AUGUSTO TOWNSEND Editor central de Economía
“La economía global ha entrado, una vez más, en una nueva época de transición”, dijo Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), la semana pasada, en la conferencia de prensa inaugural de las reuniones anuales de dicha institución y el Banco Mundial (BM), en Washington.
¿Cómo, otra vez? Ya esto parece una broma de mal gusto. Pero es así: en un mundo hiperconectado por la globalización y la integración financiera, la salud de la economía mundial sigue comprometida y los resfriados se hacen más frecuentes. El paciente se automedica –muchas veces mal– y no presta atención a un órgano que falla porque cree –erróneamente– que otro lo suplirá. En fin, desde que cayó Lehman Brothers en el 2008, no se recuerda un solo momento en que se haya podido decir que el paciente estaba completamente recuperado. Recae una y otra vez. ¿Hasta cuándo?
Aun cuando hay focos de optimismo en algunas partes del planeta –el Perú es uno-, la situación agregada sigue siendo una que amerita observación médica. Incluso para quienes mantienen un buen desempeño, las cosas podrían revertirse. Ya nadie puede decir que dependa solo de sí, pues los riesgos de alcance global o regional son insoslayables. Y ciertamente no pasaron desapercibidos entre quienes se dieron cita la semana pasada en la capital de Estados Unidos.
LA POTENCIA ENTRAMPADA Hace no mucho empezó a hablarse del ‘renacimiento industrial’ de Estados Unidos, habida cuenta de la revolución energética que atraviesa la mayor economía del mundo por la explotación del denominado gas de esquisto (‘shale gas’). Con una Europa que sigue sumida en la recesión, muchos apuntaron a EE.UU. como el principal escenario de reactivación entre las economías avanzadas. Cinco años después de que estallara la crisis, la economía estadounidense volvía a florecer.
Lo que hay ahora son dudas, y no precisamente porque se hayan revertido esos fundamentos, sino porque la mezquindad de la política estadounidense está sorprendiendo a propios y extraños. El famoso ‘shutdown’ (cierre parcial del Gobierno Federal) es el menor de los males. Asusta mucho más la posibilidad de que su Congreso no logre ponerse de acuerdo para subir su límite de endeudamiento (el famoso ‘debt ceiling’). “Un fracaso prolongado en subir el techo de la deuda descarrilará la recuperación económica de Estados Unidos”, ha dicho Blanchard. “Vemos esto como un riesgo remoto, pero si fuera a ocurrir, tendría consecuencias terribles”, apuntó.
La sola amenaza de una cesación de pagos en Estados Unidos ya está afectando las condiciones financieras para los mercados emergentes, aseguró Jim Yong Kim, presidente del BM. Algo muy parecido ocurrió en agosto del 2011, y los mercados emergentes vieron caídas. Pero lo que pase en el resto del mundo es de poco interés aquí. El Partido Demócrata sigue minimizando los riesgos que supone el elefantiásico déficit fiscal estadounidense pero, por otro lado, la agenda del Partido Republicano es tan maximalista que parece preferir que su país entre en ‘default’ antes que concederle un triunfo político a Barack Obama.
Desafiando la sabiduría convencional, el sistema político más celebrado del mundo enfrenta un serio problema de disfuncionalidad. Aún no queda claro a qué extremos llegará la testarudez de sus políticos. Muchos creen (los mercados inclusive) que la razonabilidad se impondrá al final. Si se equivocan, prepárense para el caos financiero.
LAS IMPLICANCIAS DEL ‘TAPERING’ Hay un segundo tema que –afortunadamente– está al margen de los políticos estadounidenses, pero es de sumo riesgo para los mercados emergentes. Es el llamado ‘tapering’, vale decir, el retiro de enorme estímulo monetario (‘quantitative easing’) que ha venido engullendo EE.UU. (un programa de compra de bonos de US$85.000 millones al mes) como si fuera una medicina que alivia los síntomas pero no cura la enfermedad. Si este proceso se da de manera muy rápida o accidentada, el descalabro consecuente en los mercados financieros podría jugarle una muy mala pasada al Perú.
Blanchard ha dicho que esto generará volatilidad en las tasas de interés a largo plazo en todo el mundo. José Vignals, director del Departamento de Asuntos Monetarios del FMI, anotó que este proceso no tenía precedentes por su cuantía y complejidad. Dicha política ha generado flujos de capital hacia los mercados emergentes de hasta US$1 billón desde finales del 2008 y es cierto que de no haberse implementado, quizá el mundo estaría ahora en peor situación económica. Pero, ¿cuánto nos puede golpear? El ministro Castilla descarta un impacto mayúsculo. Dice que la gran mayoría de capitales que entra al país (cerca del 90%) son inversión extranjera directa o endeudamiento privado a largo plazo. Por lo tanto, un escenario de fuga masiva de capitales es improbable.
Pero el tema es tan trascendental que la sola nominación de Janet Yellen (y previamente, el retiro de la candidatura de Larry Summers) para suceder a Ben Bernanke en la Reserva Federal de EE.UU. (FED) movió los mercados. El lado positivo es que se espera que con Yellen la FED demore algo más el ‘tapering’. Todo dependerá de lo que pase con el ‘debt ceiling’ y si se reactiva algo más el crecimiento en EE.UU. (por lo pronto, el FMI prevé 1,6% este año y 2,6% para el próximo, pero justamente porque aún no pierde la confianza en los políticos estadounidenses).
LOS EMERGENTES SE DESACELERAN “El 80% de los mercados emergentes ya ha visto algún tipo de desaceleración”, reconoció Zanny Minton-Beddoes, editora de “The Economist”, en uno de los paneles que le tocó moderar la semana pasada en Washington. En efecto, el propio Blanchard confesó que el crecimiento de los emergentes era menor a lo que habían proyectado en julio. Ahora se espera que se expandan 4,5% este año y 5,1% el próximo, lo que significa reajustes a la baja de 0,5 y 0,4 respectivamente. Así, México crecerá solo 1,2% (-1,8); India, 3,8% (-1,8); Rusia 1,5% (-1,0) y Oriente Próximo y África del Norte 2,1% (-0,9).
El Perú es, afortunadamente, una economía sobre el promedio, y la propia Christine Lagarde, directora gerente del FMI, nos confesó que ven al país expandiéndose en torno al 5,75% en los siguientes años. El ministro Castilla es más optimista aún: cree que nuestro crecimiento potencial es de entre 6% y 6,5%, y que el próximo año estaremos en condiciones de igualarlo o superarlo. Sin embargo, lo cierto es que la previsión del FMI para el Perú este año se reajustó a la baja de 6,3% a 5,4%.
No obstante ello, sí viene para el mundo emergente una época de vacas “no tan gordas”, “menos robustas” o el eufemismo que usted prefiera. “Los mercados emergentes están enfrentando el desafío de un crecimiento que se detiene mientras se endurecen a la vez las condiciones financieras”, apuntó Blanchard. “El menor crecimiento no puede evitarse, pero las reformas estructurales ayudarán a contrarrestarlo”, dijo. Volveremos sobre este punto.
CHINA ES UNA INCÓGNITA Dentro de los emergentes, China merece su propio acápite. Según Castilla, el gigante asiático ha llegado a un punto de inflexión, a juzgar por la recuperación de sus indicadores de exportación e importación y producción manufacturera. Confía –sin necesidad de “prenderle una vela”– en que seguirá expandiéndose a un ritmo entre 7% y 8%. Nouriel Roubini, que compartió un panel con el ministro, cuestionó sus augurios. Para el economista de la Universidad de Nueva York –conocido por sus proyecciones pesimistas–, China crecerá 7% el próximo año, pero de ahí en adelante lo hará en menos de 6%.
Para Blanchard, la moderación del crecimiento chino en torno al 7% es una demostración de que está bajando su insostenible tasa de inversión (cercana al 50% del PBI), pero no necesariamente un indicativo de que esté subiendo el consumo interno, que es precisamente lo que tiene que hacer la economía asiática para solucionar el serio desbalance con el cual ha venido alimentando su notable expansión de los últimos tiempos.
Para que suba proporcionalmente el consumo en China, este debe crecer varios puntos por encima del PBI. Es una tarea muy compleja la que tienen entre manos los burócratas chinos. Ya han mostrado en diversas oportunidades ser extraordinariamente competentes para manejar grandes retos. Pero este quizá sea como ninguno en el pasado. La única forma de lograrlo podría ser –como ha anticipado el economista basado en Beijing Michael Pettis– crecer a un ritmo bastante menor.
LA DINÁMICA DE LA CLASE MEDIA Pese a las suspicacias que pueda generar el entorno internacional, países como el Perú tienen una fortaleza inédita para enfrentar cualquier sobresalto. No hablamos solo del buen manejo macroeconómico que ha caracterizado la marcha del país en los últimos tiempos o las significativas reservas internacionales que ostenta, sino primordialmente del ensanchamiento de su clase media, un fenómeno que ha sido resaltado tanto por el BM como por el FMI.
De hecho, Hasan Tuluy, vicepresidente del FMI para la región, destacó que, por primera vez en la historia, la clase media latinoamericana era más grande que su población en pobreza. El propio Jim Yong Kim apuntó que el crecimiento que ha venido registrando América Latina ha justificado dos terceras partes de la reducción de la pobreza y tres cuartas partes de la expansión de la clase media.
No obstante ello, una parte de los hogares que hoy engrosan la clase media latinoamericana, y la peruana en particular, están todavía muy cerca de la línea de pobreza. Según la metodología del BM, 30% de los hogares latinoamericanos pertenece a la clase media, anotó Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano. Pero si empeora el ciclo económico, una porción de quienes pasaron a engrosar sus filas podrían salir de ellas. Hay quienes son más pesimistas. Para Nancy Birdsall, presidenta del Center for Global Development, es inapropiado llamar clase media a un hogar cuyos ingresos diarios están por debajo de los US$10. En tales casos, lo que corresponde, según ella, es hablar de una nueva categoría de pobres.
Sea uno más o menos conservador en la metodología que utilice para definir la clase media (y este debate lo hemos visto también en el Perú entre Rolando Arellano de Arellano Marketing y Alfredo Torres de Ipsos), nadie refuta que los progresos en los últimos años han sido notables. Pero como dijo Carmen Reinhart, profesora de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, pese a que esta última fue la primera crisis que América Latina logró sobrellevar con notable resiliencia, aún no está a salvo de los estragos potenciales de un evento catastrófico en la economía global. Se necesita, pues, de una agenda ambiciosa para consolidar todo lo que se ha ganado en materia de expansión de la clase media.
SEAMOS MÁS PRODUCTIVOS Y allí es cuando surge la discusión sobre las tareas pendientes del Perú y la región. Quizá una de las frases más repetidas en esta edición de las reuniones anuales fue ‘reforma estructural’. ¿Qué debemos entender por eso? “Cuando los economistas no tenemos buenas ideas, decimos que vamos a hacer reformas estructurales”, bromeó José de Gregorio, ex gobernador del Banco Central de Chile. Pero, ya en serio, el subdirector gerente del FMI, Min Zhu, fue muy claro al decir: “Antes de hablar sobre crecimientos potenciales, tenemos que hablar de cambios estructurales e incrementos de productividad”.
A los asistentes al panel donde participaron De Gregorio, Min y Luis Miguel Castilla se les preguntó cuál de los siguientes será el principal desafío para las economías emergentes en los siguientes años: 1) La normalización de la política monetaria en las economías avanzadas; 2) La corrección de desbalances domésticos; 3) Iniciar reformas para incrementar la productividad; y 4) Los conflictos sociales y la redistribución de ingresos. La mayoría se inclinó por las reformas en materia de productividad, en línea con lo que el propio Castilla había venido diciendo en su presentación.
El país que lidera la región en cuanto a reformas estructurales (pese a que no es el que más crece) es México. El gobierno de Peña Nieto ha reformado el sector educación, el sector telecomunicaciones y ahora enfrenta algunas dificultades para reformar el sector energético. El Perú también ha empezado a reformar el mercado de capitales y el empleo público, pero todavía no aborda de lleno temas cruciales como el educativo y el laboral. Seguimos siendo, pues, uno de los países que más penalizan la generación de empleo (y por tanto, consienten la informalidad) por su frondosa regulación. Y de educación ni qué decir: seguimos a la cola de la región y no parece haber nada transformacional en el camino.
Fuera de América Latina, mucha gente tiene la impresión de que el continente acaba de salir de una fiesta y que ahora viene la resaca. No tendría por qué ser así. El Perú, al menos, sigue de fiesta, a juzgar por sus tasas de crecimiento proyectadas. Pero quizá hablar de fiesta sea inapropiado, como dice Min Zhu, porque más allá de la buena coyuntura internacional, los latinoamericanos han venido trabajando arduamente para aprovecharla.
Sería iluso, sin embargo, pensar que con mantener ese esfuerzo nos bastará. Sin educación ni infraestructura de calidad, tarde o temprano nos estancaremos. Si se sigue penalizando excesivamente la generación de empleo y mantenemos un sistema tributario enmarañado y demasiado gravoso para quienes perviven en la informalidad, en algún punto perderemos viada. Si no logramos que el sector empresarial apueste por la innovación y esté en condiciones de pelear en las grandes ligas, nuestro “crecimiento potencial” seguirá acotado.
No es que la agenda sea difusa, es que no queremos reconocer lo lejos que estamos de cumplirla en algunos aspectos. Y comoquiera que el contexto internacional dejará de favorecernos tanto como en la última década, mejor empezar de una vez a hacer las tareas que están pendientes en casa.