El destino económico del mundo depende mucho de tres instituciones localizadas en Estados Unidos: el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Reserva Federal (Fed) y el Banco Mundial (BM). Para suerte del mundo, estas instituciones están lideradas por los economistas más prestigiosos.Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Durante la crisis internacional del 2008-2009, la Fed estaba presidida por Ben Bernanke y el economista jefe del FMI era Olivier Blanchard, ambos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Bernanke, el economista vivo que más ha estudiado la Gran Depresión, creó dos instrumentos que nunca se habían utilizado. En primer lugar, se comprometió a mantener baja la tasa de interés hasta que el desempleo baje por debajo del 6%. En segundo lugar, la Fed, que solo intervenía en el mercado de bonos de corto plazo, compró bonos de largo plazo hasta por US$80.000 millones por mes. Ambas políticas apuntaban a reducir la tasa de interés de largo plazo que es la que importa para tonificar la inversión o el consumo privado. Esas políticas sacaron a EE.UU. de la recesión.
Esas políticas fueron oportunamente desactivadas y su sucesora Janet Yellen, otra grande, de la Universidad de Yale, está abandonando cuidadosamente la política que le dejó su predecesor.
En la batalla contra la crisis internacional Bernanke hizo pared con Blanchard, un académico de primer nivel y carente totalmente de dogmatismo. Esa falta de dogmatismo lo impulsó a implantar una gran transformación en el régimen de políticas macroeconómicas impulsadas desde el FMI para el mundo.
Antes de él, el FMI prohibía la interferencia en la libre movilidad de capitales financieros. Con Blanchard se hicieron numerosas investigaciones que condujeron a la conclusión de que, en ciertas condiciones, la extrema volatilidad de los capitales justifica que se los controle para garantizar la estabilidad macroeconómica. Antes de Blanchard, el FMI tenía un recetario único para los países con problemas: política fiscal contractiva.
Actualmente, el FMI promueve la política fiscal contracíclica, que genere ahorros en la expansión para usarlos durante la contracción. Por último, el FMI pre-Blanchard era enemigo de la intervención en el mercado cambiario. Ahora, muchos países, como el nuestro, lo hacen, con el beneplácito de este organismo internacional.
El puesto de Blanchard ha sido ocupado por Maurice Obstfeld, también del MIT, alumno de Dornbusch y Fischer, con todas las credenciales para sucederlo.
Finalmente, en julio pasado, Paul Romer, de la Universidad de Chicago, pionero en el estudio del crecimiento económico endógeno y candidato al Premio Nobel de Economía, fue nombrado economista jefe del BM. El BM es un organismo de las Naciones Unidas encargado de contribuir a la reducción de la pobreza en los países en desarrollo. ¿Replicará Romer el notable papel que en su momento correspondió a Bernanke y a Blanchard? El mundo está a la expectativa.
En todo caso, los ejemplos de la Fed, el FMI y el BM son ilustrativos para nuestro país, a propósito de la reciente elección de los nuevos directores del BCRP. Bernanke, Blanchard y Romer han sido seleccionados entre una cantidad grande de candidatos por su altísima reputación académica y por la seguridad de que estaban preparados para el puesto.