La inversión en infraestructura crea y mejora las redes de transporte, energía, agua y saneamiento, y las telecomunicaciones del país. Tiene un impacto directo en el crecimiento económico porque permite aumentar el stock de capital, e indirecto como medio para incrementar la productividad y reducir la desigualdad.
Para el Perú, el no añadir capital nuevo a los stocks existentes le puede costar más que a otras economías de la región como Chile, Bolivia, Argentina, Costa Rica y Jamaica.
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El último Informe Macroeconómico del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hizo el ejercicio del precio que nuestro país pagaría si deja de aumentar la inversión en infraestructura en producción y distribución de energía, agua y saneamiento, transporte y telecomunicaciones. Los resultados son desalentadores.
En promedio, el 40% de los hogares peruanos más pobres perdería alrededor de 20 puntos porcentuales del aumento del ingreso real en un período de 10 años. En tanto, los hogares del 40% de la población más rica perdería alrededor de 15 puntos porcentuales. Además, el deterioro promedio de los ingresos de la población en el Perú es superior al promedio de los países de la muestra.
Para darnos una idea de la magnitud de este costo, consideremos la evolución del ingreso por habitante en la última década. Según el INEI, en dicho lapso, el ingreso promedio per cápita del 40% de la población más pobre creció a un ritmo anual de 4,6%; y en el 40% de la población más rica, el aumento fue de 2,16%.
Si a estas variaciones les restáramos la pérdida de no invertir en infraestructura, el ingreso de los más pobres hubiese crecido al año en 3,18% y de los más ricos en 0,85%. Si bien aparentemente los más ricos serían los más perjudicados, hay que tener presente que el ingreso promedio de esta población es 6,4 veces más alto.
“En principio, estoy totalmente de acuerdo con el BID. La forma más fácil de reducir la desigualdad del ingreso en el Perú es invirtiendo en infraestructura. Nuestro problema es que nuestra infraestructura está totalmente rezagada. La inversión en capital no solo es la forma más fácil para generar crecimiento, sino competitividad en el país”, dijo a El Comercio el ex ministro de Economía, Alfredo Thorne.
COSTOS NO MENORES
En el Perú existe una relación positiva entre crecimiento económico y reducción de pobreza, y el estudio del BID lo confirma. No ampliar los stocks de capital existentes genera un impacto negativo en los ingresos de la población, en parte porque también afecta el desempeño del PBI.
Asimismo, dejar de invertir en infraestructura le costaría al país un poco más de un punto porcentual de crecimiento en el primer año. El costo podría aumentar hasta en 29 puntos porcentuales si la política persiste a lo largo de 10 años. Es decir, en términos anuales, implicaría pasar de un ritmo de aumento de 3,6% a uno de 1,2%, en 10 años.
También, en dicho período, la falta de nueva inversión en infraestructura podría costarle hasta 70 puntos porcentuales al incremento de la producción de la agricultura y la minería, y privar de crecimiento a la manufactura.
Tener en cuenta las cifras del BID es importante, sobre todo si el gasto que el Perú realiza cada año para cerrar la brecha de infraestructura es insuficiente y que, en los últimos 8 años, la inversión pública solo aumentó por tres años y cayó en cinco, según el BCR.
A decir de Víctor Fuentes, jefe de Políticas de Crecimiento y Competitividad del IPE, el estudio debe llevarnos a reflexionar sobre el alto costo de oportunidad que implica no sacar adelante los grandes proyectos de infraestructura hoy. Esto porque partimos de un nivel deficiente tanto en cantidad como en calidad.
En efecto, de acuerdo con el BID, el índice de calidad de infraestructura del Perú está por debajo del promedio de las economías en desarrollo y de los países de la Alianza del Pacífico. Además, la brecha en obras de telecomunicaciones es mayor de lo que debería de acuerdo al nivel de ingreso per cápita que ostenta, y mayor que la brecha promedio estimada para las economías de América Latina y el Caribe, y que el promedio de países de África Subsahariana.
En resumen, el problema es más grave de lo que parece.