Celebrando antes de tiempo, el viernes pasado el principal asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, afirmó que China había ofrecido incrementar sus compras en bienes a Estados Unidos (EE.UU.) en US$200.000 millones. De esta manera, los norteamericanos cumplían una de sus principales metas en la lucha por reducir su déficit comercial con los asiáticos (US$375.000 millones).
Tan solo unas horas después del anuncio, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino envió un comunicado negando la supuesta oferta.
“Mira, nunca dije que acordamos hacer eso. Dije, de hecho, que no había acuerdo. Pero, con respecto al número US$200 [mil millones], antes que nada, es un número que le interesa mucho al presidente”, fue la reacción posterior de Kudlow en una entrevista con CNBC.
Lo cierto es que la reunión entre ambos países la semana pasada sí llevó –aunque sea de manera temporal– a varios acuerdos relevantes que podrían mitigar los temores de una guerra comercial entre ambos gigantes.
En primer lugar, se suspendieron las amenazas arancelarias (valorizadas en US$150.000 millones en el caso de EE.UU.), luego de que las dos partes acordaran reducir “sustancialmente” el déficit comercial de mercancías de EE.UU. con China.
“China aumentará significativamente las compras de bienes y servicios de EE.UU.”, se lee en el acta oficial divulgada por la Casa Blanca.
Además, China presentará las “enmiendas pertinentes” a sus leyes y reglamentos de propiedad intelectual, incluida la ley de patentes, un reclamo del presidente Trump incluso desde antes de asumir el cargo.
Si bien la cifra que equilibrará la balanza comercial entre ambos países aún se desconoce, se acordó también un aumento significativo en las exportaciones agrícolas y energéticas de EE.UU.
En este contexto, la soya, el algodón, el gas natural licuado y el petróleo crudo serían las materias primas estadounidenses que podrían beneficiarse con más compras de China.
“Si China va a comprar más a EE.UU., quiere decir que va a haber empresas estadounidense que venderán más. Ergo, va a haber más demanda de insumos. Y eso lleva a la conclusión de que podrían comprar esos insumos de los países con los que EE.UU. ya tiene tratados, entre ellos, Perú”, señala Carlos Posada, ex viceministro de Comercio Exterior y director del Instituto de Investigación de la Cámara de Comercio de Lima.
VENCEDORES A MEDIAS
A inicios de junio, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, irá a China a seguir negociando los términos de un acuerdo. Hasta entonces, las cifras y concesiones de un país u otro no son claras, por más anuncios que Trump pueda hacer en Twitter.
“China no va a ceder todo, esto es una negociación. Por ejemplo, ellos están pidiendo más exportaciones de alta tecnología, para lo cual EE.UU. tiene restricciones”, opina Hugo Perea, economista jefe para el Perú del BBVA Research.
Para Posada, no obstante, Trump ha logrado crear una situación en la cual China se ve forzada a diseñar nuevos acuerdos comerciales. “Es un mérito de Trump, que es un hombre de negocios. No había nada que obligara a los chinos a negociar, pero ahora, ante el miedo y perjuicio, ya logró sentarlos”, señala Posada.
De igual manera, para Aldo Defilippi, director ejecutivo de AmCham Perú, una nivelación de la balanza comercial entre EE.UU. y China no representa una derrota para el país asiático. “La única derrota para China se daría si su comercio bilateral se redujera, y eso parece difícil”, afirma.
Si bien la posibilidad de que EE.UU. vaya a conseguir algunos de sus objetivos es alta, la pregunta que faltaría por responder es a costa de qué.