velocidad 250 veces superior a la actual 4G.
El Gobierno Surcoreano no ha tenido reparos en estimar que las ventas relacionadas con la infraestructura 5G podrían llegar a los US$310 mil millones los siguientes cinco años luego de que entre en funcionamiento (2020), y por eso está comprometiendo en el proyecto a las operadoras como SK Telecom o Korea Telekom y a fabricantes como Samsung y LG.
Los analistas de IDC y Gartner coinciden en sus visiones y afirman que serán las grandes potencias en terminos de desarrollo, como Japón y Estados Unidos, las primeras en montar estas nuevas redes porque la demanda los llevará pronto a ello. De hecho el Reporte de Movilidad de Ericsson (junio de 2104) pronostica que el 85% de las suscripciones móviles norteamericanas serán 4G LTE en el 2019 y por tanto serán ellos los primeros candidatos a necesitar una nueva red que soporte que todo lo que pueda beneficiarse de estar conectado, incluyendo desde el parquímetro hasta el basurero.
Las redes 4G vienen consolidándose a pasos agigantados en el mundo entero. Se calcula que el año pasado ya teníamos 274 redes 4G LTE comerciales lanzadas en 101 países. Bob Calaff, director para la región de 4G Americas, estima que hoy ya son 107 países con 302 redes, 41 de las cuales están en Latinoamérica y crecen velozmente en adopción, aunque en términos de penetración de servicio estamos bastante lejos de Norteamérica, Europa o Asia. De marzo del año pasado a marzo de este año pasamos de un cuarto de millón de conexiones a tres millones, lo que representa el 0,33% del mercado (328 millones según GSMA) y para fines del 2014 serán seis millones. Es más, Calaff calcula que para el 2018 ya estaríamos con 82 millones, lo cual representa un progreso significativo para nuestro entorno, pero no borrará la brecha existente con Norteamérica.
José Antonio Ríos está convencido que toda esta migración de 2G a 3G y 4G en la región conllevará cambios sustanciales en el negocio de los operadores y de todo integrante del ecosistema. Para empezar habrá una penetración de 150% de líneas celulares y el crecimiento estará en la migración de tecnología primero, tal como pasó con la TV en blanco y negro, y luego en los servicios que le saquen provecho a esas máquinas - y no solo teléfonos - conectadas, porque también acá tendremos hasta 20 aparatos comunicándose con un celular. ¿Y NOSOTROS?Nuestros 100 mil usuarios de 4G actuales o el 4% de los clientes pospago en dicha red que tendremos para fines de año nos dejan bastante rezagados frente a la realidad latinoamericana y mundial, sobre todo si miramos a ese 70% de usuarios que hoy, según IDC, todavía usan 2G. “Estamos lejísimos como país. Si bien tenemos avances para ciertas zonas del territorio (algunos distritos de Lima) y nichos de demanda (A/B en segmento socioeconómico), todavía el déficit de infraestructura es muy alto (14 mil antenas) si consideramos al Perú como un todo. Y estamos sin visos de solución mientras no se pueda desplegar la infraestructura a lo largo y ancho del territorio sin sobrecostos absurdos”, asegura Roxana Barrantes, directora general del Instituto de Estudios Peruanos.
El problema parte de la aparente esquizofrenia que sufre el Estado como conjunto, es porque licita nuevas bandas y propone normas a nivel del Ejecutivo, pero en paralelo los municipios se resisten a la instalación de infraestructura. “Las trabas y negativas municipales siguen impidiendo la instalación e inclusive, van desmontando antenas. Se mantiene, pues, el desacato a la Ley 29022”, admite Julio Bustamante, jefe del área legal de la Asociación para el Fomento de la Infraestructura Nacional (AFIN), quien lamenta que los operadores estén con planes de inversión sin ejecutar.
En el país urge perfeccionar el marco regulatorio vigente para poder reducir la brecha (valorizada en US$400 millones), pero también hace falta incrementar el nivel de competencia en alta tecnología, porque eso permitirá incrementar rápidamente el porcentaje de participación de 3G y 4G, que volverá al mercado más atractivo a nivel comercial, agrega Diego Castrillón, director ejecutivo de Prospectiva 2020.
¿Que sucede en la actualidad? Al cierre del 2013 teníamos el Arpu (gasto por usuario) en US$9,5 mientras que el promedio regional era US$12,5, añade Castrillón, y recién para el 2018 se estima que la tasa de penetración de tecnologías móviles como el 3G y 4G alcanzaría el orden del 24% gracias al atractivo que tendrá el uso de los smartphone.
Nuestro rezago en adopción de tecnologías móviles tiene larga data. El 2001 se creó la red 3G, la cual no solo llegó tarde, sino que le tomó una década posicionarse en un pequeño nicho y aún sigue siendo una tarea pendiente, recuerda Carlos Valdez. Porque estamos inmersos en un círculo vicioso: no invierto porque no hay consumidores y no hay evolución en el consumo porque no se ven los atractivos de dicha tecnología.
“Más allá de los números, el principal desfase tiene una explicación geográfica en una suerte de círculo vicioso que debemos quebrar en términos de precios. El precio de la salida internacional de Internet es alto porque no logramos grandes volúmenes de tráfico que nos permitan economías de escala. Y los volúmenes son bajos (a excepción de Lima) por los precios altos del transporte nacional de datos”, puntualiza Carlos Huamán, director de DN Consultores.
¿Estamos entrampados sin salida y destinados a perpetuar el desfase? No es para tanto. Tenemos un gran reto, advierte Castrillón, y hay que reaccionar desde todos los frentes. Lo primero, agrega Huamán, es atender las tareas pendientes en 2G, 3G y 4G, para luego preparar los lineamientos y políticas para la licitación del espectro. Quizás si aceleramos el paso y nos animamos a detener el círculo vicioso, lleguemos mejor parados al 2020.