Para muchos clientes es más práctico y barato. Si quieres viajar de un punto a otro de la ciudad, abres la aplicación de Uber en tu teléfono inteligente e indicas el sitio en el que te encuentras y tu destino.
En la pantalla puedes ver el precio del viaje y los autos privados que circulan cerca. Escoges el que quieras (el más próximo o el que tiene mejor rating) y en pocos minutos llega el vehículo.
Al final del trayecto no necesitas pagar en efectivo, porque la aplicación ya está vinculada a tu tarjeta de débito o crédito. Y si quieres dividir la cuenta entre varias personas, lo puedes hacer sin problema.
“La gente usa Uber porque es más barato y directo, y lo entiendo”, le comenta a BBC Mundo un taxista de Miami, Estados Unidos, que lleva a pasajeros al aeropuerto.
“Pero lo que no saben los clientes es que esos autos no están asegurados como los nuestros, así que si ocurre un accidente pueden estar en problemas. Y los conductores de Uber no ganan mucho; yo lo hice un tiempo y tuve que dejarlo”.
A pesar de la críticas, Dale, un conductor que trabaja con Uber en Londres, Reino Unido, tiene claro que los usuarios quieren una forma más directa y barata de obtener servicios.
“Para mí, este tipo de aplicaciones facilita la vida a la gente y por eso son tan populares”, le dice a BBC Mundo.
Gracias a la tecnología
Ése es precisamente el espíritu de una tendencia que avanza a pasos agigantados a nivel global: la de los servicios que acercan a proveedores/vendedores con clientes, evitando intermediarios, simplificando procesos y reduciendo costos.
La tecnología es clave para esta relación negocio-consumidor sea más inmediata: basta una aplicación o un sitio de internet para vincular a las partes. Y desde luego, también el “oro del siglo XXI”: los datos en tiempo real.
“La infraestructura digital y la inmensa cantidad de información han acentuado el cambio hacia una economía cada vez más orientada al cliente, al estilo Uber”, le explica a BBC Mundo Andy Neely, investigador especializado en servicios de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.
“Ya no alcanza con sólo suministrar un producto o un servicio al consumidor. La gratificación del cliente, en forma de comodidad y eficiencia, se ha convertido en un elemento clave”.
Algunos denominan a este nuevo fenómeno “economía compartida”. Otros “economía geek”. Y otros, “uberización” de la economía o simplemente “uber-economía”.
El crecimiento de Uber es, de por sí, indicador del abrumador avance de esta tendencia.
La app fue lanzada en mayo de 2010 en San Francisco y hoy, apenas cinco años después, funciona en unas 350 ciudades de más de 60 países. En 2014 hizo posibles 140 millones de viajes en todo el mundo.
Y los mercados están sumamente excitados con este tipo de empresas: Uber ha sido valuada en la friolera de US$50.000 millones, lo que la convierte en la start-up de tecnología más cotizada de EE.UU.
Como contracara, los taxistas tradicionales han protestado contra la aplicación en varios países -incluso en América Latina- por considerarla competencia desleal. Y en Alemania la prohibieron.
Apartamentos, restaurantes, aviones...
Otro sistema de “economía compartida” como Uber es el cada vez más popular Airbnb: los individuos colocan sus propiedades en una lista en internet para que otros las alquien de forma temporal, sin intermediarios.
En este caso, los que se han sentido perjudicados y han protestado son los hoteleros.
En Canadá, por ejemplo, ya hay una app para pagar cuentas de restaurantes que, siguiendo el modelo de desembolsos de Uber, permite dividir el importe entre varios usando celulares. Y en Francia se está popularizando una aplicación que reúne a comensales con chefs privados.
Por ejemplo, un sitio web llamado Pager permite solicitar la visita de un médico a domicilio y concretarla en un plazo de dos horas, sin tener que desplazarse a un centro de salud.
El doctor Abraham Rahm, que se ha unido a la nueva compañía estadounidense, le explica a la BBC que el sistema aprovecha el tiempo libre que les queda a los médicos en medio de la lista de citas que tienen pautadas en hospitales o consultorios.
“Los economistas han hablado durante décadas de la idea de redistribuir los recursos no utilizados en la economía y ahora está ocurriendo, y a una escala masiva”, asegura el experto en negocios Nick Waddell, autor del blog tecnológico Cantech Letter.
¿Una nueva era con límites?
Los expertos creen que, potencialmente, la “uberización” puede causar disrupción en todas y cada una de las industrias existentes.
Y sostienen que es la siguiente etapa en una transformación que ya ocurre desde hace décadas, la llamada “servitización”: el paso de una economía industrial a una mayoritariamente de servicios.
“El sector de las prestaciones ya predomina en muchos países occidentales”, le dice a BBC Mundo Andy Neely, de la Universidad de Cambridge.
“Pero la nueva fase consiste en repensar todo para aprovechar mejor los recursos, compartirlos y lograr una experiencia más confortable y placentera para los consumidores”.
Está claro que Uber y otros negocios similares son muy convenientes para muchos en todo el mundo, salvo para los sectores tradicionales que se han visto amenazados por su popularidad.
Sueldos y protección laboral
Con todo, expertos advierten que la “uberización” de la economía plantea una serie de interrogantes que, de no resolverse, podrían frenar su avance aparentemente imparable.
Para empezar, los trabajadores.
¿Les alcanza lo que ganan para vivir? ¿Cuentan con suficiente protección en su empleo temporario o a destajo?
Uber asegura que sus conductores ganan en promedio US$19,04 la hora, después de haber pagado la comisión correspondiente a la compañía. Esto puede ser mucho o poco, dependiendo de la frecuencia con la que se realicen viajes y el costo de vida de país donde uno resida.
De hecho, varios sondeos en distintas partes del mundo sugieren que los trabajadores de Uber utilizan la aplicación como una forma de generar ingresos mientras encuentran un empleo estable o como manera de complementar otras actividades.
La protección de los empleados es otra cuestión irresuelta.
Algunas compañías de seguros limitan el alcance de su cobertura cuando se trata de vehículos que trabajan para Uber. Y esto es algo que no sólo afecta a conductor, sino también al pasajero: es probable que al viajar en esos autos uno no esté asegurado al nivel que lo estaría, por ejemplo, en un taxi.
Eric Brousseau, profesor de economía de la Universidad París-Dauphine, afirma que la “economía compartida” aún está en pañales y poco regulada.
Y cree que, a la larga, será alcanzada por las regulaciones, lo que restará flexibilidad en términos laborales. Esto puede ser bueno o malo, según quien lo mire, el empleado o el cliente.
Datos y... ¿burbuja financiera?
Y otro asunto sensible es el de los datos.
La combinación de información personal, localización en tiempo real y pagos móviles ha sido crucial para la “uber-economía”, pero también entraña muchos riesgos.
“El tema más espinoso es de la propiedad de los datos personales y el acceso a ellos”, advierte Andy Neely, de la Universidad de Cambridge.
“Cada vez hay más redes y dispositivos interconectados y nuestra información fluye entre ellos. La compañía de celulares sabe dónde estoy; las apps y las páginas web tienen los datos de mi perfil y de mi tarjeta de crédito, que fluyen de un punto a otro”, le dice a BBC Mundo.
“El peligro de que la información privada sea mal usada se multiplica, lo que obliga a repensar cómo se regulan y protegen los datos en la nueva economía”.
Finalmente, el riesgo financiero de la “uber-economía”.
Como empresa Uber aún deben demostrar, con su modelo de negocios, si realmente vale la millonada que los mercados le pusieron como precio. Por ahora Uber genera ganacias anuales calculadas en “apenas” unos US$200 millones.
Algunos analistas financieros se preguntan si estamos ante una nueva burbuja financiera que, en caso de estallar, podría arrastrar no sólo a la aplicación de transporte de pasajeros, sino también a sus numerosos imitadores en todo el planeta.
Y recuerdan el caso de Groupon, la compañía estadounidense especializada en la oferta de vales de descuento en línea. En 2010 la firma que prometía mucho -según los mercados- fue valuada en US$1.350 millones. Pero en los años subsiguientes no dio más que pérdidas.