Cuando Costa Rica anunció orgullosa, en 1997, que el principal fabricante de procesadores del mundo, Intel, montaría una fábrica que daría trabajo a 3.500 personas, se convirtió en la envidia de América Latina, sobre todo porque quienes se sentían los grandes -Chile, por citar un ejemplo- habían intentado, sin éxito, cautivar los US$500 millones de inversión prevista (que luego se convirtieron en US$900 millones). Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Pero no fueron felices para siempre: en el 2014 Intel anunció el cierre paulatino de la fábrica y el despido de 1.500 personas porque solo quedaría el centro de investigación. Costa Rica perdió a quien le generaba todos los años el 20% de las exportaciones y el 6% del PBI.
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Si bien podría culparse a la crisis financiera del cierre, lo cierto es que los analistas en América Latina empezaron a cuestionarse si era o no el modelo empleado por Costa Rica el más adecuado.
Tras la mala noticia vino una buena que incentivó el debate: ocupó el primer lugar en el ránking de acceso a Internet entre 51 naciones emergentes de la Alliance For Affordable Internet (A4A1) y fueron felicitados en los principales foros por las gestiones y políticas desplegadas para promover la innovación.
¿Fue la experiencia costarricense un fracaso industrial? Federico Amprimo, analista regional de IDC, aclara que el problema iba más allá del modelo, el cual tenía aspectos bastante positivos que rindieron sus frutos. Costa Rica le dio facilidades de zona franca a Intel, y según la prensa local del país, hubo un acuerdo con reglas especialmente diseñadas para ellos, como por ejemplo un nivel tarifario preferencial por consumo de energía eléctrica.
Nadie más en la región hizo este tipo de concesiones. Lo usual es elegir entre los dos modelos que se vienen aplicando: medidas proteccionistas que elevan los impuestos a los productos importados para favorecer la producción nacional (Brasil, Argentina, Ecuador) o reducciones de aranceles (a cero si es necesario) para favorecer el comercio bilateral con la mayor cantidad de países, como intentan Chile, Colombia y Perú.
“No hay una receta para el éxito. No hay modelo exitoso. Cada país hace lo que se puede dependiendo de lo que quiere”, reafirma Amprimo, no sin antes aclarar que hay regulaciones más convenientes que se pueden imitar si se desea crear ese ecosistema que permita tener una industria sólida, pero eso va más allá de fabricar máquinas.
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