Cuando Shinzo Abe asumió el poder a fines del 2012, se creó una gran expectativa con respecto a lo que venía para Japón. Años de recesión y la catástrofe del terremoto en el 2011(que cobró 19.000 víctimas) habían terminado por sumir a este país en una profunda depresión, no solo económica, sino también política.
Entre el 2006 y el 2012 se sucedieron seis jefes de Gobierno, de modo que Japón necesitaba creer firmemente en un líder y apostó su confianza en Abe.
La semana pasada, el hasta hoy primer ministro disolvió la Cámara Baja del Parlamento para celebrar elecciones anticipadas el 14 de diciembre, con las que buscará un nuevo mandato para seguir impulsando su estrategia de reactivación económica conocida como ‘Abenomics’.
MAL MOMENTO
El plan consiste en una serie de reformas que van desde el aspecto tributario hasta la formulación de estrategias para fomentar la inversión privada. Pero no solo eso, también implica una serie de metas bastante estrictas en el control de la inflación (de no más del 2%) y de su crecimiento económico (2% mínimo).
En este desafío, se encontraba Shinzo Abe hasta el momento en que las cifras le empezaron a dar la contra y complicaron además su situación política.
Los resultados económicos al tercer trimestre de este año dieron cuenta de que Japón había ingresado a una recesión técnica, esto pese a que Abe había pedido sacrificios a la población nipona al implementar un plan de incremento del impuesto a las ventas: en un primer tramo de 5% a 8% (efectuado en abril) y en un segundo a 10% (en octubre). El último tuvo que suspenderse.
El primer ministro no es nada flexible y pese a que se demora en tomar decisiones, cuando lo hace no hay nada que lo desvíe del objetivo.
Shinzo Abe viene de una familia de políticos que han tenido una participación trascendente en el denominado milagro japonés de la década de los 80. Dicha genealogía política acabaría con él, considerando que hasta hoy no tiene descendencia.
MÁS ERRORES
Pero no solo en términos económicos estaría fallando la fórmula ‘Abenomics’, en el político acaba de perder una batalla frente a sus opositores que acusaron a dos de sus ministras por tráfico de influencias, que se vieron obligadas a dimitir.
Sin embargo, sus biógrafos dan cuenta de que es en este ámbito en el que el primer ministro se desenvuelve como un tigre en una jungla (esta astucia le ha permitido regresar al poder con su actual segundo mandato); sin embargo, si no logra sacar a Japón de esa cuerda floja que se llama recesión, es probable que sea devorado por un monstruo que se llama baja popularidad.